Consecuencias de la Primera Guerra Mundial

Te explicamos cuáles fueron las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y cómo quedaron conformadas las relaciones internacionales.

En 1919, las potencias vencedoras se reunieron en la Conferencia de París para definir los tratados de paz.

La Primera Guerra Mundial (también conocida como la Gran Guerra) fue un conflicto bélico que afectó a las principales potencias mundiales. El conflicto se desató debido a la competencia política, económica y territorial de estos imperios colonialistas.

Entre 1914 y 1918, Alemania, Italia y el Imperio Austrohúngaro (el bando de la “Triple Alianza”) se enfrentaron a Francia, Gran Bretaña y Rusia (el bando de la “Triple Entente”). Los frentes de guerra estuvieron principalmente en Europa, pero también se pelearon batallas en Medio Oriente y en el norte de África, en disputa de los territorios coloniales de las potencias. 

En 1917, Estados Unidos se incorporó al conflicto y el rumbo de la guerra quedó a favor de la Entente. Las continuas derrotas llevaron al agotamiento de las tropas y los recursos de la Triple Alianza hasta que, en 1918, el gobierno alemán firmó el armisticio con Francia y Gran Bretaña y puso fin a la guerra.

Aunque los Estados involucrados fueron principalmente europeos, el conflicto tomó dimensiones nunca vistas hasta entonces en la historia y tuvo profundas consecuencias que afectaron la economía mundial y cambiaron drásticamente las relaciones políticas internacionales

En los años siguientes, se celebraron diferentes conferencias y reuniones entre las potencias vencedoras y los países derrotados, en las que se firmaron los tratados de paz del fin de la guerra. Estos acuerdos impusieron duras condiciones para los países vencidos y, a su vez, generaron conflictos y tensiones que desencadenaron, veinte años después, la Segunda Guerra Mundial

Infografía de la Primera Guerra Mundial

Las relaciones internacionales en la posguerra 

En 1919 se creó la Sociedad de Naciones para mejorar las relaciones internacionales y mantener la paz.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras se reunieron en la Conferencia de París y establecieron los principales lineamientos de los acuerdos de posguerra. Sin embargo, la aplicación de los tratados de paz fue enormemente dificultosa. 

En un contexto de serias dificultades económicas, las tensiones surgieron por doquier. Especialmente grave fue el pago de las reparaciones de guerra por parte de Alemania. A partir de 1925, sin embargo, se abrió un corto período de concordia que hizo a muchos pensar en que la paz internacional se podía consolidar. La depresión iniciada en 1929 puso fin a esas esperanzas.

La Sociedad de Naciones

En abril de 1919, la Conferencia de París aprobó el Pacto de la Sociedad de Naciones.

La nueva Sociedad fijó su sede en Ginebra (Suiza). Sus principales instituciones eran una Asamblea General, un Consejo, del que eran miembros permanentes las grandes potencias, y un Secretario General, encargado de dirigir a los más de 600 funcionarios que trabajaban para la Sociedad.

Teniendo como objetivo esencial el mantenimiento de la paz, la Sociedad buscó garantizar la protección de los pequeños países ante las grandes potencias. Se trataba de crear un nuevo orden internacional basado en el principio de la seguridad colectiva.

La Sociedad de Naciones consiguió algunos éxitos. Su época dorada fue el período 1924-1929, cuando se firmó el Tratado de Locarno (1925), Alemania ingresó en la Sociedad (1926) y se firmó el Pacto Briand-Kellogg(1928). Sin embargo, cuando la situación económica internacional se complicó tras la crisis de 1929, la Sociedad de Naciones se mostró totalmente incapaz de mantener la paz.

¿Por qué fracasó la Sociedad de Naciones?
Por un lado, las potencias clave del orden mundial no participaron. EE. UU. se negó a entrar en 1920 y nunca participó. La URSS fue vetada al principio y solo participó de 1934 a 1939. Alemania no ingresó hasta 1926 y, con Hitler, abandonó la Sociedad en 1933. Japón se marchó en 1933 e Italia en 1936. Por otro lado, la falta de medios económicos o militares impidió la imposición de sus resoluciones.

Las conflictos de posguerra

Los tratados que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial generaron diferentes tensiones en el orden mundial: 

  • Las tensiones en los territorios del antiguo Imperio Austro-Húngaro. Su mejor ejemplo fue la pugna entre Italia y la recién nacida Yugoslavia por la región del Fiume. El nacionalismo desatado en Italia ayudó al ascenso del fascismo al poder en 1922.
  • La desintegración del Imperio otomano. La revolución nacional dirigida por Atatürk consiguió anular las condiciones del tratado de Sèvres y expulsar al ejército griego. La guerra greco-turca (1919-1922) que siguió fue enormemente cruel (más del 20 % de la población masculina de Anatolia murió) y concluyó con la victoria turca. Más de un millón de griegos fueron deportados de Anatolia. No hubo, sin embargo, ninguna concesión a Turquía en lo referente a sus posesiones árabes. Gran Bretaña y Francia se repartieron las posesiones de Oriente Medio, siguiendo, a grandes rasgos, lo establecido en el Acuerdo Sykes-Picot.
  • El problema soviético y Polonia. La zona occidental del antiguo imperio zarista vivió una enorme inestabilidad. La debilidad rusa propició que Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania accedieran a la independencia. La recién nacida Polonia se enfrentó a la Rusia comunista en una guerra que concluyó con el Tratado de Riga en 1921. Los soviéticos nunca aceptaron  las pérdidas territoriales de esta guerra y estas tensiones terminaron desembocando en la Segunda Guerra Mundial. 
  • El nuevo poder japonés. Pese a su escasa participación en la guerra, la posición nipona en el Extremo Oriente quedó enormemente reforzada tras la conclusión de la Gran Guerra. Japón se había convertido en la tercera potencia naval del mundo. La nueva situación quedó regulada en la Conferencia de Washington (1921-1922). Los tratados allí firmados ratificaron la superioridad marítima del Reino Unido y EE. UU. y el poderío naval japonés en el Pacífico.

La aplicación del Tratado de Versalles: el problema alemán

En 1923, Francia y Bélgica ocuparon la región del Ruhr, la principal región minera-industrial de Alemania.

En 1921, las potencias vencedoras anunciaron la cantidad total que debía pagar Alemania en concepto de reparaciones: 132.000 millones de marcos-oro. Alemania protestó y dio largas al cumplimiento de los plazos de pago previstos.

En París se fue imponiendo la idea de que había que forzar a Alemania a pagar. Una nueva solicitud alemana de moratoria en julio de 1922 precipitó la decisión del gobierno francés, presidido por Poincaré.

El 11 de enero de 1923, tropas francesas y belgas ocuparon la cuenca del Ruhr, el corazón minero e industrial de Alemania. Ya que Alemania no pagaba, se invadía el país y se cobraban las indemnizaciones mediante la explotación de las riquezas del Ruhr.

La reacción del gabinete alemán fue decretar la resistencia pasiva. Las fábricas cerraron y el gobierno de Berlín sufragó a los huelguistas. La situación llevó a la economía alemana al colapso. Uno de los fenómenos más espectaculares de la historia económica del siglo XX se adueñó de Alemania: la hiperinflación.

La ruina de Alemania no beneficiaba a nadie. Poco a poco se fue imponiendo la convicción de que la cooperación era, para todos, mejor que el enfrentamiento. En febrero de 1924, el canciller alemán Stresemann comunicó al gobierno francés que Alemania estaba dispuesta a firmar con Francia y otros países que pudieran estar interesados un acuerdo que garantizase las fronteras franco-alemanas marcadas en Versalles, incluyendo la zona desmilitarizada. A partir de ese momento las relaciones internacionales entraron en un esperanzador periodo de concordia.

El Tratado de Locarno en 1925, por el que Alemania aceptaba las fronteras occidentales marcadas en el Tratado de Versalles; el ingreso de Alemania el Sociedad de Naciones en 1926; y el Pacto Briand-Kellog de renuncia a la guerra en 1928 fueron los grandes hitos de este corto período de armonía.

La depresión económica de 1929 arrasó esta efímera concordia e inició de nuevo el camino hacia un conflicto general.

Las consecuencias económicas y sociales

Durante la Gran Guerra, las mujeres trabajadoras mantuvieron las industrias en funcionamiento.

Las consecuencias económicas de la Gran Guerra fueron trascendentales; las de la Ppaz también. En términos económicos, la Primera Guerra Mundial y su posguerra supusieron el fin de una época y el comienzo de otra. 

La que concluyó había tenido entre sus principales características al liberalismo y a la primera globalización, que venían tomando forma desde mediados del siglo XIX. En la época que se iniciaba, el Estado tendría un papel económico creciente y la globalización interrumpiría su avance.

Aspectos económicos del esfuerzo bélico

La Primera Guerra Mundial significó una movilización sin precedentes de recursos humanos y materiales. Hacia el final de la Guerra, apoyaban a los Aliados gobiernos que representaban –colonias incluidas– y el 64 % del PIB mundiales. 

Los Imperios Centrales contaban con recursos mucho más limitados. En 1913, la población de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos por sí sola ya superaba a la de los Imperios Centrales. Además, durante el conflicto, Gran Bretaña y Estados Unidos, no así Francia, lograron algún crecimiento económico. Lo contrario ocurrió en Alemania y Austria-Hungría.

La planificación económica y otras formas de intervención estatal resultaron imprescindibles para asegurar que los recursos se orientaban hacia el esfuerzo bélico. Los costes directos de la guerra se han evaluado en unos 300.000 millones de dólares, que equivalen a unas seis veces y media la deuda de los Estados europeos entre finales del siglo XVIII y comienzos del XX.

Pérdidas humanas y materiales

Luego de la Gran Guerra se desató la “gripe española” en la que murieron más de 20 millones de personas. 

La Primera Guerra Mundial alcanzó unas dimensiones nunca antes vistas. Los combates se extendieron a frentes en varios continentes, duraron más de cuatro años y movilizaron a millones de efectivos. Los contendientes usaron todas las armas resultantes de los avances técnicos de fines del siglo XIX y comienzos del XX (cañones de gran calibre y alcance, ametralladores, armas químicas, aviones, tanques, submarinos, automóviles, entre otras armas).

Las pérdidas humanas alcanzaron cifras previamente inimaginables. El coste humano del conflicto debió rondar los diez millones de muertos y el doble de heridos. Estas cifras superan a las de todas las guerras habidas durante el siglo XIX. 

Si tenemos en cuenta las pérdidas civiles, puede que, incluyendo el déficit de nacimientos, la epidemia conocida como “gripe española” y los genocidios, Europa, excluida Rusia, perdió casi el 10 % de los aproximadamente 250 millones de habitantes con que contaba antes de la guerra. En Rusia, la Revolución bolchevique y la guerra civil posterior engrosaron la factura demográfica muy por encima de esa cifra.

En los países que hicieron un mayor esfuerzo bélico los fallecimientos de adultos en edad laboral alcanzaron proporciones no despreciables: Francia, 7,2 %; Turquía y Bulgaria, 6,8 %; Alemania, 6,3 %. El 3,5 % del capital físico (maquinaria, infraestructuras y fábricas) que existía en 1914 había desaparecido hacia el final de la guerra debido a las destrucciones, la interrupción de inversiones o la falta de mantenimiento. Este porcentaje fue mucho mayor en algunos países (Bélgica, Polonia y Serbia) o regiones (Francia septentrional). 

Las inversiones exteriores de Gran Bretaña y Francia se habían reducido sustancialmente. Las de Alemania prácticamente habían desparecido. La flota británica había sido duramente castigada. Las pérdidas humanas y materiales podrían haberse superado mediante la reconstrucción. Sin embargo, esta reconstrucción se vio dificultada por problemas adicionales.

Más en: Muertos de la Primera Guerra Mundial

La “herencia” financiera de la guerra y la paz

Hacia el final de la Guerra, las finanzas públicas de los países beligerantes se hallaban en serias dificultades. La inflación fue la consecuencia inevitable de un enorme gasto bélico financiado principalmente mediante la emisión de grandes volúmenes de deuda pública y la creación de dinero.

El esfuerzo bélico había implicado la aparición de una gran deuda interaliada. Los aliados de la Triple Entente se debían entre sí unos 23.000 millones de dólares en concepto de deudas comerciales. El principal acreedor era Estados Unidos. Los intentos norteamericanos por recuperar esa deuda tropezaban con las dificultades de Francia, el mayor deudor, que a su vez necesitaba las reparaciones impuestas a Alemania para hacer frente a sus obligaciones de pago internacionales. 

La situación financiera de Alemania y de los nuevos Estados surgidos de la desmembración del Imperio Austro-húngaro era aún más difícil. Alemania se enfrentaba, además, a unas reparaciones de guerra excesivas y a la inestabilidad política de la nueva República de Weimar. 

Sin incluir las incautaciones de barcos, ganado, materias primas, equipo industrial y activos exteriores, las sanciones impuestas a Alemania por los vencedores ascendieron a 33.000 millones de dólares a pagarse en 42 años. 

Inicialmente, cada cuota de pago anual equivalía al 5 % del PIB alemán. El déficit presupuestario se financió mediante la emisión de dinero. Así, la inflación se agudizó en 1921 y 1922: los precios crecieron desde el nivel 100 en 1914 al 304 en 1918, pasando del 1.301 en 1921 al 14.600 en 1922. A mediados de ese año, un dólar se cambiaba por una cantidad de marcos más de cien veces mayor que en 1914. 

Alemania pidió una moratoria en el pago de las reparaciones, lo que motivó la invasión del Ruhr por Francia y Bélgica. Alemania respondió apoyando financieramente la resistencia pasiva de la población ocupada. El crecimiento de los precios fue mayor en 1923. La hiperinflación alemana constituye el episodio más llamativo de crecimiento de los precios y de desarticulación en la práctica de un sistema monetario moderno: los precios alemanes se multiplicaron por 1.000.000.000 en ese año. Para entonces un dólar se cambiaba por 4.200.000.0000.000 de marcos.

Tras la implantación por el gobierno alemán de un plan de estabilización en otoño de 1923, la solución definitiva al problema económico y político en que se encontraba la Europa Occidental de posguerra vino de la mano del Plan Dawes, que ampliaba el plazo para el pago de las reparaciones, reducía las anualidades iniciales y facilitaba el acceso de Alemania al mercado de capitales norteamericano.

Sigue con:

Referencias

  • Hobsbawn, E. J. (1998). Historia del siglo XX. Crítica
  • Tato, M. I., Bubello, J. P., Castello, A. M. y Campos, E. (2011). Historia de la segunda mitad del siglo XX. Estrada.
  • Gilbert, M., & Devoto, A. (2005). La primera guerra mundial. Esfera de los Libros.

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Kiss, Teresa (12 de noviembre de 2024). Consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Enciclopedia Humanidades. Recuperado el 12 de noviembre de 2024 de https://humanidades.com/consecuencias-de-la-primera-guerra-mundial/.

Sobre el autor

Autor: Teresa Kiss

Profesorado de Enseñanza Media y Superior en Historia (Universidad de Buenos Aires)

Fecha de actualización: 12 de noviembre de 2024
Fecha de publicación: 28 de septiembre de 2023

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