Te explicamos qué fueron los “felices años veinte”. Además, sus características económicas y su abrupto final.
¿Qué fueron los “felices años veinte”?
Los términos “felices años veinte” y “años locos” designan en Estados Unidos a toda la década de 1920 y en Europa occidental y otros lugares (como las ciudades de México, Buenos Aires o Sídney) a la segunda mitad de la década de 1920.
Fueron años de crecimiento económico y de transformaciones políticas, sociales y culturales. El crack bursátil de Nueva York de 1929 y el inicio de la crisis del treinta pusieron un abrupto final a estos “felices años veinte”.
Los “felices años veinte” formaron parte del período de entreguerras que comenzó tras el fin de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y cuyos primeros años estuvieron atravesados por las negociaciones de paz y las dificultades económicas (principalmente en Europa).
Entre las características culturales de los “felices años veinte” se contaron la difusión de ritmos como el jazz, el charlestón y el tango, la moda “flapper”, el art decó y el consumo de masas (con el impulso de la radio para uso doméstico y el cine, que empezó a ser sonoro en 1927).
En Estados Unidos, especialmente en Chicago y Nueva York, se amplió la construcción de rascacielos, que también comenzaron a aparecer en otras grandes ciudades del mundo. Además, fue representativa de esta época la ley seca que, entre 1920 y 1933, prohibió la comercialización de bebidas alcohólicas en Estados Unidos y dio lugar al auge de bares clandestinos y el crimen organizado.
Puntos clave
- Los “felices años veinte” fueron una época de prosperidad económica y consumo de masas que duró toda la década de 1920 en Estados Unidos y la segunda mitad de la década de 1920 en otras partes del mundo.
- Estados Unidos experimentó un gran crecimiento económico debido a los resultados de la Segunda Revolución Industrial y a su papel como acreedor de las potencias involucradas en la Primera Guerra Mundial.
- Los “felices años veinte” terminaron abruptamente cuando cayó la Bolsa de Valores de Nueva York en 1929, lo que dio comienzo a la Gran Depresión.
- Ver además: Período de entreguerras
El Plan Dawes y las indemnizaciones de guerra
El Plan Dawes, diseñado por una comisión presidida por el estadounidense Charles Dawes en 1924, permitió la reestructuración de los pagos en concepto de reparaciones de guerra por parte de Alemania (que habían sido establecidos luego del Tratado de Versalles de 1919), lo que alivió su carga anual.
Los préstamos estadounidenses comprometidos en el plan también contribuyeron al fortalecimiento de las finanzas públicas alemanas, condición necesaria para la estabilización y el relanzamiento de la economía alemana.
Si Alemania pagaba las reparaciones, aunque en condiciones más favorables, el problema de las deudas entre los aliados también entraba en vías de solución, pues Francia, el Reino Unido e Italia dependían de los pagos realizados por Alemania para poder saldar sus propias deudas con Estados Unidos.
La prosperidad económica de Estados Unidos
La economía estadounidense de los años veinte, desde este momento la más grande y la más rica en términos de PIB per cápita, se encontraba en una fase expansiva como consecuencia de la difusión generalizada de las innovaciones resultantes de la Segunda Revolución Industrial. Estas innovaciones técnicas afectaron a la producción (acero barato y de calidad, electricidad, maquinaria agrícola e industrial autopropulsada) y al consumo de las familias (automóviles, electrodomésticos, teléfonos).
Algunas costumbres y manifestaciones culturales de los “felices años veinte” estadounidenses se repitieron en algunas ciudades de Europa (como Berlín o París) y en otras regiones durante la segunda mitad de la década de 1920. Incluso en Alemania, pasados los peores años de la posguerra, la República de Weimar se caracterizó por una gran creatividad intelectual y estética.
Pero el dinamismo social y económico de Estados Unidos en la década de 1920 también anticipó pautas de consumo que se extendieron por Europa occidental en la llamada “Edad de oro” del crecimiento económico (entre 1950 y 1973), y más tarde por el resto del mundo.
Por lo tanto, a fines de 1924 había motivos para un cierto optimismo, y el crecimiento económico de la segunda mitad de los años veinte no se limitó a Estados Unidos.
- Ver también: Estados Unidos en el siglo XX
El patrón cambio oro
En el contexto más favorable de los años veinte, en algunos países se comenzó a considerar la posibilidad de abandonar los tipos de cambio flotantes (es decir, no fijos) y retornar al patrón oro, que era considerado el símbolo de un pasado mejor (previo a la guerra).
Estados Unidos se había anticipado a la Conferencia de Bruselas (1920) y, junto a un grupo de países especialmente integrados en su economía (Cuba, Filipinas, Nicaragua, Panamá), ya había dado ese paso. Pero otros países carecían de las reservas de oro necesarias para seguir ese ejemplo.
A fin de evitar los problemas que podrían derivarse de esta situación cuando se hiciera realidad la recuperación económica, en la conferencia de Génova (1922), convocada por la Sociedad de Naciones, se adoptó por primera vez en la historia un sistema monetario internacional negociado entre numerosos países.
Se trataba de una versión algo modificada del patrón oro clásico. Consistía en admitir como base monetaria no solo el oro, sino también divisas convertibles en oro. En la práctica, estas fueron la libra esterlina y el dólar. También se permitía a cada país que adoptase el patrón cambio oro cuando quisiera y al tipo de cambio que estimase oportuno, es decir, de manera descoordinada.
Los efectos económicos del patrón cambio oro en Europa
Los efectos económicos del retorno al patrón de cambios fijos dependieron del tipo de cambio establecido, es decir, según si se correspondía o no con el del mercado. En algunos casos las decisiones no fueron lo suficientemente realistas.
En el Reino Unido se estableció una paridad idéntica a la de los años anteriores a la guerra. Esto formaba parte del intento de recuperar para Londres la condición de capital financiera del mundo gracias a una divisa fuerte.
Sin embargo, como los precios británicos se habían elevado respecto a 1913, la nueva paridad iba a sobrevaluar la libra y las exportaciones dejarían de ser competitivas en los mercados exteriores. Para que se mantuvieran competitivas era necesario un reajuste a la baja de precios y salarios, como anticipó el economista John Maynard Keynes. Y así ocurrió.
La adopción de la paridad de preguerra en 1925 recibió como respuesta la huelga general de 1926, la primera de la historia británica. Además, el desempleo se instaló en la economía británica e hizo necesario ampliar el subsidio a los desocupados, lo que aumentó el gasto público y forzó al Estado a endeudarse.
En Francia, las cosas transcurrieron de modo distinto. Francia retornó al patrón de cambio fijo en 1926, pero a una paridad muy inferior a la de los años previos a la guerra. Con una divisa infravalorada, las exportaciones francesas crecieron, lo que generó un efecto de arrastre sobre el conjunto de la economía francesa y favoreció el aumento de las reservas de oro.
En 1930, casi la totalidad de los países con economías de cierta importancia habían retornado al patrón oro.
De la prosperidad económica a la crisis de 1929
Una importante novedad político-económica de los años veinte fue el creciente papel económico del Estado respecto a la época del laissez faire de la época previa a la Primera Guerra Mundial. El gasto público tendió a aumentar, particularmente en sus áreas sociales (pensiones, desempleo, salud, educación y vivienda). En una muestra correspondiente a las economías más avanzadas, el gasto público pasó de representar el 11 % del PIB en 1870 al 13 % en 1913 y al 23 % en 1937.
El relanzamiento de la actividad económica en la segunda mitad de los años veinte tuvo lugar en un contexto internacional menos proclive a los intercambios que el del período 1870-1913. Esta orientación menos globalizada del período de entreguerras, incluso en su fase de “normalización”, se observó en las cifras del comercio internacional: en 1913, había crecido al 3,4 %; en 1926-1929, lo hizo al 2,2 %.
La drástica reducción de las migraciones desde 1914 fue otra manifestación de una economía internacional menos globalizada. Sin embargo, esta seguía dependiendo del flujo de capitales desde Estados Unidos hacia Europa y, especialmente, hacia Alemania.
Los países de Europa central y oriental también se beneficiaron de los flujos de capital, aunque en menor medida. Inglaterra y Francia también invirtieron en el exterior, pero, a diferencia de lo que había ocurrido hasta la Primera Guerra Mundial, mucho menos que Estados Unidos. Otras áreas del mundo, como los territorios del Imperio británico y América Latina, también fueron destinatarias de los movimientos internacionales de capital.
El entramado construido durante los años veinte comenzó a resquebrajarse cuando, atraídos por la burbuja financiera que estaba expandiéndose en la Bolsa de Valores de Nueva York, desde 1928 los inversores estadounidenses comenzaron a dejar de invertir en el exterior.
La mayor crisis económica de la historia del capitalismo no tardó en hacer sentir sus efectos en todo el mundo tras el crack de la Bolsa en 1929.
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Referencias
- Aldcroft, D. H. (2003). Historia de la economía europea 1914-2000. Crítica.
- Britannica, Encyclopaedia (2023). gold standard. Encyclopedia Britannica. https://www.britannica.com/
- Britannica, Encyclopaedia (2022). Prohibition. Encyclopedia Britannica. https://www.britannica.com/
- Sevillano Calero, F. (2020). La Europa de entreguerras. El orden trastocado. Síntesis.
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