Te explicamos qué son los anfibios, cómo se clasifican, su evolución y metamorfosis. Además, sus características, alimentación y más.
¿Qué son los anfibios?
Los anfibios son los vertebrados terrestres más antiguos que hay. Pero a diferencia de la mayoría de los animales que integran dicha clasificación, los anfibios atraviesan una metamorfosis durante su desarrollo, es decir, una serie de cambios morfológicos profundos que distinguen las etapas puntuales de su ciclo de vida.
Así, la primera parte del ciclo vida de los anfibios transcurren en el agua, y la segunda sobre la tierra. Dicha condición dual se refleja en la etimología de su nombre: del griego amphi (ambos) y bio (vida), es decir, que posee dos vidas distintas.
Los anfibios tienen cuatro extremidades móviles, son ectotermos (regulan su temperatura a partir del medio ambiente), o sea, de sangre fría como los reptiles y los peces.
Clasificación zoológica de los anfibios
Los animales de la clase amphibia se reconocen por ser tetrápodos (cuatro patas), anamniotas (sus huevos no tienen membrana protectora) y atravesar una metamorfosis en su ciclo reproductivo. Eso incluye a los sapos, ranas, salamandras y cecilias.
El grupo se divide, a su vez, en tres sub categorías o clados: Gymnophiona (excavadores vermiformes, sin extremidades, como las cecilias), Caudata (poseen cola y cuatro patas, como las salamandras y tritones) y Anura (sin cola, como los sapos y las ranas)
Evolución de los anfibios
El origen de los anfibios es incierto en términos filogenéticos:
- Algunos suponen que derivan del grupo de los temnospóndilos, tetrápodos primitivos del período carbonífero, precursores también de muchos dinosaurios.
- Otra suposición los haría descendientes de los lepospóndilos tetrápodos acuáticos también del período carbonífero, abundantes en Europa y América del Norte.
- Una tercera posibilidad es que ambas herencias fueran ciertas y se tratara de un grupo con individuos de origen múltiple.
El debate determinaría si la categoría debe incluir a todos los tetrápodos anamniotas, o únicamente a los anfibios modernos, conocidos como lissanfibios.
Ciclo reproductivo de los anfibios
Los anfibios son ovíparos, es decir, se reproducen a través de la puesta de huevos fertilizados durante la cópula entre macho y hembra.
Por lo general las puestas de huevos se producen en medios acuáticos y en grandes cantidades, pues de ellos eclosiona el renacuajo, una larva que con el paso del tiempo crece y muta sus propiedades físicas para asemejarse al adulto. Luego abandona el agua y se convierte en un adulto terrestre capaz de continuar el ciclo.
Metamorfosis de los anfibios
Los embriones formados en los huevos de anfibio pronto dan paso a las formas larvarias llamadas renacuajo, cuyas características físicas están adaptadas al medio acuático: colas largas, ausencia de patas, boca redonda y branquias.
A lo largo de su vida, el renacuajo se alimenta más o menos omnívoramente hasta que su proceso de cambios empieza y se le forman las patas a medida que pierde la cola. En las últimas etapas no sólo el cuerpo se asemeja al del adulto formado, sino que las branquias se pierden y se activa la respiración pulmonar, etapa previa al abandono de la vida acuática.
Acto seguido, una vez constituido en adulto joven, el anfibio abandona el agua y vive el resto de su existencia como un animal terrestre, con patas y pulmones, pero requiriendo por lo general un margen de humedad muy elevado para sobrevivir.
En el caso de los anfibios caudados o gimnofiones, la metamorfosis es mucho menos radical que en los anuros, pues el renacuajo y el adulto son mucho más parecidos.
Alimentación de los anfibios
Durante su etapa acuática, los renacuajos pueden ser herbívoros o básicamente alimentarse de todo, dependiendo de la especie. Algunos incluso pueden tender al canibalismo si las condiciones son demasiado adversas.
En sus etapas adultas, los anfibios son mayoritariamente carnívoros, constituyéndose en depredadores importantes para insectos, artrópodos, gusanos y especies más pequeñas de anfibios.
Piel de los anfibios
La piel de los anfibios es bastante particular. No posee ningún tipo de escamas, pelo o cáscara protectora, es permeable al agua, tiene un altísimo contenido vascular y se la constituye más que nada por glándulas. Gracias a ella los anfibios pueden mantenerse húmedos en contexto terrestre, a la par que respirar (respiración cutánea) y controlar su temperatura corporal.
En muchos, además, la piel de los anfibios secreta sustancias tóxicas que sirven como aparato de defensa, y contienen pigmentos coloridos para alertar de su veneno, o crípticos para camuflarlo con el entorno.
La piel de los anfibios suele renovarse a través de un proceso de muda, durante el cual el animal ingiere las capas exteriores que están por desecharse.
Hábitat privilegiado
En su mayoría, los anfibios prefieren ambientes terrestres húmedos y cálidos, como las zonas húmedas tropicales o subtropicales, siempre y cuando la presencia acuífera sea dulce y no salada. La concentración salina en los océanos es demasiado alta para ellos.
Los anuros son los de mayor esparcimiento planetario, si bien su mayor diversidad está concentrada en el trópico, mientras que las salamandras prefieren las zonas templadas del norte.
Los cecílidos, a su vez, prefieren el calor tropical, aunque son realmente escasos en número y de rara aparición. Las únicas regiones desprovistas de vida anfibia son los desiertos más áridos, las islas oceánicas y los polos ártico y antártico.
Biodiversidad de los anfibios
Existen alrededor de 7000 especies comprobadas de anfibios, lo cual los ubica entre los animales más numerosos del mundo. De dicha cifra, más de 6000 son especies de sapos y ranas, alrededor de 650 de salamandras y ajolotes, y apenas unas 200 de cecilias.
Animales míticos
Los anfibios han sido animales intrigantes para la cultura humana desde tiempos inmemoriales, en los que se le vinculaba con la abundancia y la proliferación vital, al mismo tiempo que con la nigredo alquímica y los elementos en descomposición.
Durante la Edad Media se les tenía por ingredientes asiduos de conjuros y hechicería, o se les asociaba a las lluvias de animales, en que la providencia castigaba la conducta de algún grupo humano haciéndole llover ranas desde el cielo.
En los relatos infantiles contemporáneos, el sapo ocupó un lugar central como la criatura en que las brujas solían convertir a los príncipes; hechizo del que solo un beso de princesa podría arrancarlos. Otro lugar común atribuye a tocar una rana la transmisión de verrugas.
Las salamandras también se tenían por animales míticos, supuestamente nacidos del fuego o de las brasas, o incluso inmunes a éste. Se decía que tocar una salamandra contagiaba la fiebre. Como se verá, el contacto con los anfibios ha sido siempre un hecho inquietante.
Amenazas ecológicas de los anfibios
Desde 1911 los principales ecólogos han advertido sobre un radical descenso en el número de anfibios que pueblan el mundo, lo cual podría ser una de las amenazas más grandes que existen para la biodiversidad del planeta.
El cambio climático, la destrucción del hábitat y la introducción de especies que vulneran la cadena trófica son los principales factores de extinción de los anfibios a mano del hombre.
Se estima que un 85% de las especies de mamíferos amenazados (alrededor de 100) reciben hoy en día poca o ninguna protección ecológica, a pesar de que en la lista de las cien especies mayormente amenazadas a nivel mundial se encuentren 33 anfibios, y 3 de ellos en la lista de las diez especies en riesgo actual de extinción.
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