Te contamos cómo fue la historia de Japón en el siglo XX. Además, su crecimiento económico después de la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo fue la historia de Japón en el siglo XX?
Desde fines del siglo XIX y durante las primeras décadas del siglo XX, Japón fue un imperio. Formado durante el período Meiji (1868-1912), el Imperio del Japón implementó reformas modernizadoras en la economía, la política y las fuerzas militares, e inició su expansión por Asia oriental y el Pacífico.
En 1926, ascendió al trono el emperador Hirohito, con quien inició el período Shōwa, y comenzó a tener mayor fuerza institucional el sector militar. Cuando estalló la crisis mundial en 1929, la necesidad económica sumada al nacionalismo expansionista promovido por los militares llevó a un proceso de conquistas que comenzó con la invasión de Manchuria (1931) y siguió con la guerra chino-japonesa (1937-1945).
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el Imperio del Japón se alineó con Alemania e Italia en el Eje y fue derrotado por los Aliados, lo que dejó un enorme saldo en destrucción y víctimas humanas. Japón fue reorganizado políticamente durante la ocupación aliada (principalmente estadounidense) hasta 1952.
En adelante, se consolidó la democracia japonesa y se produjo un crecimiento económico que recibió el nombre de “milagro japonés” y convirtió a Japón en la gran potencia asiática. Esta situación perduró hasta al menos la última década del siglo XX.
Puntos clave
- A comienzos del siglo XX Japón era un imperio que se asemejaba a las principales potencias occidentales en cuanto a su nivel de industrialización y de formación de fuerzas armadas.
- Durante la Primera Guerra Mundial Japón se unió a la Entente o los Aliados (Francia, Reino Unido, Rusia e Italia).
- Durante la Segunda Guerra Mundial Japón protagonizó los siguientes acontecimientos:
- Ocupó la Indochina francesa.
- Firmó el Pacto Tripartito con la Alemania nazi y la Italia fascista.
- Atacó la base naval estadounidense de Pearl Harbor (1941), lo que provocó que Estados Unidos entrara en la guerra.
- Ante la negativa de rendición por parte del Imperio japonés, Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas (Hiroshima y Nagasaki) en 1945.
- En la segunda mitad del siglo XX, Japón experimentó un notable crecimiento económico que recibió el nombre de "milagro japonés".
- Ver además: Cultura de Japón
Japón a comienzos del siglo XX
A comienzos del siglo XX, Japón era un imperio que había implementado reformas modernizadoras a imitación de las potencias occidentales, como la industrialización, la formación de fuerzas armadas modernas y la promulgación de la Constitución Meiji (que combinaba aspectos de las monarquías constitucionales europeas con el absolutismo centrado en la figura del emperador japonés).
Entre 1904 y 1905, el Imperio del Japón, que ya había extendido su influencia a amplias áreas de Asia oriental, se enfrentó militarmente con el Imperio ruso por el control de Corea. La victoria japonesa permitió la anexión de Corea en 1910.
Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Japón se unió a la Triple Entente y obtuvo en 1919 el reconocimiento de su posesión de una parte de Shandong (en el este de China) y el mandato sobre territorios del Pacífico que habían formado parte del Imperio alemán. Además, fue admitido en la Sociedad de Naciones.
La segunda guerra chino-japonesa (1937-1945)
Durante la década de 1920, el sector militar japonés comenzó a adquirir mayor protagonismo político. Cuando estalló la crisis económica mundial luego del crack bursátil de 1929, un fuerte sentimiento nacionalista se combinó con la necesidad económica y promovió una nueva expansión imperial para conseguir recursos.
En 1931, el ejército japonés ocupó el territorio chino de Manchuria (donde estableció el estado títere de Manchukuo) y, ante la crítica internacional, Japón abandonó la Sociedad de Naciones en 1933. En 1937 inició la invasión del norte y el este de China que inauguró la segunda guerra chino-japonesa (1937-1945) y provocó hechos condenados por la opinión pública mundial, como la masacre de Nankín (1937-1938).
Japón en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)
La expansión japonesa
En septiembre de 1940, cuando ya había estallado la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Japón ocupó la Indochina francesa y firmó el Pacto Tripartito con la Alemania nazi y la Italia fascista.
Con la intención de formar la “gran esfera de coprosperidad de Asia oriental”, las autoridades japonesas alentaron el sentimiento antioccidental de los sectores nacionalistas en las colonias europeas del Pacífico. Estados Unidos impuso un embargo comercial y prohibió la exportación de petróleo a Japón, decisión que apoyaron el Reino Unido y los Países Bajos.
Poco después de que asumiera como primer ministro el general Hideki Tojo en 1941, la armada imperial japonesa atacó la base naval estadounidense de Pearl Harbor (Hawái) el 7 de diciembre de 1941, lo que provocó la entrada de Estados Unidos en la guerra.
A continuación, las tropas japonesas invadieron las colonias británicas y neerlandesas en el Sudeste Asiático, que producían petróleo, caucho y otros recursos necesarios. Así, entre fines de 1941 y los primeros meses de 1942, el Imperio del Japón logró ocupar Hong Kong, Malasia, las Indias Orientales Neerlandesas y parte de Birmania, además de las Filipinas.
El signo de la guerra en el frente del Pacífico cambió a partir de la derrota japonesa en la batalla de Midway (del 4 al 7 de junio de 1942). La Marina estadounidense provocó un inmenso daño a la flota japonesa y detuvo su avance.
Desde entonces, la ofensiva aliada encontró duras resistencias pero fue llevando a cabo exitosos bombardeos y desembarcos. Poco después de la ocupación de la isla de Saipán en junio de 1944, el general Tojo dimitió como primer ministro de Japón y fue reemplazado por Kuniaki Koiso.
La contraofensiva aliada
En octubre de 1944, tropas estadounidenses comenzaron el desembarco en las Filipinas, y entre febrero y marzo de 1945 libraron la batalla de Iwo Jima, considerada una de las más cruentas de toda la guerra, en la que lograron vencer la resistencia japonesa.
El 1 de abril de 1945, tropas estadounidenses desembarcaron en la isla japonesa de Okinawa, a solo 550 kilómetros del archipiélago japonés, y durante 82 días entablaron una batalla en la que las fuerzas japonesas emplearon aviones kamikaze pero fueron finalmente derrotadas.
Ante la negativa del Imperio del Japón a rendirse, Estados Unidos decidió el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima (6 de agosto de 1945) y Nagasaki (9 de agosto de 1945), que causaron más de 200.000 víctimas fatales. Además, la Unión Soviética declaró la guerra a Japón e invadió Manchuria y Corea.
La situación adversa en la que se encontraba Japón y la magnitud de la destrucción provocada por las dos bombas atómicas llevaron al gabinete japonés (encabezado por Kantaro Suzuki, quien había sucedido a Koiso tras el desembarco aliado en Okinawa) a detener las acciones militares el 14 de agosto.
El 15 de agosto de 1945, el emperador de Japón, Hirohito, anunció la rendición incondicional, que fue firmada por sus emisarios el 2 de septiembre a bordo del acorazado USS Missouri, en la bahía de Tokio. Este hecho marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial.
- Ver también: Etapas de la Segunda Guerra Mundial
Japón después de la Segunda Guerra Mundial
La ocupación aliada de Japón
Tras la derrota de 1945, Japón permaneció ocupado por tropas aliadas (principalmente estadounidenses) y estuvo gobernado por una administración dirigida por el general Douglas MacArthur del ejército de Estados Unidos. Las autoridades de ocupación intentaron desmilitarizar la sociedad japonesa, acabar con las instituciones, costumbres y tradiciones semifeudales del Japón imperial, y reformar el país de acuerdo con criterios occidentales.
La administración de MacArthur emprendió una serie de reformas muy profundas:
- Una nueva constitución (promulgada en 1946) que, aunque aceptó la pervivencia de la figura del emperador, diseñó un sistema político parlamentario, democrático y pacifista, en el que se renunciaba a la guerra como medio de dirimir los litigios internacionales.
- Una reforma agraria generalizada que permitió que el campesinado accediera a la propiedad de la tierra.
- Una reforma educativa que puso el énfasis en desarrollar los valores humanistas, individualistas y democráticos y en abandonar los valores feudales, nacionalistas y militaristas que difundían los antiguos libros de texto japoneses.
- La ruptura de los zaibatsu, grandes carteles industriales a los que se responsabilizaba en gran medida de la política imperialista del país en los años treinta. Se trataba de sustituirlos por empresas más pequeñas que funcionaran en un marco de competencia capitalista.
Las reformas introducidas por la administración estadounidense fueron mayormente exitosas. Solo una de ellas fracasó: el desmantelamiento de los zaibatsu. A medida que se extendía la Guerra Fría a Asia, Estados Unidos decidió convertir a Japón en un aliado clave frente a la Unión Soviética, la China comunista y Corea del Norte. Para ello, frenó la disgregación de los zaibatsu y trató de neutralizar a los sindicatos izquierdistas de la posguerra. El éxito económico de los años posteriores acalló en gran medida las protestas contra estas medidas.
En 1951, Japón firmó con Estados Unidos y otros países aliados el Tratado de San Francisco, que entró en vigor en 1952 y terminó con la ocupación aliada de Japón. Además, oficializó la pérdida de los territorios que había conquistado Japón en su etapa imperial.
La democracia japonesa luego de la Segunda Guerra Mundial
Japón se organizó desde los años de la ocupación en una democracia estable y participativa, con separación de poderes:
- Un poder ejecutivo, conformado por un gabinete encabezado por un primer ministro.
- Un poder legislativo o Dieta, conformado por la Cámara de Representantes y la Cámara de Consejeros.
- Un poder judicial, cuya autoridad máxima es la Corte Suprema.
Dado que la Constitución del Japón reconoce que la soberanía reside en el pueblo, el emperador es admitido como símbolo del Estado y la unidad del pueblo japonés pero no tiene facultades de gobierno.
Sin embargo, algunos rasgos del sistema político japonés demostraron la pervivencia de antiguas tradiciones. Si bien el sistema japonés es multipartidista y con plena libertad de expresión, un partido conservador, el Partido Liberal Democrático (PLD), gobernó ininterrumpidamente desde el final de la guerra hasta 1993 (entre 1946 y 1955 lo hizo como alternancia entre el Partido Liberal y el Partido Democrático de Japón, que fueron fusionados en el PLD, que gobernó desde 1955).
El PLD se organizó en torno a facciones controladas por líderes que dominaban, en gran medida, con base en relaciones clientelistas. Finalmente, en 1993, sacudido por hechos de corrupción y otros escándalos, el PLD perdió las elecciones.
Una coalición dirigida por Morihiro Hosokawa acabó con su larga hegemonía. Sin embargo, la alternancia duró muy poco. En 1994 Hosokama debió renunciar y, en 1995, la coalición que lo apoyaba colapsó. Luego de un breve período en el que ocupó el cargo de primer ministro el líder del Partido Socialista de Japón, Tomiichi Murayama, el PLD volvió al poder en 1996.
La economía japonesa en las primeras décadas de la posguerra
En 1950, al igual que algunos países occidentales, Japón era un país empobrecido a causa de la guerra y en el que casi la mitad de la población activa se empleaba en el sector agrario. Pero Japón contaba, desde antes de la Segunda Guerra Mundial, con un sistema económico eficaz en varias áreas (incluida la industria) y con empresarios, directivos, funcionarios y trabajadores bien cualificados.
La tasa media de crecimiento del PIB per cápita japonés entre 1950 y 1973 resultó espectacular (8 %) y no fue superada por ninguna otra economía.
Lo ocurrido durante esta “época dorada” de la economía japonesa tiene muchas similitudes con lo que sucedió en Europa occidental y Estados Unidos, pero también algunas diferencias. Entre las similitudes, ambos crecimientos se dieron como consecuencias de una mayor cooperación económica internacional (a partir de mediados del siglo XX).
En Japón, particularmente, se había destruido la base industrial durante la guerra, y eso incentivó la instalación de nuevas fábricas con innovaciones tecnológicas (generalmente importadas a bajos costos) que le otorgaron una ventaja competitiva. Por otro lado, la organización laboral en sindicatos por empresa y la política de empleo permanente aseguraron generalmente la lealtad de los trabajadores a sus empresas y aumentaron la productividad.
Además, un alto consenso social y un contexto en el que los trabajadores no tenían mucho en qué gastar su dinero permitieron alcanzar tasas de ahorro e inversión muy altas que, a su vez, contribuyeron al crecimiento futuro. Además, el gobierno invertía en infraestructura, especialmente para la comunicación y el transporte.
Por otro lado, la Guerra Fría y, en particular, la guerra de Corea (1950-1953), inclinaron a Estados Unidos a apoyar la recuperación económica de Japón. Los dirigentes políticos, empresariales y sindicales de Japón apoyaron la participación japonesa en la expansión del comercio mundial, que consistió en la exportación de productos industriales.
La economía japonesa a fines del siglo XX
A mediados de los años ochenta, cuando Occidente atravesaba una época de dificultades económicas y sociales (lento crecimiento económico, inflación, desempleo, etc.), la economía de Japón sorprendía al mundo. Había evitado buena parte de los principales problemas que afectaban a la economía internacional.
La capacidad japonesa para ofrecer al mundo una variada gama de productos industriales de calidad (acero, electrónica de consumo, automóviles y maquinaria eléctrica) se vio reforzada frente a sus competidores. También se destacaron su estabilidad institucional y sus logros en materia de salud, educación, cohesión interna y criminalidad, aunque no así en otros aspectos del bienestar (horas trabajadas, consumo, vivienda, autonomía personal, condición de la mujer, entre otros).
Para el año 1990, otros países de Asia habían hecho también avances significativos en el desarrollo económico, especialmente Hong Kong y Singapur (pero también, aunque en menor medida, Taiwán y Corea del Sur). No obstante, el éxito económico de Japón fue excepcional.
Este espectacular crecimiento económico, que recibió el nombre de “milagro japonés”, situó a la economía japonesa en la segunda posición internacional en 1990, con casi el 9 % del PIB mundial, solo por detrás de Estados Unidos. Con más de 120 millones de habitantes, tenía un PIB per cápita muy alto: casi 19.000 dólares internacionales.
Este nivel era solo algo inferior al de un reducido número de países occidentales que, a diferencia de Japón, llevaban largo tiempo perteneciendo al “club de los ricos”. La sociedad japonesa se situaba también a la cabeza de la clasificación mundial de “desarrollo humano”.
A partir de 1991, cuando estalló una burbuja inmobiliaria y financiera que había crecido durante los años anteriores, la economía japonesa entró en un período de estancamiento, conocido como la “década perdida”. Aunque las exportaciones continuaron ascendiendo, el gobierno japonés debió implementar reformas en su economía durante los últimos años del siglo XX y comienzos del siglo XXI.
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Referencias
- Britannica, Encyclopaedia (2019). Empire of Japan. Encyclopedia Britannica. https://www.britannica.com/
- Colcutt, M., Jansen, M. & Kumakura, I. (1994). Japón. El imperio del sol naciente. Folio.
- Hane, M. (2011). Breve historia de Japón. Alianza.Masamoto, K. et al. (2023). Japan. Encyclopedia Britannica. https://www.britannica.com/
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