Te explicamos qué fue el fascismo y sus características. Además, cuáles fueron los principales movimientos políticos fascistas del siglo XX.
¿Qué fue el fascismo?
El fascismo es una ideología política que abarca diferentes prácticas y movimientos políticos del siglo XX. Surgió en Europa luego de la Primera Guerra Mundial y se desarrolló durante el período de entreguerras. Ideológicamente se opone a la democracia, al socialismo y al anarquismo.
Los movimientos políticos fascistas más importantes del siglo XX fueron el nacionalsocialismo alemán liderado por Adolf Hitler y el fascismo italiano encabezado por Benito Mussolini. El gobierno impuesto por Francisco Franco en España también tuvo rasgos que relacionan al régimen con el fascismo.
En los distintos países o movimientos políticos, el fascismo tomó diferentes caminos. Sin embargo, pueden establecerse una serie de rasgos comunes que caracterizan los elementos fundamentales de la ideología fascista.
Principales ideas fascistas
- El totalitarismo: los ciudadanos se deben subordinar al Estado controlado por un partido único.
- El antiliberalismo: se deben eliminar las libertades que generan peligros políticos, ineficacia económica y desorden social.
- El anticapitalismo: el gobierno debe controlar las asociaciones de empresarios y los sindicatos para evitar que un grupo se beneficie a costa del bien general de la nación.
- El antimarxismo: la sociedad debe reflejar la unidad nacional y alejarse de las ideas de lucha de clases.
- El autoritarismo y el militarismo: la organización social debe seguir los parámetros de orden, disciplina y jerarquía que establece el gobierno.
- El nacionalismo radical: la unidad nacional debe ser la máxima prioridad del Estado.
- Ver además: Fascismo
Totalitarismo
El Estado fascista fue un estado totalitario. El gobierno y la burocracia estatal buscaron intervenir en todos los ámbitos de la vida, coartando muchas veces la libertad de los individuos.
Se buscó controlar la educación en todos sus niveles, las actividades de la juventud, la vida laboral y empresarial, los roles de las mujeres y los hombres en la vida privada, los medios de comunicación, entre otras cosas.
A diferencia del Estado liberal, sustentado en la libertad individual, en el fascismo las personas debían subordinarse plenamente a un Estado que se fundamentaba en el uso de la fuerza, el liderazgo autoritario y la jerarquía para ejercer un absoluto control de la sociedad.
El partido oficial (fascista, nacional-socialista) era la única organización política permitida, y fiscalizaba y regulaba toda la acción del Estado.
Antiliberalismo
Para los ideólogos fascistas el liberalismo era una ideología débil, incapaz de frenar el crecimiento del comunismo e ineficaz para mantener el rumbo de la economía en crisis. La democracia y el sufragio universal fueron considerados métodos artificiales e inútiles que intentaban igualar la natural desigualdad entre los hombres.
La libertad, representada en los derechos de expresión, asociación o reunión fue contemplada con absoluto desdén por la ideología fascista, que defendía los ideales de jerarquía, disciplina y obediencia.
Los partidos políticos eran elementos que llevaban al desorden y a la división social. Por eso, en aquellos países donde el fascismo alcanzó el poder, fueron ilegalizados y perseguidos. El Estado fascista se basaba en la creación de un único partido bajo el liderazgo del jefe o caudillo.
Anticapitalismo
El fascismo tuvo en su origen un carácter anticapitalista. El término nacional-socialista es una reminiscencia de esos inicios.
Sin embargo, especialmente en el caso alemán, el capitalismo se identificaba con los financieros y banqueros judíos, calificados como elementos negativos de la burguesía. La propaganda fascista trató de distinguir entre la figura del mal capitalista, sinónimo de usurero corrupto (vinculado a la práctica de profesionales de origen judío), y la del empresario, honrado, laborioso y solidario con la comunidad (vinculado al profesional de origen ario).
El anticapitalismo fascista tuvo su mayor expresión en la organización corporativa del mundo del trabajo. Empresarios y trabajadores fueron obligados a pertenecer a sindicatos obligatorios, controlados por el partido único. Los trabajadores, que perdieron sus sindicatos libres, fueron los grandes perjudicados de esta reorganización del mundo laboral.
Sin embargo, a pesar del discurso ideológico y de la propaganda política, Hitler, Mussolini y otros dictadores fascistas recibieron el apoyo del gran capital en su ascenso al poder y durante el tiempo que duraron sus gobiernos.
Antimarxismo
La lucha de clases, elemento clave en la visión marxista de la sociedad, chocaba frontalmente con la ideología unificadora, nacionalista y totalitaria del fascismo. Los grupos paramilitares fascistas (los squadristi o “camisas negras” italianos, los SA o “camisas pardas” alemanes) hostigaron desde un principio a las organizaciones socialistas, comunistas y anarquistas. Los sindicatos y partidos de izquierda fueron inmediatamente ilegalizados y perseguidos al acceder al poder los fascistas y nacionalsocialistas.
La actitud contra las organizaciones obreras provocó que las clases medias simpaticen con los líderes fascistas, ya que temían una revolución comunista en sus países.
Autoritarismo y militarismo
El fascismo concebía a la sociedad como una organización militar, en la que cada individuo debía ocupar un lugar determinado y desarrollar una función específica. La jerarquía, el mando y la disciplina debían regir el funcionamiento social. No había lugar para discrepancias o disensiones. La desobediencia se debía solucionar con violencia.
Los partidos fascistas organizaron desde un principio grupos paramilitares uniformados (como las “SA” nazis y los “camisas negras” italianos), que desde un principio aplicaron la violencia terrorista a la actividad política.
Al llegar al poder, el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán potenciaron el papel de las fuerzas armadas, esenciales para poner en práctica sus planes de expansión territorial. El espíritu militar impregnó completamente la sociedad a través de los grandes desfiles militares, las actividades de clubes en las juventudes, los estilos y vestimentas militares, y la demarcación de los roles de género tradicionales.
Nacionalismo exacerbado
Los fascismos organizaron su visión totalitaria en torno al concepto de nación. La unidad nacional en torno al Estado, al partido único y al líder conformaban la máxima aspiración de la ideología fascista. Este nacionalismo extremo tomó diferentes formas en los distintos países.
El nacionalismo de los partidos fascistas llevó a la exaltación de ideas expansionistas territoriales. Mussolini quería recrear el antiguo Imperio Romano y unificar toda la región mediterránea bajo la hegemonía italiana.
Hitler buscaba crear un nuevo imperio alemán, el “Tercer Reich” que consideraba heredero del antiguo Sacro Imperio Romano Germánico, bajo la dirección de la raza aria.
Incluso Franco proclamó la vuelta al imperio, exaltando la España de los Reyes Católicos y los primeros monarcas Habsburgo.
Liderazgo de un jefe carismático
Los partidos y, posteriormente, los estados fascistas se organizaron en torno a la figura de un jefe (duce en Italia, führer en Alemania, caudillo en España) con poderes absolutos sobre el partido, el Estado y la sociedad. El eslogan italiano Il Duce ha sempre ragione que significa “el duce siempre tiene razón” expresa la postura irracional de obediencia total al líder.
El jefe estaba dotado de un especial carisma y una personalidad que sobresalía entre los demás militantes del partido. Este carisma fue alimentado por el culto a la personalidad organizado desde el Estado a través de una propaganda sistemática de exaltación del líder.
Empleo de la propaganda y el terror
Los regímenes fascistas pusieron gran empeño en controlar los medios de comunicación, especialmente, la radio y la prensa. Tras prohibir la libertad de expresión y perseguir a los medios de comunicación de la oposición, los gobiernos fascistas utilizaron la propaganda política para inculcar los valores de su ideología.
Una figura destacada en el uso de la propaganda para el control de la sociedad fue el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels. A quienes no se dejaban convencer por la manipulación informativa, el fascismo reservaba el empleo sistemático del terror: desde la amenaza hasta la reclusión y el asesinato.
Racismo
La ideología fascista era totalmente contraria a la idea de igualdad (entre los seres humanos, entre los sexos, entre las naciones). El fascismo alemán fue el movimiento que llevó al extremo las ideas racistas.
La ideología nazi se basaba en una visión racial de la humanidad en la que las razas superiores debían controlar y gobernar a las razas inferiores. Para los alemanes nazis, existía un orden jerárquico de las razas del mundo y la raza aria (que consideraban descendiente de los antiguos germanos) se encontraba en la cúspide.
Sostenían que para el crecimiento político, económico y social de Alemania, los arios debían gobernar el Estado y controlar el accionar, las relaciones y la intervención de las razas inferiores, compuestas por eslavos, gitanos y judíos.
Las personas de práctica u origen judío se encontraban en lo más bajo de la jerarquía racista y fueron consideradas como un problema que el Estado debía resolver. Con el crecimiento del nazismo, el antisemitismo se constituyó como un eje central de su ideología.
Desde el hostigamiento se pasó a la discriminación jurídica (Leyes de Nuremberg, 1935) para llegar, durante la Segunda Guerra Mundial, al genocidio directo. Los nazis llamaron “solución final” al exterminio sistemático de millones de judíos. Hoy se utiliza el término de Holocausto para designar el genocidio judío a manos del nazismo.
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Referencias
- Griffin, R. (2019). Fascismo. Alianza Editorial.
- Hobsbawn, E. J. (1998). Historia del siglo XX. Crítica.
- Tato, M. I., Bubello, J. P., Castello, A. M. y Campos, E. (2011). Historia de la segunda mitad del siglo XX. Estrada.
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