Te explicamos qué fue el sufragismo y cómo es la historia de los movimientos feministas en los distintos países.
¿Qué fue el sufragismo?
Se conoce como sufragismo a los movimientos de mujeres que lucharon para obtener el derecho al voto y otros derechos políticos en los diferentes países del mundo. Esta lucha se inscribe en la historia general del feminismo, que se entiende como un movimiento político, social y cultural que busca alcanzar la igualdad en las condiciones de vida entre las mujeres y los hombres.
Los orígenes del feminismo se encuentran en la actividad organizada que diferentes mujeres empezaron a llevar a cabo hacia fines del siglo XVIII en Francia, con el objetivo de conseguir los mismos derechos políticos que los hombres. Desde entonces, la historia del feminismo estuvo marcada por diferentes “oleadas”, con distintas características, objetivos de lucha y formas de activismo. Se considera que los movimientos sufragistas corresponden a la “primera oleada” del feminismo.
A finales del siglo XVIII, con las primeras revoluciones liberales en contra de los regímenes monárquicos y de la jerarquización social, aparecieron los primeros clubes de mujeres organizadas para la consecución de sus derechos políticos. En Francia, Olimpia de Gouges lideró el activismo feminista. Criticó al gobierno instaurado por la Revolución francesa, que abogaba por la igualdad pero, a su vez, excluía de los derechos políticos a las mujeres, que representaban más de la mitad de la población.
Durante el siglo XIX, se implementaron en los países occidentales regímenes liberales que habilitaron la participación política de los hombres, pero excluyeron a las mujeres. En ese contexto, aparecieron los primeros movimientos sufragistas. Los más importantes fueron el movimiento norteamericano y el británico.
Gracias a su activismo, las mujeres consiguieron su derecho a votar representantes en 1918 en el Reino Unido y en 1920 en Estados Unidos. Sin embargo, en la mayoría de los países del mundo, las mujeres lograron obtener este derecho recién en las décadas de 1950 y 1960, después de la Segunda Guerra Mundial.
Ver además: Movimiento feminista
Los primeros movimientos feministas (1789-1870)
Contexto histórico
Durante el siglo XVIII, la sociedad europea estaba caracterizada por lo que se conoce como “el Antiguo Régimen”. Se trataba de una sociedad dividida en “estados” (o “estamentos”) y estructurada en torno a la desigualdad jurídica de los diferentes sectores de la población.
El “primer estado” y el “segundo estado” estaban integrados por nobles y clérigos, y gozaban de privilegios (exención fiscal, monopolio de los altos cargos públicos, leyes y tribunales especiales). El “tercer estado” estaba compuesto por el resto de la población y se caracterizaba por la ausencia de derechos políticos (voto) y libertades (expresión, reunión, religión).
Por otro lado, en términos de género, las mujeres tenían un rol social circunscrito a lo doméstico, a las labores de la casa, de la procreación y del cuidado de los hijos. Legalmente, estaban subordinadas al hombre (padre o esposo).
La Revolución francesa (1789) y las posteriores revoluciones liberal-burguesas del siglo XIX plantearon como objetivo central la consecución de la igualdad jurídica y de las libertades y derechos políticos para todos los ciudadanos.
Sin embargo, en este contexto surgió la gran contradicción que marcó la lucha del primer feminismo: las libertades, los derechos y la igualdad jurídica que habían sido las grandes conquistas de las revoluciones liberales no incluyeron a las mujeres. Los "Derechos del Hombre y del Ciudadano" que proclamaba la Revolución francesa se referían en exclusiva al "hombre" y no al conjunto de los seres humanos.
A partir de aquel momento, en Europa occidental y Estados Unidos aparecieron diferentes agrupaciones que lucharon por la igualdad de derechos entre las mujeres y los hombres, y dieron inicio al movimiento feminista. Durante ese período, el principal objetivo de las agrupaciones más importantes fue la obtención de derechos políticos y, específicamente, en la consecución del derecho de voto.
La Revolución francesa y los derechos de la mujer
Entre los ilustrados franceses que elaboraron el programa ideológico de la revolución destaca la figura del Nicolás de Condorcet (1743-1794), quien en su obra Bosquejo de una tabla histórica de los progresos del Espíritu Humano (1743) reclamó el reconocimiento del papel social de la mujer. Condorcet comparaba la condición social de las mujeres de su época con la de los esclavos.
Sin embargo, tras el triunfo de la revolución en 1789 pronto surgió una contradicción evidente: una revolución que basaba su justificación en la idea universal de la igualdad natural y política de los seres humanos (bajo el conocido lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad”), negaba el acceso de las mujeres, la mitad de la población, a los derechos políticos, lo que en realidad significaba negar su libertad y su igualdad respecto al resto de los individuos.
La autora teatral y activista revolucionaria Olimpia de Gouges (1748-1793) fue la protagonista de la contestación femenina. En 1791 publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana que era, de hecho, una imitación del texto de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional en agosto de 1789, pero con la inclusión explícita de la mujer en la adquisición de derechos.
De esta manera, Olimpia de Gouges denunciaba que la revolución había olvidado a las mujeres en su proyecto igualitario y liberador. Ella afirmaba que la "mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos" y que "la ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las ciudadanas y los ciudadanos deben contribuir, personalmente o por medio de sus representantes, a su formación".
El planteo de Olimpia de Gouges era claro:
- Libertad
- Igualdad
- Derechos políticos, especialmente el derecho de voto, para las mujeres.
Sin embargo, la propuesta feminista no era compartida por los varones que dirigían la revolución, incluso los revolucionarios más radicales se negaban a considerar la igualdad de derechos entre mujeres y hombres.
Debido a que las denuncias feministas ponían en evidencia la hipocresía de la revolución, el nuevo gobierno revolucionario dictó el encarcelamiento y la ejecución de Olimpia de Gouges.
Diez años más tarde, con la publicación del Código Civil Napoleónico (1804), en el que se recogieron los principales avances sociales de la revolución, se consagró la derrota del primer movimiento feminista. El código negó a las mujeres los derechos civiles reconocidos para los hombres durante el período revolucionario y se impusieron explícitamente leyes discriminatorias, que establecían que el ámbito exclusivo de actuación femenina era el hogar (ámbito privado y doméstico).
Las mujeres casadas continuaron sujetas a su marido en términos de residencia, sucesión, gestión de la propiedad, ejercicio de la profesión, acceso al salario y a los bienes familiares. Se limitó el derecho al divorcio, que quedó definitivamente eliminado en 1816.
El primer feminismo británico
Mary Wollstonecraft (1759-1797) inició con su obra Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792) la larga tradición del feminismo anglosajón. Contraria al absolutismo de los reyes, señaló la conexión existente entre ese sistema político y las relaciones de poder entre los sexos. Los hombres ejercían una verdadera tiranía absolutista sobre las mujeres en el ámbito de la familia y el hogar.
Para Wollstonecraft, la clave para superar la subordinación femenina era el acceso a la educación. Las mujeres educadas no solo alcanzarían un plano de igualdad con respecto a los hombres, sino que podrían desarrollar su independencia económica accediendo a actividades remuneradas. Wollstonecraft, sin embargo, no dio importancia a las reivindicaciones políticas y no hizo referencia al derecho de voto femenino.
Entre los pensadores liberales británicos destaca la figura deJohn Stuart Mill (1806-1873), quien, junto a su mujer Harriet Taylor Mill (1807-1856), publicó El Sometimiento de la Mujer en 1869. Mill situó en el centro del debate feminista la consecución del derecho de voto para la mujer: la solución de la cuestión femenina pasaba por la eliminación de toda traba legislativa discriminatoria.
Una vez suprimidas estas restricciones, las mujeres superarían su "sometimiento" y alcanzarían su emancipación. La libertad individual facilitada por la desaparición de impedimentos legales permitiría el desarrollo de la personalidad de las mujeres y el pleno ejercicio de sus capacidades.
El libro de Mill tuvo un enorme impacto. Publicado en 1869, fue un elemento clave de la expansión e internacionalización del movimiento sufragista. Ese mismo año se editó en Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Alemania, Austria, Suecia y Dinamarca, y al siguiente apareció en Italia y Polonia, y despertó el interés y la reflexión de muchas mujeres entre los sectores de clase alta.
John Stuart Mill presentó al Parlamento inglés en 1866 una demanda a favor del voto femenino. Su rechazo provocó que en 1867 naciera el primer grupo claramente sufragista británico: la National Society for Woman’s Suffrage (Asociación Nacional para el Sufragio de la Mujer), liderada por Lydia Becker.
Los inicios del feminismo norteamericano
El movimiento feminista en Estados Unidos se consolidó rápidamente debido a las condiciones sociales, políticas y económicas propias de la sociedad americana.
En Estados Unidos existía un sistema político en principio democrático pero, al igual que en todos los países, las mujeres estaban excluidas de los derechos políticos que tenían los varones. Por otro lado, era una sociedad en la que todavía existía la esclavitud.
En este contexto, el feminismo nació ligado a los movimientos protestantes de reforma religiosa que propugnaban una regeneración moral de la sociedad y al abolicionismo de la esclavitud. La importante participación femenina en movimientos humanitarios por la abolición de la esclavitud ayudó a generó una profunda concientización social de las mujeres. Las mujeres veían la analogía entre los esclavos sin derechos y la posición inferior de la población femenina ante la dominación de los varones.
Por otro lado, las prácticas religiosas protestantes promovían la lectura y la interpretación individual de los textos sagrados. Esto favoreció el acceso de las mujeres a niveles básicos de alfabetización, lo que provocó que el analfabetismo femenino estuviera prácticamente erradicado a principios del siglo XIX.
A diferencia de Europa, desde mediados del siglo XIX nos encontramos con una amplia capa de mujeres educadas de clase media que se convirtieron en el núcleo impulsor del primer feminismo.
El primer documento colectivo del feminismo norteamericano lo constituyó la Declaración de Seneca Falls, aprobada el 19 de julio de 1848 en una capilla metodista de esa localidad del estado de Nueva York. En la declaración se denunciaban los agravios que habían sufrido las mujeres a lo largo de la historia.
Tras la Guerra de Secesión (1861-1865), el movimiento feminista (que había ligado en gran medida su suerte al abolicionismo) sufrió una gran desilusión. Pese al triunfo del bando nordista, partidario de la supresión de la esclavitud, la XIV enmienda de la Constitución, que otorgaba el derecho de voto a los esclavos negros liberados, le negó a la mujer el derecho de sufragio.
En respuesta, las activistas Elisabeth Candy Stanton (1815-1902) y Susan B. Anthony (1820-1906) crearon la Asociación Nacional por el Sufragio de la Mujer, primera asociación del feminismo americano, independiente de los partidos políticos y de los movimientos de reforma más generales.
El auge del sufragismo (1870-1939)
Contexto histórico
Hacia 1870 se desencadenó la Segunda Revolución Industrial, que se caracterizó por la aparición de nuevas tecnologías que aceleraron el proceso de industrialización. Esto generó una serie de cambios políticos, económicos y sociales que, a su vez, fueron propicios para el crecimiento de los diferentes movimientos feministas.
Las mujeres se insertaron en el mercado laboral con mayor proporción, lo que fue propicio para su autonomía económica y civil. En Gran Bretaña, por ejemplo, a principios del siglo XX el 70.8 % de las mujeres solteras de entre 20 y 45 años tenían un trabajo remunerado.
Por otro lado, la inserción laboral de las mujeres tuvo consecuencias sociales en relación a su propia concepción de los roles y funciones que debían cumplir en sus entornos familiares. Entre los sectores de clase media, aumentó la cantidad de mujeres adultas que se mantuvieron solteras y se dedicaron a su profesión.
Desde entonces, se comenzó a cuestionar la distribución de roles dentro del matrimonio: por qué los hombres podían trabajar para abastecer a su familia y las mujeres debían dejar sus profesiones y ocuparse solo de los asuntos domésticos. La "carrera del matrimonio" registraba un cierto retroceso para muchas mujeres, no solo como proyecto de vida, sino también como opción económica.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la inserción laboral de las mujeres en el ámbito de las fábricas se volvió masiva, ya que se debía sustituir a los hombres que habían marchado al frente de guerra.
Esto permitió la revalorización de la posición social de las mujeres respecto a los hombres, que se ocuparon de mantener en funcionamiento la producción industrial. Esta nueva conciencia de su valor social alentó las demandas del derecho de sufragio femenino.
Los principales objetivos de los movimientos sufragistas de esta época eran: el derecho de voto, la mejora de la educación, la capacitación profesional y la apertura de nuevos horizontes laborales, la equiparación de los derechos familiares.
La gran novedad estuvo en la amplia movilización colectiva que lograron dirigir los movimientos sufragistas de los distintos países.
El auge del sufragismo norteamericano
A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, las feministas americanas iniciaron una activa campaña por la consecución del sufragio. Durante este periodo, el activismo sufragista más importante estuvo dirigido por Susan B. Anthony (1820-1906), Lucy Stone (1818-1893) y Elisabeth Cady Stanton (1815-1902). Desde la Asociación Nacional Americana por el Sufragio de la Mujer (National American Woman Suffrage Association) trabajaron para conseguir el voto en los diversos estados y forzar un cambio en la constitución norteamericana.
Gracias al trabajo de las sufragistas, el voto femenino fue gradualmente aprobado mediante consultas populares en diversos estados: Wyoming (1869), Utah (1870), Colorado (1893), Idaho (1896), Washington (1910), California (1911), Oregón, Arizona y Kansas (1912) y Nevada y Montana (1914).
En 1917 fue elegida en Montana la primera congresista de los Estados Unidos, Jeanette Rankin. Finalmente, en 1919, el presidente Woodrow Wilson, del partido demócrata, anunció personalmente su apoyo al sufragio femenino. En 1920 se aprobó la XIX Enmienda a la Constitución de Estados Unidos a través de la cual se reconoció el derecho de voto a las mujeres a nivel nacional.
La radicalización del sufragismo británico
Entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, el movimiento sufragista británico se dividió en dos tendencias: una moderada y otra radical, partidaria de la acción directa.
Millicent Garret Fawcet (1847-1929) encabezó a las sufragistas moderadas que se agruparon en la Unión Nacional de Sociedades de Sufragio Femenino. En 1914, esta asociación llegó a contar con más de 100 000 miembros y centraba su labor en la propaganda política, a través de manifestaciones y campañas de persuasión, siempre bajo una estrategia de orden y legalidad.
La ausencia de resultados efectivos de la estrategia moderada llevó a la creación de otra organización, la Unión Social y Política de Mujeres (WSPU, por sus siglas en inglés), liderada por Emmeline Pankhurst. Sus miembros fueron conocidas como las “suffragettes”.
Además de los tradicionales medios de propaganda como los mítines y las manifestaciones, la WSPU recurrió a tácticas violentas como el sabotaje, el incendio de comercios y establecimientos públicos, o a las agresiones a los domicilios privados de destacados políticos y miembros del Parlamento.
Ante la creciente represión gubernamental, las “suffragettes” respondieron con huelgas de hambre en la cárcel a las que la administración respondió con alimentación forzada. El Parlamento aprobó la ley conocida como “Ley del Gato y el Ratón” por la cual las mujeres (los “ratones”) serían liberadas por las autoridades (el “gato”) cuando su estado físico fuera preocupante. Sin embargo, una vez recuperadas físicamente volvían a ser detenidas y encarceladas.
La virulencia de la protesta sufragista hizo que los partidos políticos tradicionales comenzaran a reconsiderar su actitud ante el voto femenino.
La Primera Guerra Mundial marcó una tregua en las demandas sufragistas, y tras el conflicto, en el que las mujeres acumularon méritos como la mano de obra que permitió el funcionamiento de la economía, el sufragio femenino tuvo que ser finalmente reconocido.
En 1918, una nueva ley electoral permitió a las mujeres de más de 30 años obtuvieron el derecho de voto. Diez años después, en 1928, una nueva ley, la "Equal Franchise Act", hizo que, por fin, todas las mujeres mayores de edad alcanzaron el anhelado derecho de sufragio.
La extensión de la Primera Guerra Mundial llevó a que las mujeres se incorporen en los ámbitos de trabajo tradicionalmente reservados para los hombres. Los gobiernos en guerra fomentaron esto para evitar el colapso industrial. En la siguiente tabla se puede ver cómo en el Reino Unido aumentó la presencia de mujeres en diferentes rubros de trabajo durante el periodo de la guerra:
Porcentajes de mujeres sobre hombres empleados por sectores | ||||
---|---|---|---|---|
Año | Industria % | Transporte % | Agricultura % | Comercio % |
1914 | 26 | 2 | 9 | 27 |
1918 | 35 | 12 | 14 | 53 |
1920 | 27 | 4 | 10 | 40 |
Cronología del sufragismo
1791
- Olimpia de Gouges publica la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana.
1792
- Mary Wollstonecraft publica Vindicación de los Derechos de la Mujer.
1843
- Flora Tristán publica La Unión Obrera.
1848
- Declaración de Seneca Falls (Nueva York).
1869
- Wyoming es el primer estado de EE. UU. en otorgar el derecho de voto femenino.
1869
- John Stuart Mill publica El sometimiento de la mujer.
1879
- August Bebel publica La mujer y el socialismo.
1893
- Nueva Zelanda es el primer país que concede a nivel nacional el derecho de sufragio a las mujeres.
1897
- Lydia Becker y Millicent Fawcet fundan la Unión Nacional de Sociedades para el Sufragio de la Mujer (National Union of Women's Suffrage Societies - NUWSS).
1903
- Emmeline Pankhurst y sus seguidoras abandonan la NUWSS y forman la Unión Política y Social de las Mujeres (Women's Social and Political Union - WSPU).
1906
- Finlandia, primer país europeo que otorga el sufragio femenino a nivel nacional.
1907
- Bajo la presidencia de Clara Zetkin, se reúne la I Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas.
1913
- El Parlamento británico aprueba la "ley del gato y el ratón".
1917
- Jeanette Rankin es la primera mujer elegida como miembro del Congreso de los Estados Unidos.
1918
- El Parlamento británico aprueba una ley electoral que otorga el sufragio a las mujeres mayores de 30 años.
1920
- Se aprueba la XIX enmienda a la Constitución de EE. UU. por la que todas las mujeres mayores de edad obtienen el derecho de voto.
Sigue con:
- Mujeres en la Revolución Francesa
- Revoluciones burguesas
- Edad Contemporánea
- Libertad
- Día Internacional de la Mujer
Referencias
- Alberdi, I. (2020). Historia del feminismo. En: Revista de Occidente, 466, 17-25.
- Auffret, S. (2020). La gran historia del feminismo: de la Antigüedad hasta nuestros días. La Esfera de los Libros.
- Castillo, G. P., & Torres, J. R. (2013). La I Guerra Mundial en la retaguardia: la mujer protagonista. Historia y Comunicación social, 18, 191-206.
- Suari, G. R. A. (2015). La evolución del voto de la mujer en el mundo y sus implicaciones. Revista legislativa de estudios sociales y de opinión pública, 8(16), 147-163
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