Te explicamos quién fue la madre Teresa de Calcuta, por qué recibió el Premio Nobel de la Paz y cómo fue canonizada por la Iglesia católica.
¿Quién fue la madre Teresa de Calcuta?
Santa Teresa de Calcuta, popularmente conocida como la madre Teresa de Calcuta, fue una monja católica albanesa, beatificada y canonizada por la Iglesia católica. Fue la fundadora de la congregación de las Misioneras de la Caridad en la ciudad de Calcuta, en la India y también una de las personalidades mediáticas más populares del siglo XX.
De nombre secular Agnes (Anjezë en albanés), Teresa descubrió su vocación religiosa a temprana edad y dedicó su vida al servicio de los demás, primero en un convento en Irlanda y más tarde en la India. Su popularidad internacional se debe, en buena medida, al documental Something Beautiful for God de Malcolm Muggeridge, producido y difundido en la década de 1970, y al Premio Nobel de la Paz que le fue otorgado en 1979.
En vida, Teresa fue merecedora de elogios y reconocimientos por parte de muchos, y también de severas críticas por otros, debido a sus actitudes reaccionarias y la deficiente atención humanitaria de los centros de su congregación. Sin embargo, en el centenario de su nacimiento, el 26 de agosto de 2010, su figura y su labor recibieron homenaje del mundo entero.
Ver además: Iglesia católica
Nacimiento y juventud de Teresa de Calcuta
Con el nombre albanés de Anjezë Gonxhe Bojaxhiu, Teresa de Calcuta nació en la ciudad de Escopia, la principal urbe de la actual Macedonia del Norte, el 26 de agosto de 1910. En aquella época, ese territorio formaba parte del Imperio otomano.
Sus padres fueron Nikölle Bojaxhiu y Dranafile Bernai, una pareja albanesa acomodada, proveniente de la región de Kosovo. Practicantes de la religión cristiana, bautizaron a su hija al día siguiente de nacida, razón por la cual Agnes consideraba esa fecha como su verdadero día de nacimiento. Agnes fue, además, la más joven de tres hermanos.
Su padre, Nikölle, era un próspero comerciante de materiales de construcción y además estaba involucrado en la política local: había sido concejal de Escopia, vinculado con los partidos nacionalistas locales.
En 1919 se celebraba un congreso de afirmación nacional en Belgrado, en el que Nikölle participaba, y del que fue retirado directo al hospital, con un cuadro médico de espasmos y hemorragias internas que permitió sospechar que había sido envenenado. Horas después, falleció. A su entierro acudió buena parte de la ciudad. Agnes tenía apenas nueve años de edad.
La región europea de los Balcanes, a la cual pertenece la actual Macedonia del Norte, fue un territorio en continua disputa a lo largo de la historia, que controlaron sucesivamente los grandes imperios medievales y modernos, como el Imperio romano, el Imperio bizantino y el Imperio otomano. Como resultado de ello, la región tiene una población muy diversa étnica y religiosamente, lo cual es fuente de riqueza cultural a la vez que de tensiones sociales y políticas.
En ausencia de su padre, Agnes y su madre se volcaron a la fe católica. Agnes formó parte del coro de su parroquia, donde cantó como soprano solista, así como del Sodalicio de Nuestra Señora, una congregación Mariana fundada en 1563.
Durante aquellos primeros años de vida, Agnes conoció la devoción religiosa, inspirada sobre todo en los relatos de los misioneros jesuitas yugoslavos en Bengala, cuyo ejemplo imitaría algunos años más tarde. Aquellas lecturas le eran facilitadas por el párroco local, el padre Jambrekovic, con quien Agnes había hecho la comunión y la confirmación.
A los doce años de edad, la joven Agnes sabía que dedicaría su vida a la religión católica y al trabajo por los pobres y desposeídos. Quería ser una monja misionera.
Ver también: Diversidad cultural
La partida hacia Irlanda
Una vez que Agnes logró convencer a su madre de la seriedad de su vocación y de sus propósitos, solicitó la orientación del padre Jambrekovic para elegir los siguientes pasos a dar. Fue gracias a él que supo de las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto: una congregación conocida como las “Damas irlandesas”, cuyo énfasis estaba en la educación y la enseñanza, y que tenían presencia en distintas ciudades de la India.
De modo que, si Agnes se disponía a ingresar a la orden, debía primero dirigirse a las cercanías de Dublín, en el corazón de la Irlanda católica. Semejante viaje, durante el primer tercio del siglo XX, representaba un gran esfuerzo en materia de tiempo y costo.
Pero el 15 de agosto de 1928, mientras rezaba en la capilla de la Virgen de Letnice, Agnes llegó a la conclusión de que su vocación ameritaba esfuerzos y sacrificios. En menos de un mes se despidió de su familia, a la que nunca volvería a ver, y abordó un tren para dejar atrás Escopia. Tras una parada en Croacia y otra en París, Teresa llegó al Instituto de la Bienaventurada Virgen María, en Rathfarnham, Irlanda.
Su estancia en Irlanda, sin embargo, no superó los dos meses. Si bien el plan inicial era aprender allí la lengua inglesa, Agnes fue admitida como postulante y trasladada junto con la novicia Betika Kajn en noviembre de 1928 a la ciudad de Calcuta, en la India. El viaje en barco hacia su nuevo destino tomó más de un mes. Llegaron el 6 de enero, día en que se conmemoran las misiones. Teresa tenía 19 años de edad.
El noviciado en la India
La primera parada de Agnes en la India se produjo en la ciudad de Calcuta, donde las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto tenían un convento y dos escuelas para niñas: una de pago, para las clases pudientes de la India, y otra gratuita para las niñas provenientes de hogares pobres. Allí tuvo sus primeras y tristes impresiones frente al orden colonial y los rickshaws tirados por sus propios conductores.
Sin embargo, en Calcuta estaría apenas un par de semanas, pues la casa del noviciado se encontraba en Darjeeling, en las cercanías del Himalaya, donde el Raj británico propiciaba el cultivo de té y los alojamientos vacacionales. Allí emprendió los rigores del noviciado, cuyo segundo año culminó el 24 de marzo de 1931.
Entonces, de acuerdo a las tradiciones, debió escoger un nombre religioso, y eligió el de una santa recientemente canonizada: la carmelita descalza Santa Teresa de Lisieux (1873-1897), mejor conocida como Santa Teresita del Niño Jesús, santa patrona de los misioneros. Ese día nació en la fe cristiana una nueva sierva de Dios: Teresa Bojaxhiu, más adelante conocida como Teresa “de Calcuta”.
Se dio la casualidad de que, en la misma casa de noviciado de Darjeeling, otra religiosa había elegido el mismo nombre que Teresa, posiblemente por motivos similares. Para distinguir entre la Teresa irlandesa y la Teresa eslava, se escribió el nombre de la primera en francés: Thèrése, y el de la segunda simplemente Teresa, castellanizado.
Esto propició cierta confusión respecto a quién rendía Agnes homenaje con su nombre religioso, por lo que a menudo se veía obligada a aclarar que no había sido en honor a Teresa de Ávila (Santa Teresa de Jesús), apodada “la grande”, sino de “la pequeña” Santa Teresa de Lisieux.
Durante su estancia en Darjeeling, Agnes, ahora Teresa, mejoró su inglés y aprendió la lengua bengalí, con la que luego enseñó Geografía e Historia en la escuela próxima al convento de Calcuta. Además, en Darjeeling hizo sus votos de pobreza, castidad y obediencia el 24 de mayo de 1931.
Una vez incorporada de lleno a la orden, Teresa regresó a Calcuta y se sumó al cuerpo docente en la Escuela del Convento de Loreto, durante el primer año de prueba de sus votos. Esta figura de las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto permite que una monja dé por concluidos sus votos y regrese a la vida laica tras un año de ejercerlos, o que incluso no le sean renovados por sus superioras, de ser así necesario.
Ninguna de las dos cosas sucedió con Teresa, cuyos votos se renovaron por otros tres años, y luego por otros tres, al término de los cuales se la consideró integrante definitiva de la congregación. El 25 de mayo de 1937, tras nueve años dedicados a la orden, Teresa Bojaxhiu hizo votos de por vida de obediencia, castidad y pobreza.
El llamado dentro del llamado
Teresa fue docente de Geografía, Historia y Religión durante casi 20 años, al término de los cuales fue ascendida a directora del centro educativo de la congregación. Durante esos años presenció las desigualdades y crueldades de la sociedad de castas de la India, así como las iniquidades fruto del orden colonial británico, empeñado en reprimir el movimiento por la independencia del pueblo indio.
Con especial dolor fue testigo de la hambruna de 1943 en Bengala, durante la Segunda Guerra Mundial, y de los violentos conflictos entre hindúes y musulmanes en 1946. Y el 10 de septiembre de ese mismo año experimentó lo que más adelante definió como un “llamado dentro del llamado”, es decir, una convocatoria divina para que dedicara su vida a aliviar el dolor de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Esto sucedió durante un viaje en tren de Calcuta a Darjeeling, para su retiro anual.
Teresa acudió con esta nueva revelación a su confesor, el jesuita belga Celeste van Exem (1908-1993), quien le pidió que intentara poner en palabras el misterio que había experimentado. Gracias a ello se conocen las impresiones de Teresa: no solo el irresistible llamado a atender a los pobres y desposeídos, sino también el empuje a renunciar a la congregación de Nuestra Señora de Loreto y fundar algo propio, algo nuevo. Pero eso vendría mucho después.
Si bien Teresa expuso su llamado a van Exem, a la superiora de su orden y al propio arzobispo de Calcuta, el jesuita Ferdinand Perier (1875-1968), la instrucción que recibió fue la de aguardar. Esperó durante dos años, lidiando día a día con el llamado que se hacía más fuerte.
Finalmente, su caso se expuso ante la Santa Sede del Vaticano, en Roma. Y en contra de las recomendaciones del arzobispo, cuya propuesta era que Teresa volviera a la vida secular, el Vaticano decidió otorgarle la exclaustración, es decir, el permiso para hacer vida fuera del convento.
En 1948 le fue concedido el permiso de abandonar el claustro y comenzar su peregrinaje entre los pobres de Calcuta. Salió del convento dejando atrás una vida entera y cambiando su hábito por el sari blanco de líneas azules con el cual se la llegó a identificar más adelante. Tenía apenas cinco rupias en el bolsillo.
Su permiso de exclaustración, sin embargo, era provisional. Duraría un año, sería evaluado y podría luego ser renovado. Por consejo del padre van Exem, se alojó temporalmente en el asilo “San José” de las Hermanitas de los Pobres y de inmediato realizó sus primeros recorridos por Calcuta. Durante un año se dedicó sobre todo a alfabetizar a los niños pobres e impartirles un conocimiento básico de higiene personal.
Sus labores, sin embargo, eran arduas y experimentó el desamparo y la soledad. A menudo tuvo que mendigar comida y recursos para atender a los pobres, y la asaltó la tentación de volver a su vida segura y tranquila en el convento. Finalmente, sus acciones llamaron la atención de los lugareños y contó con ciertos donativos, así como un espacio improvisado para utilizar como aula de clases. Su misión había comenzado formalmente.
Las Misioneras de la Caridad
A lo largo de sus primeros dos años de misión, Teresa se convenció de la necesidad de fundar una nueva orden religiosa que siguiera su ejemplo y saliera a la calle a atender a los pobres, los ciegos, los lisiados, los leprosos y aquellos que en la sociedad de castas de India eran considerados como “intocables”, o sea, los parias.
La aprobación del Vaticano para la formación de esa nueva orden llegó en 1950. Sin embargo, la recién conquistada independencia de la India trajo consigo dificultades políticas y diplomáticas que sortear. Para facilitar las cosas, Teresa debió adquirir la nacionalidad india y recibir formación de enfermera con las Hermanas Misioneras Médicas de Estados Unidos, en Patna, al noroeste de la India.
Al momento de su fundación, la nueva orden de Teresa, bautizada como las Misioneras de la Caridad, contaba con apenas trece miembros, contando a su fundadora. Eso no les impidió llevar a cabo sus labores de atención que jamás distinguieron entre musulmanes, hindúes o cristianos, todos eran recibidos en igualdad de términos.
En uno de aquellos días, Teresa se tropezó con una mujer moribunda, tirada en plena calle. Teresa la levantó y la llevó al hospital, donde le dijeron que nada podían hacer por ella. Aquello formaba parte de la vida cotidiana de la ciudad. Así que la misionera se dirigió a las autoridades sanitarias y pidió que le fuese cedido algún espacio para albergar a los moribundos.
Fue así como nació en 1952 el primer hogar del moribundo, emplazado en una sala vacía (el darmashalah) dentro de un templo hinduista consagrado a la diosa Kali. Este hogar funcionó hasta 1970, y acogió a más de 20.000 personas, de las cuales murieron allí cerca de la mitad, cada una de acuerdo a los ritos de su fe.
Similarmente, en 1955, la presencia creciente de niños huérfanos en las calles de Calcuta la impulsó a abrir un Hogar del Niño del Inmaculado Corazón. Además, en un terreno prestado de la Sociedad de Ferrocarriles, Teresa construyó un modesto edificio de ladrillos para albergar a quienes padecían la enfermedad de Hansen, o sea, la lepra. Allí recibían vendas limpias, palabras de aliento y, de vez en cuando, medicamentos.
Las Hermanas de la Caridad son actualmente una orden religiosa extensa. Con presencia en 133 países y alrededor de 4500 integrantes religiosos, administran 19 hogares en la ciudad de Calcuta, una escuela para niños de la calle y un leprosario. Los principios de la congregación incluyen los tres votos tradicionales de los misioneros: pobreza, castidad y obediencia, así como un cuarto voto de servicio libre y de todo corazón a los más pobres entre los pobres.
Las acciones de Teresa se hicieron pronto sentir en la sociedad de la India, y pronto las Misioneras de la Caridad crecieron en número. A ellas se sumaron tantos integrantes masculinos que en 1963 se fundó la orden de Los Hermanos de las Misioneras de la Caridad.
La internacionalización de la orden y de su figura
En 1964, el papa Pablo VI visitó la India, como parte de su congreso eucarístico, y entró en contacto con la orden fundada por Teresa de Calcuta. El pontífice quedó tan impresionado con la labor de Teresa que le obsequió el automóvil Lincoln tipo limosina en el que se trasladaba, y al año siguiente otorgó su aprobación formal a la Hermandad de las Misioneras de la Caridad.
Teresa subastó la limosina otorgada por el papa y utilizó el dinero para atender a los leprosos de Calcuta, que ya abarrotaban el hogar que administraba. Entonces fundó en las afueras de Calcuta, a 300 kilómetros de la urbe, el centro Shanti Nagar, también conocido como la Ciudad de la Paz: una ciudadela para leprosos atendida por los miembros de su congregación.
Con el reconocimiento papal la orden ganó una inmensa visibilidad. Nuevos colaboradores y voluntarios permitieron la expansión de los hogares más allá de Calcuta, de modo que a finales de la década estaban ya en diversas ciudades del país, y tenían células incipientes en Venezuela, Roma, Tanzania, Austria y Estados Unidos, que la propia Teresa había acudido a fundar. No tardarían en seguirle muchas otras en Asia, África y Europa.
La popularidad internacional de su figura, sin embargo, disparó en 1969 con la aparición del documental Something Beautiful for God, de Malcolm Muggeridge, y luego del libro del mismo nombre y autor en 1972.
En 1971 la orden enfrentó uno de sus más grandes retos: la Guerra de Liberación de Bangladesh. A lo largo de los 8 meses de conflicto, casi 3 millones de civiles fueron asesinados y más de 200.000 mujeres fueron violadas y perseguidas. Las casas de las Hermanas de la Caridad sirvieron de asilo a miles de refugiadas, por lo cual ellas recibieron, al término del conflicto, el estatus de heroínas nacionales.
Nuevos reconocimientos internacionales fueron otorgados a las Hermanas Misioneras a partir de entonces: el Premio papa Juan XXIII, otorgado por el papa Pablo VI en 1971; ese mismo año un bono de 15.000 dólares estadounidenses de la Fundación Joseph P. Kennedy Jr., que además le otorgó a Teresa el premio “Buen Samaritano”; y en 1973 el Premio Templeton en Londres. Todo ese dinero fue invertido en el mantenimiento y la expansión de la orden.
Otros reconocimientos de la época, por parte de Estados Unidos, Roma y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), incluyen los prestigiosos premios Pacem Terris y premio Balzam, así como en 1979 el Premio Nobel de la Paz que se otorgó a Teresa en Noruega. La homenajeada no asistió al banquete ceremonial ofrecido a los premiados y pidió que los 192.000 dólares estadounidenses del premio se donaran a los pobres de la India.
A sus labores con los pobres se sumó, a partir de entonces, un nuevo papel como emisaria internacional de la paz.
Los últimos años de la madre Teresa de Calcuta
En la década de 1980 la figura de la madre Teresa de Calcuta fue muy celebrada y apreciada, pues su rol de defensora de la paz le permitió salvar vidas en conflictos internacionales.
Así ocurrió en 1982 durante el asedio de Beirut, en Líbano, cuando negoció un cese al fuego entre el ejército israelí y las guerrillas palestinas para, acompañada por la Cruz Roja, rescatar a 37 niños atrapados en un hospital en la zona de guerra. También visitó la República Soviética de Armenia para atender a las víctimas del terremoto de Spitak en 1988, a Etiopía para alimentar a los hambrientos y ayudó a los refugiados del desastre de Chernóbil, en la Unión Soviética en 1986. Esto último le valió la Medalla de Oro del Comité Soviético de Paz.
A lo largo de esta década, sin embargo, su salud comenzó a deteriorarse. En 1983 sufrió un ataque cardíaco cuando visitaba al papa Juan Pablo II y requirió de un marcapasos. Su salud era cada vez más frágil. De modo que se le propuso que cediera la conducción de las Misioneras de la Caridad a alguien más joven. Ella estuvo dispuesta, pero sus compañeras la eligieron unánimemente para seguir a la cabeza de la congregación.
En 1991 fue hospitalizada en California por problemas cardíacos y neumonía, y en 1993 se rompió tres costillas y contrajo malaria. En 1996, se fracturó la clavícula. Para ese año, las Misioneras de la Caridad tenían presencia en más de 100 países y regentaban casi 450 hogares.
En marzo de 1997, sin embargo, Teresa estaba demasiado enferma. La orden contó entonces con una nueva superiora: la hermana María Nirmala Joshi. El 5 de septiembre de ese mismo año, la madre Teresa de Calcuta falleció en Santo Tomás, Calcuta, a los 87 años de edad, debido a un paro cardíaco. Su cuerpo recibió un funeral de Estado en India y fue trasladado en el mismo carruaje destinado a los restos de Mahatma Gandhi (1869-1948).
Beatificación y canonización de Teresa de Calcuta
El proceso de beatificación de la madre Teresa de Calcuta inició prácticamente después de su muerte, cuando en 1998 se produjo un milagro atribuido a la misionera. Mónica Besra, una mujer que padecía un cáncer abdominal, sanó inexplicablemente tras ser atendida en Roma por las Misioneras de la Caridad. Una de las misioneras, según contó la paciente, colocó sobre su vientre una imagen de la Virgen María que había estado en la túnica de la madre Teresa de Calcuta durante la recepción del Premio Nobel, y justo al cumplirse un año del fallecimiento de Teresa, el cáncer desapareció.
Así, el 19 de octubre de 2003, ante unas 300.000 personas congregadas en la plaza del Vaticano, el papa Juan Pablo II proclamó beata a la madre Teresa de Calcuta, y le asignó el día 5 de septiembre como día de su festividad. Doce años después, otra sanación misteriosa de un cáncer cerebral se le adjudicó a la santa, y permitió que el papa Francisco aprobara su canonización el 18 de diciembre de 2015.
Finalmente, el 4 de septiembre de 2016 fue declarada santa y el 6 de septiembre de 2017 fue nombrada copatrona de la Arquidiócesis de Calcuta, junto con san Francisco Javier.
Legado y críticas a su figura
La madre Teresa de Calcuta fue, incluso después de su muerte, una de las mujeres más admiradas del mundo entero. Su imagen fue inmensamente popular, y tras su fallecimiento recibió numerosos homenajes de parte de la Iglesia católica y de la Organización de las Naciones Unidas.
Además, ha sido representada en el cine con fines documentales y ficcionales, y su nombre encabeza diferentes premios nacionales e internacionales a la actuación humanitaria.
Sin embargo, no todas las opiniones sobre su obra y su figura son unánimes. Las críticas hacia la madre Teresa tuvieron que ver, fundamentalmente, con sus posturas conservadoras respecto a diversos temas. Por ejemplo, se opuso públicamente a cualquier intento de reforma y revisión doctrinal de la Iglesia católica, proponiendo como alternativa más trabajo y más fe.
Sus opiniones eran favorables al divorcio, pero contrarias al uso de anticonceptivos y al aborto, contra el cual se pronunció públicamente en más de una ocasión, incluida la recepción del Premio Nobel de la Paz en 1979. Llegó incluso a afirmar que “quienes usan anticonceptivos no comprenden el amor”. Estas opiniones no fueron siempre bien recibidas, especialmente en un país con severos problemas de abandono infantil como lo era India.
La madre Teresa consideraba el sufrimiento como una vía de aproximarse a Dios, lo cual la hacía propensa a posturas y acciones que fueron juzgadas como desconsideradas o incluso crueles. De hecho, sus hogares y refugios para los enfermos y moribundos fueron duramente criticados por la prensa médica e incluso por algunos sectores católicos.
Entre las denuncias que se formularon en su contra, estaban las prácticas insalubres (como la reutilización de agujas hipodérmicas, o la no diferenciación entre enfermos curables e incurables, o entre enfermedades contagiosas y no contagiosas), la falta de medicamentos y prácticas diagnósticas, e incluso la ausencia de analgésicos.
Así, no faltaron voces alzadas en su contra. David Scott, autor de un periódico católico, acusó a la santa de “limitarse a mantener viva a la gente pobre de Calcuta, en lugar de luchar contra la pobreza en sí”. Mientras que Colette Livermore, ex Misionera de la Caridad, relata en su libro Hope Endures: Leaving Mother Teresa, Losing Faith, and Searching for Meaning (2008) los motivos detrás de su abandono de la orden, a la que acusó de profesar una “teología del sufrimiento”.
Muchos de los críticos de la madre Teresa, sin embargo, concordaban en que se trataba de una mujer generosa, amable y sacrificada, pero a la vez consideraban que servía de instrumento a sectores egoístas de la sociedad.
Por ejemplo, fue muy criticada la participación de la madre Teresa en la tragedia de la ciudad de Bhopal, en India, donde una planta química de la multinacional Union Carbide estalló, mató a 2500 personas y envenenó el suelo y el agua de las poblaciones vecinas. Recién llegada al lugar de los acontecimientos, la religiosa se dedicó a convencer a los afectados de “perdonar” y así no emprender acciones legales contra la empresa.
Similarmente, hubo quienes rechazaron su imagen debido al origen de los donativos que recibía su congregación, muchos de los cuales tenían orígenes ilícitos o inmorales. Entre ellos el gobierno del dictador haitiano François Duvalier (1907-1971), quien recibió elogiosas palabras a cambio; o el estafador estadounidense Charles Keating Jr. (1923-2014), responsable de uno de los mayores desfalcos de la historia de su país, quien al ser apresado recibió de la madre Teresa una carta intercediendo en su defensa.
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Referencias
- González-Balado, J. L. y Playfoot Paige, J. N. (2021). Madre Teresa de los pobres. Editorial San Pablo.
- Portal del Vaticano. (s. f.). Mother Teresa of Calcutta (1910-1997). https://www.vatican.va/
- Veiga, E. (2021). “Madre Teresa de Calcuta: las luces y sombras de una vida dedicada a los más pobres”. BBC News Mundo.
- Vila, I. (2023). “Cara y cruces de la madre Teresa de Calcuta”. El País.
- The Encyclopaedia Britannica. (s. f.). “Mother Teresa (Roman Catholic nun)”. https://www.britannica.com/
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