Te explicamos qué es el minimalismo y cómo se expresa en el arte, la arquitectura y el estilo de vida. Además, su relación con el consumismo.
¿Qué es el minimalismo?
En términos generales, cuando hablamos de minimalismo nos referimos a reducir la existencia a sus márgenes mínimos indispensables, es decir, a eliminar todo lo considerado sobrante, superfluo, excesivo o lujoso.
Se trata de un término empleado en numerosos sentidos específicos, ya sea como una tendencia artística o como una filosofía de vida, cuyo espíritu lo expresa la célebre frase “menos es más”, atribuida al arquitecto y diseñador industrial germano-estadounidense Mies van der Rohe (1886-1969).
El término minimalismo proviene del inglés minimal (mínimo), y en español vendría a ser algo así como “minimismo”, o sea, la tendencia a reducir todo al mínimo. Tuvo su origen en Estados Unidos en la década de 1960, como tendencia artística heredera del reduccionismo propuesto en su momento por el pintor Kazimir Malévich (1878-1935) y defendido por los artistas del constructivismo soviético y el neoplasticismo neerlandés.
Como movimiento artístico se oponía a las tendencias realistas y al pop-art, y perseguía la continuación de la tradición geométrica del arte abstracto. Su nombre le fue puesto por el filósofo británico Richard Wollheim en 1965, al referirse a los cuadros del artista conceptual estadounidense Ad Reinhardt (1913-1967).
A la vez, este término se emplea desde fines del siglo XX en ámbitos ajenos al arte, para referirse a un estilo de vida opuesto al consumismo, esto es, que persigue la reducción del consumo de objetos y servicios a lo mínimo indispensable, para eliminar así los elementos que nos distraen de las cosas importantes de la vida. En este último sentido, ha sido muy valorado por activistas ecologistas y por cierta contracultura del capitalismo.
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Características del arte minimalista
En sus rasgos generales, la tendencia artística del minimalismo puede caracterizarse de la siguiente manera:
- Se trató de una tendencia artística centrada en la pintura y la escultura, aunque también tuvo impacto en la música, el diseño y la arquitectura.
- Sus obras tienden a lo básico, lo sencillo, lo abstracto y al uso de colores puros, y formas simples y geométricas.
- Su lema era “el objeto es el objeto”, y por lo tanto la obra no requería de adornos, florituras ni nada que distrajera al espectador de lo importante, del núcleo verdadero de sí misma. Tampoco debían hacerse pasar por otra cosa, como las estatuas que parecen personas reales, sino que debían ser el objeto en sí mismo.
- En ese sentido, el minimalismo buscaba un espectador más atento, más involucrado con la obra, susceptible al estímulo intelectual, o sea, a las ideas. Su propósito era alcanzar la contemplación pura, fría, desapasionada, intelectual.
- La autoría también estaba reducida al mínimo en la obra minimalista, ya que en ella no había nada de la emocionalidad y subjetividad del autor.
- Los minimalistas llamaban a sus obras “propuestas”, porque a su modo de ver el artista proponía una experiencia al espectador y era este último quien “hacía” la obra, o sea, quien la completaba y la vivía.
- Además, la obra minimalista cobraba sentido en relación con el espacio a su alrededor: dónde está ubicada, cómo llega a ella el espectador. Por lo tanto, cuando no había nadie cerca, eran obras “desactivadas”.
- Se considera el último movimiento propiamente moderno, es decir, previo al surgimiento de los cuestionamientos y las ironías de la posmodernidad.
- Entre los principales artistas del minimalismo figuran los estadounidenses Robert Mangold (1937-), Robert Rayman (1930-2019), Robert Morris (1931-2018), Brice Marden (1938-) y Sol Lewitt (1928-2007).
Minimalismo en arquitectura
En el campo arquitectónico, el minimalismo cobró popularidad hacia la década de 1980. Se tradujo en la construcción de espacios despojados de todo adorno y ostentosidad, que apuntaba hacia la captura del equilibrio fundamental, a semejanza de la filosofía zen oriental.
Esto quiere decir que la simpleza extrema y los espacios altamente funcionales fueron la tendencia dominante en la época, y aún hoy en día son valorados en el mundo arquitectónico.
La obra arquitectónica minimalista se caracterizó por:
- Simpleza y funcionalidad ante todo.
- Revestimientos y acabados sencillos, honestos, que armonizan las texturas reales de los materiales de construcción.
- Espacios abiertos, amplios, en los que se valora la luz natural, con predominio de líneas rectas y sensación de amplitud.
- Decorados simples, de poquísimo detalle, que transmiten sensación de limpieza y orden.
- Paletas de materiales neutrales y limitadas, a menudo reducidas al concreto, vidrio y metal.
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Minimalismo como estilo de vida
En cuanto a la filosofía de vida, el minimalismo se traduce en la reducción de los bienes poseídos al mínimo indispensable, alejándose de lujos, ostentosidades y acumulaciones inútiles. Una vida minimalista es aquella que aspira a ser feliz con lo mínimo indispensable, bajo la premisa de que así no se distraerá de lo esencialmente importante de la vida, que no es precisamente acumular cosas.
La filosofía de vida del minimalismo surgió a finales del siglo XX y comienzos del XXI, de la mano de las advertencias ecológicas sobre el impacto de la industrialización irresponsable sobre el medio ambiente y como una estética de moda inspirada en ciertas filosofías orientales. De hecho, en Japón el minimalismo ha sido abrazado como una propuesta vital por gurús modernos como Fumio Sasaki y Marie Kondo.
Según sus promotores, las virtudes del minimalismo serían la reducción del gasto individual, de los desperdicios y del despilfarro de recursos y energía, y un modelo vital más enfocado en asuntos trascendentes, y no en el consumo de superficialidades.
Consumismo y minimalismo
El consumismo viene a ser, en cuanto a filosofías de vida, todo lo diametralmente opuesto al minimalismo. Se entiende como el consumo por el placer mismo de consumir, de modo que en el fondo no le da mucha importancia a qué es lo que consume o a las necesidades que se deban satisfacer consumiendo, sino que se centra en el acto mismo de acumular objetos y bienes, incluso aquellos de poco valor y vida corta.
El consumismo es una filosofía altamente destructiva tanto para la vida individual como para el ecosistema, dado que genera altas cantidades de desechos y desperdicia recursos y energía, pero a la vez genera una gran rentabilidad para las industrias y comercios que producen los bienes demandados masiva y continuamente.
Así, es una actitud muy fomentada por la publicidad comercial, equiparándola a la felicidad y la plenitud: mientras más consumas, más feliz serás.
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