José Clemente Orozco

Te explicamos quién fue José Clemente Orozco, cuáles son sus principales obras y por qué se considera uno de los más grandes exponentes de la escuela muralista de México.

José Clemente Orozco

¿Quién fue José Clemente Orozco?

José Clemente Orozco fue un reconocido artista plástico mexicano del siglo XX, célebre por su contribución al movimiento muralista mexicano, junto con sus colegas Diego Rivera (1886-1957), David Alfaro Siqueiros (1896-1974) y Rufino Tamayo (1899-1991), con quienes fundó el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE) en 1922.

Aparte de la pintura mural, Orozco cultivó otras técnicas artísticas, como la litografía, el dibujo y el grabado al aguafuerte, y a través de ellas construyó una obra de notorio compromiso con la historia de México y de fuerte crítica hacia la sociedad contemporánea. Sus murales constituyen ejemplos del arte latinoamericano de denuncia.

Como reconocimiento a su trayectoria artística, Orozco recibió el Premio Nacional de Bellas Artes de México y fue considerado un héroe nacional como parte de un movimiento artístico sumamente apreciado en el extranjero. Fue, además, miembro fundador del Colegio Nacional y se desempeñó en distintos cargos culturales de la estructura estatal mexicana.

Nacimiento y juventud de José Clemente Orozco

José Clemente Orozco nació en Ciudad Guzmán (Zapotlán el Grande, en ese entonces), en el estado de Jalisco, México, el 23 de noviembre de 1883. Su infancia, sin embargo, transcurrió en la Ciudad de México, adonde se mudó su familia alrededor de 1890, luego de una breve estancia en Guadalajara. Sus padres fueron Ireneo Orozco y María Rosa Flores, quienes tuvieron otros tres hijos además de él.

En la capital, inició sus estudios en una escuela del centro de la ciudad, en la misma calle donde el célebre ilustrador y caricaturista mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913) imprimía sus grabados. Allí, de camino a la escuela, el joven José Clemente Orozco se detenía a mirarlo trabajar, detrás de una vidriera que daba a la calle. De acuerdo a su autobiografía (publicada en 1945), Orozco halló en esos pocos minutos una fuente de inspiración: “El primer estímulo que despertó mi imaginación y me impulsó a emborronar el papel con mis propios muñecos” (1999, p. 14).

Aquellas tan tempranas inclinaciones al arte y la ilustración llevaron a Orozco a inscribirse en los cursos nocturnos de dibujo de la Academia de Bellas Artes de San Carlos, donde dedicó enormes esfuerzos a copiar las litografías hiperrealistas del dibujante francés Bernard Romain Julien, según lo exigió la tutela del pintor catalán Antonio Fabrés.

Sin embargo, sus estudios artísticos se vieron interrumpidos hacia el final de la década de 1890, debido a la exigencia familiar de que iniciara una formación como perito agrónomo en la Escuela de Agricultura de San Jacinto. Aunque ello no le despertaba a Orozco ningún interés y no llegó nunca a graduarse, su capacidad para levantar planos topográficos le resultó muy útil para sobrevivir más adelante. 

Su padre murió en 1903, víctima del tifus. Al año siguiente, con apenas diecisiete años de edad, el joven Orozco sufrió un accidente con pólvora que le dejó graves heridas en su mano izquierda. La falta de atención médica lo condujo a la gangrena y a la inmediata amputación de la mano a la altura de la muñeca.

Aun así, en 1905, Orozco volvió a inscribirse en la Academia de Bellas Artes. Estaba determinado a perseguir su vocación de pintor. Allí conoció a uno de sus primeros maestros: Gerardo Murillo Coronado (1875-1964), mejor conocido por su sobrenombre, Dr. Atl, término que significa “agua” en lengua náhuatl.

Pintor, caricaturista, escritor, explorador y filósofo, Atl fomentaba en sus alumnos el abandono del imaginario artístico europeo y el cultivo de los aspectos autóctonos, más locales. Bajo su guía, Orozco trazó sus primeras ilustraciones, escenas cotidianas de la vida mexicana, y cuando su maestro se retiró a vivir en las inmediaciones del volcán Popocatépetl, Orozco decidió explorar y pintar los barrios más marginales de la Ciudad de México.

Así produjo su primera obra, un conjunto de acuarelas sobre la vida de las prostitutas de la ciudad, que expondrá más adelante bajo el nombre de La casa de las lágrimas.

Los años de la Revolución

José Clemente Orozco
Orozco fue también un destacado caricaturista, cuyos inicios se remontan a distintas publicaciones críticas del gobierno de Porfirio Díaz.

En noviembre de 1910, estalló la insurgencia en contra de la dictadura de Porfirio Díaz (1830-1915) y, poco después, la Revolución mexicana. Orozco y sus compañeros pintores habían tenido en septiembre de ese año una primera muestra de mucho éxito, y se preparaban para otra muy similar, en la que Orozco pensaba exhibir sus primeros trabajos murales. La muestra, sin embargo, se pospuso de manera indefinida debido al contexto social y político.

El estado de desorden nacional contagió también a los estudiantes de arte, quienes entre 1911 y 1913 iniciaron una huelga en contra del sistema francés de enseñanza utilizado en México en ese momento (el “sistema Pillet”). Orozco tomó parte en esa huelga.

Además, ávido de participar en el debate nacional, se sumó como caricaturista en las publicaciones opositoras El Ahuizote y El Imparcial, y más tarde en La Vanguardia, diario editado por el Dr. Atl y por Francisco Valladares

Aunque estas publicaciones simpatizaban por el bando del caudillo Venustiano Carranza (1859-1920), Orozco logró mantenerse lo más al margen posible del conflicto. Incluso en los momentos de reclutamiento forzoso, solían descartar su llamamiento por causa de su mano faltante.

En su autobiografía, Orozco describe su postura hacia la Revolución en los siguientes términos:

“Yo no tomé parte alguna en la revolución, nunca me pasó nada malo y no corrí peligro de ninguna especie. La revolución fue para mí el más alegre y divertido de los carnavales, es decir, como dicen que son los carnavales pues nunca los he visto. A los grandes caudillos solo los conocí de vista, cuando desfilaban en las calles al frente de sus tropas y seguidos de sus estados mayores. Por eso me resultan muy cómicos los numerosos artículos que aparecieron en los periódicos americanos acerca de mis hazañas guerreras”.

Tomado de Autobiografía (1999), p. 34.

La primera exposición individual de Orozco tuvo lugar en 1916, en la librería Biblos de la Ciudad de México. En ese momento, el público recibió con particular intensidad sus acuarelas de La casa de las lágrimas, y las respuestas indignadas no se hicieron esperar de parte de los sectores moralistas de la sociedad.

Al año siguiente, Orozco decidió pasar un tiempo en los Estados Unidos. Allí vivió durante tres años, entre San Francisco y la ciudad de Nueva York, y sobrevivió pintando carteles y murales para diferentes instituciones educativas, como el Pomona College de California, el Dartmouth College y la New School for Social Research de Nueva York. En esta última institución, realizó un verdadero fresco: pintó el mural sobre yeso, una técnica muy novedosa para el momento.

Cuando en México asumió el mando del gobierno el general Álvaro Obregón (1880-1928), Orozco se sintió llamado de vuelta a la patria. Entonces descubrió que existía la posibilidad de ser patrocinado por el gobierno para pintar diferentes murales, dado que uno de los principales intelectuales nacionales, José Vasconcelos (1882-1959), había asumido funciones como secretario de Educación Pública.

Fue así que Orozco entró en contacto con Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, con quienes participó de la fundación, en 1922, del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores, y al mismo tiempo inició el movimiento muralista de México.

Inicios del movimiento muralista

José Clemente Orozco
David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera fueron los iniciadores y máximos exponentes del movimiento muralista mexicano.

A partir de 1923, Orozco, Rivera y Siqueiros se dedicaron a pintar murales en distintos edificios públicos e instituciones educativas de la Ciudad de México, como fue el caso de la Escuela Nacional Preparatoria.

Muchos de estos murales no sobrevivieron al paso del tiempo, y otros al criterio de perfección del propio Orozco, quien destruyó con mano propia los que le resultaron insatisfactorios, aquellos que le parecían demasiado apegados al estilo y el imaginario europeos, carentes de la esencia de lo mexicano. En ellos, sin embargo, se retrataba ya la lucha cotidiana de las clases populares y obreras.

Ese mismo año, Orozco contrajo matrimonio con Margarita Valladares, a quien conocía desde 1916. Del matrimonio nacieron tres hijos: Alfredo, Clemente y Lucrecia. Hasta 1926 Orozco produjo algunas de las obras murales más famosas de su primera etapa, como Reconstrucción en el Palacio Municipal de Orizaba, o Cortés y Malinche en la Escuela Nacional Preparatoria San Ildefonso, en la Ciudad de México.

En esta primera etapa de su trabajo, Orozco afianzó su talento para el muralismo y fue encontrando su propio estilo pictórico, por el cual fue reconocido internacionalmente más adelante. Sus inclinaciones políticas oscilaban entre el anarquismo y el anarcosindicalismo, y la línea del Partido Comunista Mexicano.

En un manifiesto del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores publicado en El Machete en 1924 y firmado por Siqueiros, Rivera, Orozco y además Xavier Guerrero, Fermín Revueltas, Ramón Alva Guadarrama, Germán Gueto y Carlos Mérida, puede leerse lo siguiente:

“Hacemos un llamamiento general a todos los intelectuales revolucionarios de México para que, olvidando su sentimentalismo y zanganería proverbiales por más de un siglo, se unan a nosotros en la lucha social y estético-educativa que realizamos.

”En nombre de toda la sangre vertida por el pueblo en diez años de lucha y frente al cuartelazo reaccionario, hacemos un llamamiento urgente a todos los campesinos, obreros y soldados revolucionarios de México, para que, comprendiendo la importancia vital de la lucha que se avecina, y olvidando las diferencias de táctica, formemos un frente único para combatir al enemigo común”.

Tomado del archivo digital ICAA (https://icaa.mfah.org/).

Sin embargo, en 1927, el entonces presidente Plutarco Elías Calles (1877-1945) se enfrentaba a la Guerra de los Cristeros, y su nuevo secretario de Cultura, J. M. Puig Casauranc, retiró la protección y el mecenazgo al muralismo. Cesaron los encargos y, así, la obra de los muralistas volvió a ser objeto de ataques conservadores.

En ese entonces, Orozco partió nuevamente hacia los Estados Unidos, para huir de la presión de los sectores conservadores. Humillado y resentido, decidió forjarse una fama internacional que obligase a sus compatriotas a abrirle las puertas sin reservas. Pronto lo siguieron sus colegas Rivera y Siqueiros.

La segunda etapa muralista de Orozco

José Clemente Orozco
En su segunda estancia en Estados Unidos, Orozco encontró su visión y estilo definitivos.

Mientras su familia permanecía en México, Orozco se estableció en Nueva York y llevó una vida solitaria, muy centrada en su trabajo, excepto por la correspondencia que sostenía con su esposa y con su amiga Jean Charlot, también dedicada a las artes.

Sin embargo, su primera exposición en Nueva York, Mexico in Revolution (1928), le abrió puertas y le otorgó contactos. Sus obras nunca llegaron a venderse a buen precio, debido al crac de la bolsa estadounidense que ocurrió en 1929, pero obtuvo de aquella manera sus tres encargos más importantes en los Estados Unidos:

  • Prometeo. Pintado en el Frary Hall del Pomona College, en Claremont, California, es un mural protagonizado por la figura desnuda de Prometeo, el dios griego que otorgó el fuego a los seres humanos. En eso se diferencia del resto de sus murales, centrados más bien en la historia mexicana.
  • Un llamado a la Revolución y la hermandad universal. Pintado en la New School of Social Research de Nueva York, abarca cinco murales distintos que conforman un conjunto y comparten el motivo revolucionario.
  • Epopeya de la civilización americana. Pintado en la Baker-Berry Library del Dartmouth College, en Hanover, New Hampshire, muestra las típicas calaveras mexicanas en distintos roles civiles.

Asimismo, durante esos años, Orozco retomó la litografía y realizó alrededor de veinte grabados en el taller de George Miller y en la Art Students League. Retomó también la pintura de caballete, con la cual produjo óleos icónicos como Zapatistas (1931) o Barricade (1931), entre otros. Aun así, no dudó en considerar, en algunas publicaciones de la época, al muralismo como la más elevada forma de arte:

“La más alta, la más lógica, la más pura y fuerte forma de pintura es la mural. Únicamente esta forma artística es una sola con las otras artes –con todas las artes–.

Es, además, la forma artística más desinteresada, ya que no puede hacerse de ella un asunto de ganancia privada; no se la puede ocultar para beneficio de unos cuantos privilegiados.

Es para el pueblo. Es para TODOS”.

Tomado de New World, New Races and New Art, 1929, archivo digital ICAA (https://icaa.mfah.org/).

En esta época, además, Orozco realizó su único viaje a Europa, en 1932. Conoció Inglaterra, Francia, Italia y España, y allí pudo admirar a Rafael, a Miguel Ángel y a El Greco, entre otros artistas destacados.

Los murales de Orozco pronto se consideraron entre las obras de arte público más importantes de los Estados Unidos y su fama adquirió renombre internacional. Entonces, satisfecho pero agotado, se dispuso a regresar a su México natal en 1934. Volverá, sin embargo, a Nueva York en tres ocasiones: en 1936 como representante de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios a la primera sesión del Congreso de Artistas Americanos; en 1940, convocado para pintar el mural Dive Bomber and Tank para una exposición del Museum of Modern Art (MoMA); y en 1946, por asuntos personales.

El retorno triunfal a la patria

José Clemente Orozco
Con Dive bomber and tank (1940), Orozco participó en una exposición de arte mexicano en el MoMA de Nueva York.

Tras su regreso a México, Orozco se dedicó de lleno a la producción de murales, ya con un estilo y un imaginario únicos y claramente reconocibles. Sus pinturas de la época demuestran un mayor pesimismo y una mayor preocupación respecto al destino de la sociedad.

Su primer encargo consistió en la realización de un mural en la parte oriental del Palacio de Bellas Artes, en el piso asignado a las galerías. La estructura del palacio tenía problemas estructurales, por lo que Orozco decidió pintar el mural sobre un bastidor de acero y cemento, de manera que pudiera retirarse en caso de reparaciones.

Así surgió Katharsis, uno de los murales más célebres de su trayectoria, el cual muestra una escena caótica y dramática de guerra y desintegración, protagonizada por máquinas y cuerpos humanos. Este mural se exhibió frente al de su amigo y colega Rivera, titulado El hombre en la encrucijada.

Posteriormente, entre 1936 y 1939, viajó a la ciudad de Guadalajara, donde emprendió una serie de murales en la Rectoría de la Universidad de Guadalajara, el Palacio de Gobierno de Jalisco y el orfanato Hospicio Cabañas. Estos murales se cuentan entre sus obras más maduras y valiosas, y en ellos se plasman con intensidad sus preocupaciones respecto a la historia: la importancia de la educación para el destino del hombre, la lucha de los pueblos oprimidos y el fantasma terrible de la guerra. 

Otros encargos de importancia tuvieron lugar en Juárez (la Biblioteca Gabino Ortiz) y la Ciudad de México (el Palacio de Justicia y la Escuela Normal). En ellos representó escenas patrióticas y de la historia nacional, en las que pueden apreciarse ciertas connotaciones místicas y una tendencia incipiente hacia la abstracción.

Este impresionante conjunto de obras convirtió a Orozco en un héroe de la cultura mexicana, y su labor como pionero en el muralismo (y en la exposición internacional de este) fue por fin abiertamente reconocida. En 1943 fue miembro fundador del Colegio Nacional y en 1945 publicó su autobiografía. En 1946 recibió el Premio Nacional de las Artes y en 1947, el Premio Federal Quinquenal, de manos del presidente Miguel Alemán Valdés (1900-1983).  

Durante esta época, Orozco conoció a la coreógrafa y bailarina Gloria Campobello, con quien mantuvo un fugaz romance. El pintor abandonó a su familia y se instaló con ella en Nueva York. Allí, la relación acabó tan rápidamente como había iniciado, alrededor de 1946. Ese mismo año pintó el último de sus célebres autorretratos, antes de decidirse a volver a México, una vez más, a vivir el resto de sus días en soledad.

La muerte y el legado de José Clemente Orozco

José Clemente Orozco
Orozco pintó este autorretrato en 1946 en Nueva York, tres años antes de su muerte.

Entre 1946 y 1949, Orozco pintó sus últimas obras: el mural desmontable Retrato de don Benito Juárez, alegoría histórica de la Reforma, en el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec; el mural La gran legislación revolucionaria mexicana en la media cúpula de la Cámara de Diputados de Guadalajara; y algunos otros murales que dejó inconclusos. También hizo su último mural al aire libre, Alegoría de la nación, en el Magisterio Nacional de México.

Además, ilustró los libros Las manos de mamá de Nellie Campobello (1900-1986) y La perla del estadounidense John Steinbeck (1902-1968), y presentó su sexta y última exposición en El Colegio Nacional.

El 7 de septiembre de 1949, a los 65 años de edad, sufrió una insuficiencia cardíaca y falleció mientras dormía. Su cuerpo recibió un velatorio con honores en el Palacio de Bellas Artes y fue sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres, en el Panteón de Dolores de la Ciudad de México.

Su obra, de colores y líneas simples pero estilo vibrante y expresionista, perdura como uno de los mayores tesoros artísticos del México contemporáneo. Y el movimiento muralista que fundó junto con Rivera y Siqueiros es, todavía, uno de los mayores embajadores artísticos de la cultura mexicana en el mundo entero.

Algunas de las obras más conocidas de la vasta trayectoria de Orozco son las siguientes:

Obras murales

  • Omnisciencia (1925)
  • Prometeo (1930)
  • La epopeya de la civilización americana (1932-1934)
  • Katharsis (1935)
  • El hombre creador y rebelde (1935-1937)
  • Hidalgo incendiario (1937)
  • Dive Bomber and Tank (1940)

Óleos y litografías

  • Las soldaderas (1926)
  • Zapatistas (1931)
  • Jornada trágica (1941)
  • Después de la batalla (1941)
  • El Martirio de San Esteban (1943)

Referencias

  • International Center for the Arts of the Americas at the Museum of Fine Arts, Houston. (s. f.). Documents of Latin American and Latino Art. https://icaa.mfah.org/
  • Orozco, J. C. (1999). Autobiografía. Ediciones Era.
  • Secretaría de Cultura del Gobierno de México. (2020). “José Clemente Orozco, muralista y caricaturista político”. Boletín 1123, 23 de noviembre. https://inba.gob.mx/
  • The Encyclopaedia Britannica. (s. f.). “José Clemente Orozco”. https://www.britannica.com/

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¿Cómo citar?

"José Clemente Orozco". Autor: Gilberto Farías. De: Argentina. Para: Enciclopedia Humanidades. Disponible en: https://humanidades.com/jose-clemente-orozco/. Última edición: 30 enero, 2024. Consultado: 1 mayo, 2024.

Sobre el autor

Autor: Gilberto Farías

Licenciado en Letras (Universidad Central de Venezuela)

Fecha de actualización: 30 enero, 2024
Fecha de publicación: 2 noviembre, 2023

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