Te explicamos qué es el feudalismo y cómo se dividía la sociedad en esa época. Además, en qué se basaba su economía y sus características.
¿Qué era el feudalismo?
El feudalismo fue un sistema social que surgió en el reino franco en la Alta Edad Media y se extendió por Europa occidental durante la Plena Edad Media (entre los siglos XI y XIII). Desde un punto de vista económico, fue un régimen de tenencia de tierras que favoreció a la nobleza rural y estimuló la servidumbre. Desde un punto de vista político, supuso una dispersión del poder a favor de señores feudales con autoridad local y regional.
Las relaciones feudales eran contratos de obligaciones mutuas entre dos hombres libres: un señor y un vasallo. El señor concedía protección y tierras (llamadas “feudos”) a un vasallo a cambio de fidelidad y asistencia militar (u otras prestaciones). Los reyes tenían sus propios vasallos que, a la vez, podían ser señores de otros vasallos, y así se fue conformando una pirámide de distribución de tierras y obligaciones que involucró a buena parte de la sociedad.
En el sistema feudal eran especialmente importantes los campesinos, pues la base socioeconómica era rural. Por un lado, los siervos estaban atados a una tierra que no poseían y debían pagar rentas a un señor. Una tierra cedida como feudo incluía siempre a los siervos que la trabajaban. Por otro lado, los campesinos libres tenían sus propias tierras pero podían estar obligados a pagar tasas o tributos a un señor con poder jurisdiccional.
El término “feudalismo” también es empleado por algunos historiadores para caracterizar a otras experiencias históricas, como China durante la dinastía Zhou, Japón en las épocas de shogunato, y partes de Europa oriental en diversas etapas de la historia.
Ver además: Época medieval
Contexto histórico del feudalismo
Un antecedente del feudalismo fue el régimen de colonato en el Imperio romano. En este régimen los grandes propietarios de tierras instalaban en ellas a colonos (esclavos libertos o campesinos), que debían trabajarlas para su propio sustento y para pagar rentas a su señor, del que obtenían, a cambio, protección.
Tras la caída del Imperio romano en el siglo V, Europa occidental se dividió en varias unidades políticas más pequeñas hasta la conformación del breve Imperio carolingio. Este implementó un sistema de recompensas a nobles leales que suponía la entrega de tierras a cambio de servicios (especialmente militares).
Luego de la disgregación del Imperio carolingio en el siglo IX, varias zonas de Europa occidental fueron atacadas por magiares, musulmanes y vikingos. La defensa requería rapidez y recayó en los señores locales que tenían recursos para construir fortificaciones y reunir fuerzas de combate sin esperar la llegada de tropas reales.
Esto incentivó un sistema de fragmentación política que otorgó poder a los señores feudales y dio su forma a la Plena Edad Media. Aun así, a partir de fines del siglo XI algunos reyes, duques y condes iniciaron un proceso de concentración del poder político que los colocó en una posición de mayor autoridad en sus territorios, como el rey Luis VI de Francia, el conde Ramón Berenguer I de Barcelona y el duque Guillermo II de Normandía que llegó al trono de Inglaterra.
El sistema feudal fue perdiendo protagonismo a partir del siglo XIV, cuando las epidemias, las revueltas campesinas y el creciente impulso de la burguesía urbana disminuyeron el poder de la nobleza y abrieron el camino al surgimiento de monarquías centralizadas.
La sociedad feudal
Estamentos sociales
La sociedad feudal estaba dividida en tres estamentos bien diferenciados:
- Nobleza. Los nobles poseían grandes extensiones de tierras, en general, recibidas como retribución a sus esfuerzos militares u otros servicios (aunque en la práctica también podían ser heredadas). Se organizaban en linajes y mantenían vínculos de vasallaje con otros señores feudales o con el rey. Según sus títulos nobiliarios y su ubicación en la estructura social, podían pertenecer a la alta nobleza (duques, condes y marqueses) o a la baja nobleza (vizcondes, barones, caballeros, hidalgos, entre otros).
- Clero. El personal eclesiástico, cuya autoridad máxima era el Papa con sede en Roma, se ocupaba de los asuntos religiosos, que dominaban el comportamiento humano de la época. Los eclesiásticos podían pertenecer al clero secular que residía en iglesias y catedrales, o al clero regular que seguía la regla de una orden religiosa y residía en conventos o monasterios. Pero además solían poseer privilegios de señores feudales.
- Trabajadores. En la concepción de la época, este estamento lo integraban los siervos, pero algunos historiadores incluyen en él a distintos tipos de trabajadores que más tarde conformarán el llamado “estado llano”. Los siervos eran el estrato más bajo de la sociedad feudal, encargado de cultivar las tierras y hacerlas producir. No eran esclavos pero estaban atados de por vida a la tierra de su señor, a quien debían pagar una renta en especie y, a veces, otras prestaciones. Su condición era hereditaria. Los campesinos libres cultivaban sus propias tierras pero también debían pagar tributos u otras obligaciones al señor que tenía jurisdicción sobre un territorio (generalmente llamado “señorío”). Los artesanos y mercaderes habitaban en las ciudades y, si bien se relacionaban con los otros sectores sociales, se mantenían al margen del régimen feudal.
La Iglesia y los nobles justificaban este orden argumentando que cada estamento tenía una función determinada por Dios: orar (clero), luchar (nobleza) y trabajar (siervos y campesinos).
La máxima autoridad en un reino era el rey o emperador, pero en la práctica este también dependía de las relaciones de vasallaje con otros nobles. Los señores feudales solían tener más poder fáctico que el rey dentro de los límites de sus propias tierras.
El vasallaje
Una de las instituciones más importantes del feudalismo fue el vasallaje. Este consistía en un contrato de obligaciones mutuas entre dos hombres libres: el “señor” y el “vasallo”. El vasallaje era un compromiso de fidelidad y servicio por parte del vasallo (principalmente en materia militar, aunque también podía ser un pago) y obligaciones de protección o manutención por parte del señor.
De esta manera, el señor otorgaba a sus vasallos “feudos”, es decir, tierras (con los siervos que las ocupaban) sobre las que los vasallos pasaban a tener derechos de usufructo. Por su parte, los vasallos quedaban comprometidos a asistir a su señor cada vez que este los convocara. Los caballeros también eran vasallos de un señor (noble o rey), pero no siempre recibían un feudo a cambio de su servicio.
El vasallaje atravesaba a buena parte de la sociedad feudal. Un rey podía ser señor de un vasallo noble a quien le entregaba un feudo, y este a su vez ser señor de otros vasallos con similares compromisos. El contrato de vasallaje entre nobles se formalizaba con una ceremonia de juramento que incluía el “homenaje” y la “investidura”. Un vasallo que no cumplía con su juramento incurría en felonía y podía perder el feudo. Un señor que faltaba a sus deberes podía fomentar la ruptura del juramento por parte del vasallo y la exigencia de una reparación.
En esta clase de sociedad, un señor feudal con numerosos vasallos podía adquirir a veces más poder que el propio rey.
Los caballeros
Durante los tiempos del feudalismo surgió la figura del caballero, que se convirtió en motivo literario ya en los cantares de gesta medievales y en las novelas de caballería del siglo XVI (parodiadas en la célebre novela de Miguel de Cervantes El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha).
Los caballeros eran jinetes guerreros profesionales que estaban al servicio de un rey o señor feudal. Algunos recibían un feudo en vasallaje. En general, antes de ser armados caballeros debían cumplir una serie de etapas, comenzando como pajes y escuderos, y debían poder adquirir su propio equipamiento militar (como la espada y la armadura).
La caballería fue un importante componente militar que ofrecía movilidad y fuerza de ataque, pero también se convirtió en un ideal de honor y devoción religiosa. El caballero debía seguir un estricto código de conducta. Su participación en las Cruzadas fue especialmente importante, y algunas órdenes religioso-militares católicas, como los caballeros templarios y los caballeros teutones, nacieron al calor de estas campañas bélicas.
La Iglesia católica
Uno de los hechos más importantes del siglo XI fue el cisma que separó a la Iglesia católica occidental de la Iglesia ortodoxa oriental (1054). Pero en esos años, la Iglesia católica experimentó además un movimiento de reformas provocado por las críticas a la corrupción y a prácticas como la venta de oficios eclesiásticos y la investidura religiosa realizada por laicos (de acuerdo con los principios del vasallaje pero en contra de la doctrina de la Iglesia).
Algunos de estos movimientos reformistas provenían de monasterios como el de Cluny en Francia, pero la disputa por el nombramiento de clérigos (e incluso del Papa) enfrentó a la Iglesia con el Sacro Imperio Romano Germánico en la llamada “querella de las investiduras” (entre 1075 y 1122). Finalmente, se llegó al acuerdo de que los laicos no podían investir clérigos ni escoger al Sumo Pontífice, y que este debía ser elegido por un colegio de cardenales. Esto aseguró la supremacía papal en materia religiosa.
En la sociedad feudal, los eclesiásticos (sobre todo, obispos y abades) podían disfrutar de los privilegios que les ofrecía su posición en el orden feudal: poseían tierras y explotaban siervos. Pero además aportaban una justificación ideológica al sistema. Según la Iglesia católica, los reyes gobernaban por la gracia de Dios, y el rígido orden social imperante, que provocaba toda clase de padecimientos a quienes no pertenecían a los estamentos privilegiados, emanaba de Dios y no debía ser cuestionado.
Una de las iniciativas más importantes de la Iglesia católica en los años del feudalismo fue su auspicio de las Cruzadas. La primera de estas expediciones militares a Tierra Santa nació de un llamado que hizo el papa Urbano II a toda la Cristiandad (que incluía a los reinos y nobles del cristianismo occidental en acuerdo con el Imperio bizantino) con el fin de expulsar al Imperio turco selyúcida de los “Santos lugares”.
Solo la primera de estas Cruzadas fue exitosa para la Cristiandad, pero tuvo importantes consecuencias, como la creación de órdenes religioso-militares, el afianzamiento del fervor religioso y la apertura de rutas comerciales a través del Mediterráneo. Las derrotas en las siguientes Cruzadas tuvieron efectos adversos para la Iglesia y otros sectores privilegiados.
Economía rural
La generación de riqueza durante los años del feudalismo provenía básicamente de la agricultura y la ganadería, a cargo de los siervos y de los campesinos libres.
Era una economía rural que experimentó un crecimiento entre los siglos XI y XIII debido a la expansión de tierras cultivables producto de las roturaciones y la rotación trienal, sobre todo en Francia, Inglaterra, Alemania y Países Bajos. También fue importante la incorporación de mejoras en el arado y el uso de molinos.
Rentas y tributos
La economía feudal dependía de rentas y tributos. Los siervos debían pagar “en especie” (grano, animales de cría u otros productos agropecuarios) el derecho a vivir en las tierras del señor. En algunos casos también debían cumplir prestaciones como fuerza de trabajo (por ejemplo, en la reserva señorial).
Los campesinos libres también debían pagar rentas o tributos, generalmente en especie. El “señorío de ban” otorgaba a algunos señores un poder jurisdiccional sobre un territorio en el que podían impartir justicia y cobrar tasas por el uso de puentes, hornos, molinos u otras instalaciones a su cargo. Otra especie de tributo era el diezmo, originariamente una contribución del 10 % de lo producido destinado a la manutención del clero.
Ciudades y comercio
En los primeros años de la sociedad feudal, el comercio era muy limitado y el urbanismo característico del Imperio romano había sido reemplazado por una ruralización casi absoluta de la economía (con excepción de algunas ciudades italianas). Sin embargo, las ciudades y el comercio vivieron un resurgimiento a partir de fines del siglo XI.
Las innovaciones agrícolas permitieron generar mayores excedentes productivos, que eran orientados a la compra de productos artesanales, como telas o nuevas herramientas. Estas, a la vez, mejoraban la producción y ampliaban los excedentes agrícolas, lo que permitía expandir el ciclo.
Estas transacciones se realizaban habitualmente en “burgos” o ciudades que habitaban artesanos y mercaderes (conocidos como “burgueses”). Estaban ubicadas junto a castillos o en el cruce de caminos y solían estar amuralladas. Estas ciudades albergaban mercados que solían recibir la protección de señores. El impulso comercial promovió también la celebración de ferias estacionales que implicaban intercambios a mayor escala. En estos espacios empezó a circular cada vez más la moneda y, con el tiempo, algunos mercaderes y artesanos comenzaron a ofrecer préstamos y se convirtieron en los primeros banqueros y financistas.
Los habitantes de las ciudades se organizaban en talleres y gremios por oficio y gozaban de una creciente autonomía respecto a los señores feudales. Obtenían franquicias y otras libertades garantizadas por el rey, y en algunas ciudades lograron la conformación de un gobierno autónomo con sus propias ordenanzas municipales. Los sectores más enriquecidos conformaban un patriciado urbano. Aun así debieron hacer frente a conflictos con algunos señores feudales, lo que explica en parte el uso de murallas defensivas y la posterior conformación de ligas o confederaciones de ciudades.
Muchas ciudades tuvieron protagonismo en las rutas comerciales de largo alcance. Las ciudades más importantes fueron las que se desplegaron en el norte de Italia, cuyos comerciantes competían por el control del comercio mediterráneo. También las rutas de peregrinación y las Cruzadas se convirtieron en importantes circuitos comerciales.
Sistema militar
El orden feudal surgió tras la disgregación del Imperio carolingio y los ataques de vikingos, magiares y musulmanes. Los señores que ofrecían protección militar gracias a los servicios de vasallos y a la construcción de castillos concentraron poder. Este sistema militar también fue importante durante las frecuentes guerras entre reinos o señores, que tomaron la forma de incursiones y asedios más que de batallas campales.
Este tipo de guerra hacía importantes las máquinas de asedio y la movilidad de la caballería. Los caballeros también fueron importantes en las Cruzadas que enfrentaron a combatientes cristianos con ejércitos musulmanes por el dominio de Tierra Santa.
La guerra en los años del feudalismo era un modo de zanjar disputas dinásticas o territoriales, y permitía que quien venciera obtuviera ventajas económicas al ocupar las tierras del vencido: aumentaba su cantidad de siervos (que estaban atados a la tierra) y su posibilidad de producir alimento y sumar nuevos vasallos.
Sin embargo, la guerra también podía ser motivo de descontento entre los campesinos que veían sus tierras frecuentemente saqueadas o debían pagar mayores tributos para financiar las iniciativas bélicas de los nobles o reyes. Algunas de las revueltas campesinas del siglo XIV pudieron deberse en parte a este hecho.
Castillos
Uno de los rasgos más notables de la Edad Media eran los castillos. Durante los años del feudalismo se construyeron en Europa muchas de estas estructuras fortificadas que solían estar ubicadas en sitios estratégicos, por ejemplo, sobre terreno elevado. Los mandaban a construir reyes o señores feudales y tenían una función principalmente defensiva y como base de operaciones militares.
En caso de ataque enemigo, sus altas murallas de piedra ofrecían protección al señor (llamado “castellano”) y su familia, y refugio a los campesinos de su señorío. También garantizaban el abastecimiento en situaciones de asedio.
Algunas de estas edificaciones se comenzaron a construir durante la época de intermitentes ataques vikingos, magiares y musulmanes en los siglos IX y X. Con el paso del tiempo, las técnicas de construcción se perfeccionaron.
Frecuentemente eran castillos concéntricos, es decir, que tenían una doble muralla (exterior e interior), y disponían de una o más torres, patios interiores y, a veces, un foso periférico. Además de su función defensiva, los castillos servían como residencia permanente o temporal del señor, quien solía recibir allí a sus vasallos. También lo habitaban hombres de armas y servidores.
Durante las Cruzadas , se construyeron castillos en territorio asiático, como el imponente Crac de los caballeros hospitalarios en la actual Siria.
El fin del feudalismo
La declinación del feudalismo en Europa occidental durante el siglo XIV se debió a varias razones. Las guerras, las epidemias y las migraciones a las ciudades disminuyeron la población en el campo. La escasez de mano de obra estimuló el fin de la servidumbre. Los nobles, que debieron hacer frente a importantes revueltas campesinas, fueron perdiendo poder político.
En las guerras (especialmente en el contexto de la Guerra de los Cien Años), los reyes comenzaron a depender más de mercenarios que de sus vasallos, mientras que estos pagaban sus obligaciones con moneda. Muchos señores dejaron de vivir en sus señoríos y daban sus tierras en arriendo a campesinos.
Las burguesías urbanas acumulaban dinero y se convertían en prestamistas de reyes y príncipes. Esto consolidó las grandes casas comerciales que se ponían al servicio de monarquías crecientemente centralizadas, en una economía cada vez más monetizada.
Finalmente, aunque algunos aspectos de la sociedad feudal perduraron durante siglos, el poder señorial declinó irremediablemente.
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Referencias
- Bloch, M. (1986). La sociedad feudal. Akal.
- Brown, E. A. R. (2021). feudalism. Encyclopedia Britannica.
- Duby, G. (1992). Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo. Taurus.
- García de Cortázar, J. A. & Sesma Muñoz, J. A. (2008). Manual de Historia Medieval. Alianza.
- Le Goff, J. (1999). La civilización del occidente medieval. Paidós.
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