Te explicamos qué fue la Edad Antigua en la península ibérica. Cómo fueron sus etapas, los primeros pueblos que habitaron la península ibérica y cómo terminó.
¿Qué fue la Edad Antigua en la península ibérica?
La Edad Antigua en la península ibérica fue el período que comenzó a fines del segundo milenio a. C. y terminó en el siglo IV d. C. En esta época habitaron la península diversas poblaciones, hoy conocidas a través de la arqueología y los textos de autores griegos y romanos.
La Edad Antigua incluye fenómenos como el surgimiento de la civilización tartésica y la posterior llegada de poblaciones indoeuropeas como los celtas (que llevaron a la formación de la cultura celtíbera). También formaron parte de esta etapa otras culturas que se manifestaron durante el primer milenio a. C. en diversas regiones de la península, como los iberos, así como las colonizaciones de fenicios, griegos y cartagineses en las áreas costeras.
La última etapa de la Edad Antigua de la península ibérica estuvo caracterizada por la dominación romana y el proceso de asimilación cultural llamado “romanización”, que comenzó en el siglo III a. C.
A partir del siglo V d. C., con las migraciones de poblaciones germánicas y la caída del Imperio romano de Occidente, concluyó la Edad Antigua y comenzó un período que algunos historiadores llaman Antigüedad Tardía.
Puntos clave
- La Edad Antigua en la península ibérica es un período de la historia que comenzó alrededor del 1200 a. C. y perduró hasta el siglo IV d. C. con el dominio romano sobre el territorio ibérico.
- Es un período que se conoce gracias a los hallazgos arqueológicos y los textos que datan de las épocas de colonización y dominación de otras poblaciones mediterráneas (fenicios, griegos, cartagineses y romanos).
- El final de la Edad Antigua en la península ibérica y del Imperio romano de Occidente se produjo luego de la oleada de migraciones de las poblaciones germánicas, llamadas “bárbaras”. Algunos historiadores denominan a este período como la Antigüedad Tardía.
- Ver además: Civilización romana
El contexto histórico
Tras un largo período Paleolítico en la península ibérica, se inició el período Neolítico, entre aproximadamente 5000 y 3000 a. C. Las nuevas comunidades agricultoras y ganaderas se asentaron y crearon poblados permanentes.
La Edad de los Metales se inició con la Edad del Cobre, en torno a 3000 a. C., y continuó con la Edad del Bronce, en torno a 2000 a. C.. Hacia 1200 a. C. tuvo lugar la primera de una serie de migraciones por Europa de pueblos indoeuropeos, los celtas, que llegaron a la península ibérica en el siglo IX a. C.
Se inició así lo que se denomina la Protohistoria de la península ibérica: período comprendido entre el comienzo de la Edad del Hierro en 750 a. C. y la conquista romana en la segunda mitad del siglo III a. C. De este período han quedado abundantes restos arqueológicos, a los que se les unen los primeros testimonios escritos de griegos y romanos sobre la península ibérica.
Estas evidencias permiten reconstruir algunos aspectos de los llamados pueblos prerromanos (es decir, aquellos que habitaron la península antes del proceso de romanización implementado por Roma desde el siglo III a. C.), así como de las fases de colonización griega, fenicia y cartaginesa, y de la dominación romana.
- Ver además: Prehistoria en la península ibérica
Los pueblos prerromanos
Tartessos
La civilización tartésica surgió en el suroeste peninsular en el siglo XII a. C. Rodeada aún de misterio, algunos textos griegos y bíblicos la describieron como una civilización muy rica (aunque algunos historiadores cuestionan la identificación de la Tarsis bíblica con Tartessos).
Se han encontrado restos arqueológicos importantes asociados con Tartessos, como el tesoro de El Carambolo (600-550 a. C.), que incluye influencias fenicias, pero no parece corresponderse con la riqueza que describen los textos clásicos.
Actualmente se cree que Tartessos tuvo un activo comercio que benefició a una poderosa aristocracia. Luego de prosperar entre los siglos IX y V a. C., Tartessos se derrumbó, tal vez por la acción militar de los cartagineses o por problemas internos.
Los iberos: pueblos del sur y del este
En la zona mediterránea y meridional se asentaron diversos pueblos con rasgos comunes y lengua posiblemente común o similar (indigetes, turdetanos, entre otros). Estos pueblos fueron llamados genéricamente iberos.
El contacto comercial de los iberos con los colonizadores fenicios, griegos y cartagineses provocó cambios culturales, por ejemplo: el impulso del urbanismo y la adopción del culto a nuevas divinidades. Los iberos tenían una economía agrícola-ganadera y practicaban el comercio y la minería.
Tenían pequeñas ciudades en zonas fácilmente defendibles y poseían una sociedad muy jerarquizada (que incluía una aristocracia, campesinos, artesanos y esclavos). Estaban gobernados por reyezuelos que gobernaban una o varias ciudades. Los iberos produjeron un arte muy refinado, cuyo mejor ejemplo es la escultura “la Dama de Elche”.
Los pueblos del centro y del oeste
En las regiones del centro y el oeste de la península ibérica, la influencia de los colonizadores mediterráneos llegó muy débilmente, mientras que la presencia celta (pueblos de lengua indoeuropea) fue mucho más importante. A estos pueblos, que integraron la cultura celta con la ibera, se los denominó celtíberos.
Su economía era agrícola-ganadera, con menor peso del comercio, y tenían una sólida tradición guerrera. Su sociedad mantenía una fuerte cohesión tribal y habitaban poblados fortificados, como Numancia.
En el arte, se destacaban algunos ajuares funerarios, así como la cultura de los verracos, correspondiente a otra población celta, los vetones del valle del Tajo. Los verracos son grandes esculturas de animales ligadas a cultos ganaderos, por ejemplo: uno de los más célebres es de los Toros de Guisando, de la provincia de Ávila, datado en los siglos IV o III a. C.
Los pueblos del norte
Grupos celtas o influidos por la cultura celta, como los galaicos, astures, cántabros y várdulos, así como otras poblaciones como los vascones, se asentaron en el norte de la península, desde Galicia hasta el Pirineo aragonés.
Estos pueblos solían ser fuertemente guerreros y tenían una economía basada en la ganadería, la recolección y la pesca, mientras que el peso de la agricultura era menor.
Entre los restos arqueológicos de estas poblaciones, destacan los castros, poblados fortificados de viviendas circulares construidos por los galaicos y los astures, entre los que se destaca el Castro de Coaña, en Asturias. Además, estos pueblos practicaban la magia y la adivinación.
Las colonizaciones de la península ibérica: fenicios, griegos y cartagineses
En el primer milenio a. C., la zona mediterránea de la península ibérica recibió una serie de oleadas colonizadoras de pueblos que llegaron a través del mar Mediterráneo, que tenían culturas diferentes a las que caracterizaban a las poblaciones indígenas de la península.
Fenicios, griegos y cartagineses llegaron sucesivamente a las costas mediterráneas de la península. Su propósito era económico: buscaban metales (cobre, plata, estaño, oro) y fomentaron actividades como la pesca y la salazón.
- Los fenicios, procedentes de Fenicia, en el actual Líbano, tenían un fuerte ímpetu comercial que llevó a la fundación de diversas colonias en las costas del Mediterráneo occidental. A partir del siglo IX a. C. fundaron colonias en el sur de la península ibérica, entre las que sobresalió Gades (Cádiz) en el siglo VIII a. C.
- Los griegos impulsaron la colonización para obtener recursos locales pero también para alojar en las nuevas colonias al excedente de población que resultaba del aumento poblacional en las polis griegas. En torno a 600 a. C. fundaron la colonia de Massalia (actual Marsella, en el sur de Francia), y desde allí establecieron diversas colonias en el litoral mediterráneo, como Emporion (llamada luego Ampurias por los romanos) y Rhode (Rosas).
- Los cartagineses eran procedentes de Cartago, una colonia fenicia (ubicada en el actual Túnez) que se independizó en el siglo VI a. C. Crearon colonias muy activas como Ibiza (sobre una anterior colonia fenicia) en las islas Baleares, cuyo auge comercial tuvo lugar entre los siglos V y III a. C., y Cartago Nova (actual Cartagena).
El legado de las colonizaciones fenicia, griega y cartaginesa en la península ibérica
El impacto de las colonizaciones en la historia de la península ibérica fue importante, aunque su influencia no se extendió más allá de la costa mediterránea y el valle del río Guadalquivir. Entre los aspectos que constituyeron el legado de estos pueblos mediterráneos pueden señalarse los siguientes:
- La introducción de nuevos cultivos o de nuevas técnicas para su producción, como el olivo, la vid y el esparto.
- La introducción del torno del alfarero para la producción de cerámica y de nuevas técnicas metalúrgicas.
- La acuñación de monedas, que facilitó la expansión del comercio.
- La difusión del alfabeto, primero fenicio y luego griego.
- El crecimiento urbano a partir del contacto comercial y cultural con fenicios, griegos o cartagineses, como en el caso de Tartessos durante el siglo VI a. C.
- La elaboración de obras artísticas y arquitectónicas, entre las que se destacan algunos ejemplares como los sarcófagos antropoides fenicios de Cádiz, el tesoro de estilo fenicio de Aliseda (en Extremadura) o la ciudad griega de Emporion.
La conquista romana de la península ibérica
La conquista romana de la península ibérica se inició en el siglo III a. C. y concluyó, tras un proceso largo y complejo, en el siglo I a.C. Se pueden distinguir tres etapas principales:
- 1ª etapa: conquista del este y el sur peninsular (218-197 a. C)
El inicio de la conquista romana de la península ibérica se enmarcó en el contexto de la Segunda Guerra Púnica (es decir, el segundo conflicto armado que enfrentó a la República romana con Cartago por la hegemonía en el Mediterráneo occidental).
Los cartagineses tenían asentamientos importantes en el levante peninsular y, desde allí, atacaron Italia a través del sur de Francia y los Alpes. Roma contraatacó, envió sus tropas a Ampurias (una ciudad aliada en el noreste de la península ibérica) e invadió las posesiones cartaginesas en Hispania a fines del siglo III a. C. La victoria romana en la batalla de Ilipa (206 a. C.) puso fin a la presencia cartaginesa en Hispania y consagró el dominio de Roma sobre el este y el sur peninsular.
- 2ª etapa: conquista del centro y el oeste peninsular (155-133 a. C.)
Los romanos extendieron sus campañas de conquista al centro y el oeste de la península ibérica, pero debieron hacer frente a la resistencia de los pueblos que habitaban estas zonas.
Los mejores ejemplos de esta etapa son las guerras lusitanas (155-139 a. C.), en las que destacó el líder lusitano Viriato y la férrea resistencia celtíbera en Numancia, hasta su rendición en el año 133 a. C. Casi la totalidad de la península ibérica quedó bajo la autoridad de Roma, dividida en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior.
Posteriormente, también llegaron a la península las guerras civiles que estallaron en la República romana, como por ejemplo el enfrentamiento entre Pompeyo y César (49-45 a. C.). Estos conflictos pudieron acelerar y ampliar el dominio romano sobre la península.
- 3ª etapa: conquista del norte peninsular (29-19 a.C)
El fin de la conquista llegó en tiempos de Augusto, primer emperador romano, con la dominación de galaicos, astures, cántabros y vascones en el norte de la península, gracias a la victoria romana en las llamadas guerras cántabras. El control completo de Hispania por el Imperio romano llevó a una nueva división administrativa, basada en tres provincias: Bética, Tarraconense y Lusitania.
El proceso de romanización: el legado cultural
El concepto de romanización hace referencia al proceso por el que las sociedades que quedaron bajo la autoridad de Roma asimilaron la cultura romana. En el caso de la sociedad hispana, se trató de la integración plena en un conjunto de aspectos del mundo romano (economía, política, sociedad, cultura, religión). Este proceso afectó a los diversos pueblos indígenas de la península ibérica (como iberos o celtíberos).
La romanización fue un momento clave de la historia cultural de los pueblos de la península. Algunos hechos fundamentales fueron:
- El latín se impuso como lengua común.
- El derecho romano (las leyes y la concepción del estado de Roma) estableció el marco jurídico en la península.
- La religión politeísta romana (centrada en el culto a dioses como Júpiter, Saturno o Minerva) y, a partir del siglo I d. C., el cristianismo (que se convirtió en religión oficial del Imperio romano en el siglo IV d. C.) se difundieron por las provincias del imperio y, por lo tanto, también por Hispania.
El proceso de romanización llegó a su máxima expresión cuando, en el año 212 d. C., el emperador Caracalla extendió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio romano, incluidos los que habitaban Hispania.
Hispania fue una de las provincias del imperio más romanizadas. Buena prueba de ello es que tres emperadores nacieron en la península (Trajano, Adriano y Teodosio). También hubo importantes filósofos y escritores romanos que nacieron en Hispania, como Séneca, Quintiliano y Marcial.
El proceso de romanización: las obras públicas
La cultura romana tuvo un carácter eminentemente práctico y, por ello, los romanos fueron grandes ingenieros y constructores de obras públicas. En la península ibérica se realizaron muchas obras, como las siguientes:
- Acueductos, como el de Segovia o el de Tarragona.
- Murallas, como las de Lugo.
- Puentes, como el de Alcántara o el de Mérida.
Además de estas obras públicas, Roma erigió otras importantes obras con funciones conmemorativas, artísticas o religiosas, como por ejemplo:
- Arcos conmemorativos, como el de Bará en Tarragona o el de Medinaceli en Soria.
- Templos, como el de Diana en Mérida.
- Anfiteatros, como el de Itálica en Sevilla.
- Teatros, como el de Mérida o el de Cartagena.
La dominación romana dejó en Hispania una extensa red urbana, con ciudades muy importantes como Tarraco (actual Tarragona), Caesar Augusta (actual Zaragoza), Emerita (actual Mérida) o Toletum (actual Toledo). Estas ciudades estaban ligadas por un complejo sistema de calzadas y otras infraestructuras públicas introducidas por los romanos.
El fin de la Edad Antigua en la península ibérica
En general se admite que el final de la Edad Antigua en la península ibérica se produjo con las migraciones de las poblaciones “bárbaras” (mayormente germánicas) que incidieron en la caída del Imperio romano de Occidente en 476 d. C. y condujeron a la formación de un reino visigodo en Hispania.
En esta época, a la que algunos historiadores llaman Antigüedad Tardía, los gobernantes visigodos eran una minoría en relación con la población mayormente hispanorromana. Por esta razón, fueron integrando el derecho germánico con el derecho romano, y los reyes visigodos, que inicialmente profesaban el arrianismo (una doctrina cristiana considerada herética por la Iglesia católica), terminaron adoptando el catolicismo.
La unidad política y religiosa que implementaron los reyes visigodos en la península ibérica se vio interrumpida por los conflictos internos y, finalmente, por la invasión musulmana que terminó con el reino visigodo en 711.
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Referencias
- Britannica, Encyclopaedia (2016). Iberian. Encyclopedia Britannica. https://www.britannica.com/
- Domínguez Monedero, A. (1996). Los griegos en la península ibérica. Arco Libros.
- Elshaikh, E. M. (s.f.). Phoenicians: Masters of the Sea. Khan Academy. https://www.khanacademy.org/
- Roldán Hervás, J. M. (2013). Historia antigua de España I. Iberia prerromana, Hispania republicana y alto imperial. UNED.
- Salinas de Frías, M. (2006). Los pueblos prerromanos de la península Ibérica. Akal.
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