Te explicamos qué fue la revolución neolítica, cómo se originó y cuáles fueron sus causas y consecuencias. Además, sus características económicas, sociales y religiosas.
¿Qué es la revolución neolítica?
La revolución neolítica fue un proceso de cambio en los modos de vida de las poblaciones humanas, que consistió en el paso de una economía de caza y recolección a una economía de producción de alimentos (agricultura y ganadería). Esta transformación económica también implicó el paso de un estilo de vida nómada a otro sedentario.
El término “revolución neolítica” fue acuñado por el arqueólogo marxista Vere Gordon Childe en 1936. Aunque hoy se sabe que el proceso de neolitización fue gradual y duró varios siglos, muchos investigadores siguen usando el término “revolución” para destacar el carácter radical de dicha transformación, que cambió profundamente el estilo de vida de las sociedades humanas.
La revolución neolítica se originó en el Oriente Próximo, en una región que suele llamarse Creciente Fértil: una especie de arco constituido por el Levante mediterráneo (los actuales países de Israel, Palestina, Líbano y parte de Siria) y las zonas bajas de los montes Tauro y Zagros (sudeste de Turquía, este de Irak y una zona del sudoeste de Irán). Se trataba de tierras productivas con condiciones climáticas favorables a la experimentación con cultivos y domesticación de animales.
Posteriormente, las transformaciones tecnológicas y económicas del Neolítico se extendieron a otras áreas, como Mesopotamia y el valle del Nilo. Además, en otras regiones del mundo se experimentaron procesos de neolitización independientes de los ocurridos en el Oriente Próximo, aunque fueron más tardíos.En términos cronológicos, la revolución neolítica se produjo durante la llamada Edad de Piedra y marcó el paso del período Paleolítico, en el que las armas y herramientas se realizaban con piedras talladas, al período Neolítico, en el que las piedras se pulían y comenzó la fabricación de cerámica. Las primeras sociedades neolíticas aparecieron en el IX milenio a. C., aunque algunas características del Neolítico (como la cerámica) aparecieron más tarde.
Ver además: Prehistoria
Origen de la revolución neolítica
La revolución neolítica comenzó en el IX milenio a. C. en el Creciente Fértil, una región comprendida a lo largo del Levante mediterráneo y las zonas bajas de los montes Tauro y Zagros, en el sudoeste de Asia. Esta región estaba conformada por tierras con especies animales y vegetales aptas para la experimentación agrícola y ganadera, y con condiciones de lluvia favorables para el cultivo y los pastos.
En torno al VII milenio a. C., la cultura neolítica se extendió a Mesopotamia (entre los ríos Tigris y Éufrates), y en el V milenio a. C. surgieron los primeros asentamientos neolíticos en el valle del Nilo (actual Egipto). Aunque los primeros momentos de la neolitización involucraron la sedentarización y la domesticación de plantas y animales, la revolución neolítica también implicó el desarrollo de diversas novedades tecnológicas, como la invención de la cerámica en torno al VII milenio a. C.
Causas de la revolución neolítica
Las causas de la revolución neolítica son un tema de debate entre los especialistas. Sin embargo, muchos están de acuerdo en que el cambio climático que dio inicio al Holoceno en torno al 10.000 a. C. fue uno de los principales factores. El Holoceno marcó el fin de la última glaciación y generó condiciones de mayor temperatura y humedad, favorables al cultivo de plantas y la domesticación de animales.
De todos modos, algunos investigadores advierten que las condiciones climáticas por sí mismas no explican el proceso. Esto implica que la domesticación dependió también de una decisión consciente de las poblaciones humanas, como resultado de la observación y experimentación a lo largo del tiempo (es decir, a medida que la cacería y la recolección se volvieron más selectivas).
Por lo tanto, además de las razones climáticas, entre las causas de la revolución neolítica se suelen tener en cuenta la progresiva experimentación de los seres humanos con las especies animales y vegetales, y una búsqueda por aprovechar las posibilidades económicas de la domesticación (para asegurar la subsistencia y reducir la dependencia respecto a las prácticas de cacería y recolección) o satisfacer impulsos culturales que pudieron incentivar el proceso (como una relación simbólica con los animales y con la tierra).
Características de la Revolución Neolítica
Agricultura
La principal característica de la revolución neolítica fue el paso de una economía basada en la caza de animales salvajes y la recolección de frutos y plantas silvestres, a una economía basada en la agricultura y la ganadería. La caza y la recolección siguieron siendo practicadas pero su importancia se redujo considerablemente.
La agricultura comenzó luego de varios milenios de manipulación de plantas y semillas, lo que llevó a experimentar con sus ciclos de reproducción (a través de la siembra y la cosecha) y a trasladar especies originarias de unas zonas a otras. De este modo, se desarrolló el cultivo de cereales (en especial el trigo y la cebada) y de legumbres (como lentejas y guisantes), especies características del Creciente Fértil.
La gran ventaja de la agricultura fue que favoreció el control humano sobre la obtención de alimentos y redujo la dependencia respecto a la disponibilidad natural de los recursos. La producción agrícola motivó además la fabricación de herramientas para la manipulación del suelo, provocó cambios morfológicos en las semillas y las plantas domesticadas y estimuló el sedentarismo.
Ganadería
La progresiva domesticación de animales llevó al desarrollo de la ganadería (es decir, al cuidado de rebaños para obtener alimentos u otros productos como la lana). Si bien el primer animal domesticado fue el perro, la producción ganadera comenzó con la domesticación de la oveja, la cabra, el cerdo y la vaca.
La ganadería demandó especiales cuidados y fue practicada tanto por las poblaciones sedentarias que practicaban la agricultura como por algunos grupos que se dedicaban específicamente al pastoreo nómada. También surgieron pastores pertenecientes a las poblaciones agrícolas pero dedicados a la trashumancia (el movimiento estacional en busca de pastos). Los rebaños podían ofrecer carne, piel, lana, leche, huesos, abono e incluso tracción animal para tareas agrícolas o de transporte.
Sedentarismo
La revolución neolítica promovió el sedentarismo, es decir, el establecimiento de las sociedades humanas en lugares fijos de ocupación permanente. De este modo, surgieron las casas construidas con adobe y las aldeas y poblados, como Jericó (en la actual Cisjordania) o Çatal Hüyük (en la actual Turquía).
El sedentarismo estuvo fuertemente relacionado con la invención de la agricultura y la ganadería, pues las tierras de cultivo y los rebaños requerían que los grupos humanos permanecieran en un lugar para producir, cuidar y controlar sus recursos. A esto se sumaron aspectos culturales, como la conexión simbólica con el territorio (donde en ocasiones se enterraba a los muertos) o las necesidades defensivas.
El sedentarismo también otorgó mayor seguridad debido a que facilitó la conservación de semillas y cereales en silos, tanto para la reproducción del ciclo agrícola como para protegerse de situaciones de carestía o dificultades climáticas. De todos modos, la conservación de excedentes productivos se convirtió con el tiempo en un estímulo para los ataques de saqueo de poblaciones rivales.
Cerámica y textiles
La cerámica, producida mediante la cocción de arcilla, fue una de las últimas innovaciones importantes de la revolución neolítica. Apareció en torno al VII milenio a. C. y su generalización marca un punto de demarcación entre lo que se conoce como Neolítico acerámico (o precerámico) y el Neolítico cerámico (o pleno).
Los principales objetos de cerámica eran cuencos o vasijas usados para cocinar y almacenar alimentos. En algunos casos, los recipientes cerámicos eran decorados. Las diferencias entre los materiales utilizados, las técnicas de fabricación y los estilos de las cerámicas sirvieron a los arqueólogos para clasificar distintos complejos culturales y reconocer su distribución geográfica y sus períodos. Este procedimiento resultó muy importante debido a que se trataba de sociedades que no tenían escritura.
Por ejemplo, el estudio de la cerámica permitió identificar una serie de conjuntos culturales neolíticos en la llanura mesopotámica, datados entre los milenios VII y V a.C., que recibieron los nombres de Hassuna, Samarra y Halaf. También se identificó la expansión desde el sur de Mesopotamia de una cultura llamada Ubaid, que se extendió hasta el comienzo del IV milenio a. C.
Otra característica tardía de la revolución neolítica fue la elaboración de tejidos, tanto con fibras vegetales como el lino (empleado desde fines del VII milenio a. C.) como con fibras animales como la lana de oveja (al menos desde comienzos del IV milenio a. C.). Los tejidos tuvieron importancia para la vestimenta y reemplazaron a las pieles de animales usadas en épocas anteriores. La producción textil suele ser documentada por el hallazgo arqueológico de pesas de telares, máquinas usadas para tejer.
Artefactos líticos
Los artefactos líticos (es decir, de piedra) del Neolítico en el Oriente Próximo se diferenciaron de los característicos del Paleolítico. Inicialmente aparecieron los microlitos, que eran más pequeños que los instrumentos paleolíticos y comenzaron a fabricarse incluso antes de la revolución neolítica.
Luego se difundieron unos útiles más especializados, elaborados en piedra, madera o hueso, tanto para la caza (mejores puntas de flecha) como para tareas domésticas típicamente neolíticas (punzones para trabajar el cuero, hoces para segar, cuchillos para esquilar o sacrificar, morteros para moler semillas).
Otro rasgo importante de la revolución neolítica fue el uso de la obsidiana, una roca volcánica originaria de Anatolia (actual Turquía) que circuló a lo largo del Oriente Próximo. Es uno de los primeros indicios de contactos e intercambios de larga distancia. Si bien la obsidiana servía para fabricar artefactos cortantes, su valor parece haber sido más bien simbólico, pues se destacaba por su color verde vidrioso y se usaba mucho en la realización de objetos decorativos.
División del trabajo
La revolución neolítica provocó un aumento demográfico con respecto al período Paleolítico. La sociedad se empezó a organizar en aldeas y poblados integrados por familias nucleares o extensas que tenían relaciones de parentesco o un ancestro común.
Las familias, lideradas por sus respectivas cabezas de familia, realizaban actividades tanto domésticas (como los tejidos y la cerámica) como comunales (por ejemplo, el trabajo agrícola). No había una diferenciación social y económica como la que surgió tiempo después, sino que la división del trabajo solía basarse en criterios de edad y sexo.
La producción agrícola y la organización aldeana permitieron la producción de excedentes productivos, especialmente cuando se empezaron a emplear técnicas de regadío. Esto contribuyó a que se establecieran intercambios entre aldeas a través de trueques y que se dedicaran recursos a la realización de rituales, actividades militares o construcciones.
Religión y rituales funerarios
Las prácticas religiosas de la época de la revolución neolítica en el Oriente Próximo estaban fuertemente influidas por el sedentarismo y la economía agrícola y ganadera. Existen indicios de un culto centrado en la fertilidad, tanto humana (como demuestran las figurillas femeninas) como vinculada a los ciclos de reproducción animal y vegetal (como sugieren algunos símbolos y el tratamiento ritual de ciertos animales).
A diferencia de épocas posteriores, en las que se construyeron templos administrados por grupos de sacerdotes y dedicados a alguna divinidad, en las fases de la revolución neolítica hay evidencia de un culto doméstico, centrado en las viviendas (como se testimonia en Çatal Hüyük, en la actual Turquía) y, en ocasiones, en algunos santuarios (como en Göbekli Tepe, también en Turquía).
La religión neolítica también involucraba el culto a los antepasados y los rituales funerarios. El sedentarismo determinó que los muertos fueran muchas veces enterrados en diversas zonas del poblado, debajo de las casas o en cementerios aledaños. Esta práctica pudo reforzar la conexión de una comunidad con el territorio habitado. En otros casos, los cadáveres podían ser incinerados o arrojados al agua.
Consecuencias de la revolución neolítica
Una de las consecuencias de la revolución neolítica fue la difusión de la agricultura y la ganadería por el Oriente Próximo, no solo en el Creciente Fértil sino también en regiones vecinas, como Mesopotamia (cuyas condiciones del terreno incentivaron la experimentación con técnicas de regadío) y el valle del Nilo.
También se destacó la multiplicación de aldeas sedentarias y, debido al desarrollo de la agricultura y la ganadería, la generación de excedentes productivos. Estos excedentes permitieron sostener prácticas y actividades no orientadas a producir bienes de subsistencia, como la celebración de rituales, la producción de artesanías o los intercambios de larga distancia.
Finalmente, la revolución neolítica suele ser considerada como una condición necesaria para otro proceso de cambio histórico que tuvo lugar en el Oriente Próximo y el noreste de África y que Vere Gordon Childe llamó “revolución urbana”. Esta implicó el surgimiento de ciudades y formas de organización social estatal en la Baja Mesopotamia (actual sur de Irak) y el valle del Nilo en el IV milenio a. C.
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Referencias
- Aurenche, O. & Kozlowski, S. K. (2003). El origen del neolítico en el Próximo Oriente. El paraíso perdido. Ariel.
- Britannica, Encyclopaedia (2023). Neolithic. Encyclopedia Britannica. https://www.britannica.com/
- Liverani, M. (1995). El Antiguo Oriente. Historia, sociedad y economía. Crítica.
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