Te explicamos quien fue San Agustín, dónde nació y cuáles fueron sus aportes a la filosofía y teología. Además, sus características y obras destacadas.
Agustín de Hipona (354-430), mejor conocido como San Agustín, fue un filósofo, teólogo y obispo cristiano nacido en Tagaste. Junto a San Jerónimo, San Gregorio y San Ambrosio, es considerado uno de los más importantes Padres de la Iglesia Católica y “Doctor de la Gracia”,
Su trabajo, así como su vida, ha sido estudiado por muchísimos pensadores, teólogos y filósofos. Filósofos como Martin Heidegger, Hannah Arendt o Jacques Derrida lo mencionan en muchos puntos importantes de sus obras. Agustín es conocido por dos de sus obras más famosas, las Confesiones (escrita entre los años 397 y 398) y Ciudad de Dios (escrita entre el 412 y el 426).
Luego de su formación en el siglo IV, en 1244, el pontificado del papa Inocencio IV estableció una orden religiosa que surgió bajo la experiencia monástica de San Agustín, conocida como la Orden de San Agustín.
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Vida de San Agustín
Agustín nació el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste, África del Norte, actual Souk Ahras, localidad argelina. Sus padres fueron Patricio Aurelio, pagano, y Mónica de Hipona, cristiana y conocida hoy como Santa Mónica. Se supone que Agustín y su familia eran bereberes, un grupo étnico del norte de África, aun cuando en su casa, debido a la influencia romana, solo se hablaba latín.
Ferviente lector de Terencio, Plauto, Séneca, Cicerón y Virgilio, Agustín se educó en Madaura, hoy Mdaorouch, entre el 366 y el 369. Por dificultades económicas, sus padres no lo enviaron a estudiar a Cartago. Pasó ese tiempo en Tagaste, dedicándose a lo que él llamó “los torcidos caminos por los que caminan los que vuelven a Dios la espalda y no el rostro”.
En el 370, gracias a Romaniano, mecenas de Tagaste, viajó a Cartago a estudiar. En 372 tuvo un hijo, Adeodatus (en latín “regalo de Dios”), con una mujer cartaginesa con la que vivió entre los 16 y los 30 años.
Desde los 19 y hasta los 28 años, Agustín perteneció a la secta de los maniqueos. A través de ellos conoció la teoría dualista de las dos sustancias, el bien, identificado con la luz, y el mal, identificado con las tinieblas. Enseñó gramática y retórica en Cartago, Roma y Milán. En 384, en Milán, la lectura de los neoplatónicos, como Plotino, lo alejó paulatinamente del maniqueísmo. Los sermones del arzobispo de Milán, San Ambrosio, tuvieron una influencia decisiva en su pensamiento.
En 386 se retiró con su madre, hijo y amigos a la casa de su amigo Verecundo, en Lombardía. En 387 se hizo bautizar por Ambrosio y se consagró al servicio de Dios. En el 388 regresó a África y en 391 fue ordenado sacerdote en Hipona por el obispo Valerio. En esa época escribió muchísimos textos, entre los cuales destacan sus discusiones con los maniqueos, pelagianos, donatistas, arrianos y paganos.
Hacia finales de 395, tras la muerte de Valerio, Agustín fue nombrado obispo de Hipona. En esos años escribió Cartas a amigos, adversarios, extranjeros, fieles y paganos, que fue muy celebrada por sus contemporáneos. También entonces, escribió los Soliloquios, las Confesiones y La ciudad de Dios, texto que recoge las respuestas de Agustín a las acusaciones que recibió el cristianismo de ser el responsable de las desgracias del imperio a manos de los godos.
En 429 se iniciaron distintas invasiones bárbaras en el norte de África, resistidas por Agustín en su ciudad episcopal, Hipona. Al tercer mes del asedio, cayó enfermo y murió.
Recorrido intelectual y pensamiento de San Agustín
Agustín fue un autor prolífico. Escribió más de cien obras, entre las que destacan las Confesiones, Sobre la Trinidad, sus Cartas y Ciudad de Dios. Estos libros son el resultado de su biografía intelectual y su posterior conversión al cristianismo, ya que su vida intelectual no empezó de la mano de la Iglesia.
Durante diez años, Agustín se mantuvo como maniqueísta, siguiendo los principios del bien y del mal como dualismo ontológico predicados por el fundador de la secta, Mani. De su etapa maniqueísta pasó a una breve estancia en el escepticismo académico. Finalmente, al llegar a Milán, conoció a Ambrosio y comenzó sus primeras lecturas de los neoplatónicos, como Plotino.
Los neoplatónicos influyeron de manera decisiva en la filosofía agustiniana, ya que lo llevaron a concebir al mal no como una sustancia sino como la falta de un bien ahí donde ese bien debería darse.
Luego de su posterior conversión al cristianismo, la filosofía de Agustín se erige como la construcción de una serie de discusiones teóricas sobre distintos ejes: la belleza, el bien y el mal, el orden, el tiempo, la memoria. Todos ellos están relacionados de distintas maneras. Por ejemplo, la salud es el orden del cuerpo, la belleza es el resplandor del orden y la paz es su serenidad. Si se pensara al mal en estos términos, podría decirse que es un desorden producido por la ausencia de un bien ordenado en determinado punto de la vida.
El pensamiento de San Agustín se ordena, entonces, en un recorrido intelectual claro.
- Una formación retórica.
- El descubrimiento de la problemática filosófica a través de Cicerón.
- Un acercamiento y la posterior adhesión al maniqueísmo.
- Un abandono del maniqueísmo por insatisfactorio en relación al problema del bien y el mal.
- Una breve estancia en el escepticismo académico.
- La aproximación al cristianismo por la predicación de Ambrosio de Milán.
- La adhesión profunda e intelectual al neoplatonismo.
- La conversión al cristianismo.
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Obras de San Agustín
Todas las obras de Agustín fueron escritas a partir de su conversión al cristianismo en Milán, a excepción de un tratado corto sobre la belleza llamado De pulcro et apto, ya perdido y del que se sabe muy poco.
Al hacer una reconstrucción histórica de su producción filosófica, se puede identificar un primer período que transcurre durante su retiro a Casiciaco, luego de enfermar en Milán. De esta época forman parte las siguientes obras: Sobre el orden, Sobre la vida feliz, Sobre la inmortalidad del alma y Contra académicos.
Al regresar a Milán, Agustín escribió los Soliloquios, monólogo que comienza estableciendo la necesidad de conocer al alma y a Dios. También escribió su tratado De música, una de sus obras más difíciles, Sobre el libre albedrío, contra los maniqueos, Sobre el génesis contra los maniqueos, que se orienta al mismo lugar, y De magíster, un diálogo sobre el lenguaje y el conocimiento.
De Milán Agustín partió a Hipona, donde se ordenó primero sacerdote y luego obispo. Allí escribió sus más célebres obras, entre las que se encuentra Confesiones, donde desarrolla y expone su teoría sobre la memoria, el tiempo y el bien. En esa época trabajó también en Sobre diversas cuestiones (donde fijó su posición filosófica respecto a varios temas) y Sobre la doctrina cristiana y Sobre la trinidad, que son obras teológicas.
La más importante de sus obras es La ciudad de Dios, que terminó poco tiempo antes de morir y después de publicar Retracciones. En ella desarrolla una idea heredada de Plotino, que sostiene que la medida del tiempo es la temporalidad, lo que pasa en los relojes, lo que le pasa a cada uno.
Lo que le interesa mostrar es cómo el tiempo es una dimensión del alma: es lo que sucede cuando pasa el tiempo, cómo se lo mira. También aparece allí la historia de las dos ciudades, una que proviene de Abel (la figura del nómada, y el que funda la ciudad de Dios) y Caín (la figura del sedentario, y el que funda la ciudad eterna o del diablo).
Algunas de sus obras más reconocidas
- De pulcro et apto
- Sobre el orden
- Sobre la vida feliz
- Sobre la inmortalidad del alma
- Contra académicos
- Soliloquios
- De música
- Sobre el libre albedrío
- Sobre el génesis contra los maniqueos
- De magíster
- Confesiones
- Sobre diversas cuestiones
- Sobre la doctrina cristiana
- Sobre la trinidad
- Retracciones
- La ciudad de Dios
Recepción de la obra de San Agustín
La obra de Agustín tuvo una importancia determinante en la historia filosófica, religiosa y cultural europea. Fue uno de los primeros en utilizar la fe como punto de partida para la reflexión filosófica. Tanto la amplitud de los temas trabajados como su aproximación filosófica y personal supusieron, para las generaciones venideras e incluso hasta hoy, un cambio radical en la manera de pensar y escribir.
Las Confesiones de San Agustín son un claro ejemplo de la influencia agustiniana en la filosofía posterior. Su intimidad, el modelo autobiográfico de interioridad, junto a varios elementos, permitieron incluir a la introspección como herramienta importante para la literatura.
Ciudad de Dios, por su parte, influyó también en pensadores posteriores. Descartes fue uno de los filósofos que se vieron más influenciados por las ideas expuestas en esa obra. Allí encontró un claro antecedente a su principio fundamental del cogito ergo sum (“pienso luego existo”), resumido en el si enim fallor, sum agustiniano (“si me equivoco, existo”).
Más allá de aquellos filósofos que encontraron inspiración para su pensamiento en la obra agustiniana, como Descartes, Martin Heidegger, Hannah Arendt o Jacques Derrida, la obra de Agustín marcó profundamente las escuelas teológicas cristianas venideras.
Esto sucedió de manera tal que, a posteriori, al revisar la historia del pensamiento filosófico-teológico cristiano, se observan dos grandes grupos: el pensamiento platónico-agustino y el pensamiento aristotélico-tomista (influenciado, este último, por la obra de Santo Tomás de Aquino).
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Referencias
- Agustín, S. (1979). Las Confesiones, I, 1, 1. México: Porrúa.
- Agustín, S. (2016). La ciudad de dios. Libros I-VII (Vol. 364). RBA Libros.
- Arendt, H., & de Haro, A. S. (2001). El concepto de amor en San Agustín (Vol. 188). Madrid: Encuentro.
- Descartes, R. (1904). Meditaciones metafísicas (Vol. 22). Dirección y Administración.
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