Te contamos qué es un problema, su etimología y qué significa solucionarlo. Además, los problemas típicos de la filosofía.
¿Qué es un problema?
Un problema es una pregunta para la que no se tiene una respuesta.
Por su etimología (del griego problema), un problema es una cuestión u obstáculo que se tiene delante y que se debe solucionar. La solución de problemas está relacionada con la idea de procedimiento. Un procedimiento es un conjunto de acciones que se ordenan alrededor de una meta.
Sin embargo, la palabra “problema” hace referencia a situaciones muy distintas según los actores que el problema involucra. Todo problema se da en una situación real que incluye una serie de actores:
- Un sujeto, quien piensa y para quien existe el problema.
- Las circunstancias bajo las que se enuncia el problema.
- La cuestión a la que se refiere el problema.
En filosofía, los problemas son las preguntas alrededor de las cuales se organizan las distintas disciplinas filosóficas. En general, los problemas filosóficos permanecen abiertos. Esto significa que, por más que los filósofos ofrecen respuestas a cada uno de los problemas, no los dan por solucionados de manera definitiva.
La palabra “problema” viene del griego problema. Significa “lanzar hacia adelante”. Un problema es un obstáculo con el que alguien se enfrenta y que debe sortear. Para que el obstáculo se vuelva problema, quien se enfrenta a él debe sentir la necesidad de solucionarlo.
- Ver también: Constructivismo
Resolución de problemas
Un problema se caracteriza por su dimensión de problematicidad. Cuando la problematicidad de una situación aumenta, el sujeto siente la necesidad de superar el problema como una exigencia.
La resolución de problemas es el conjunto de destrezas y estrategias que se adquiere para solucionar distintos problemas. Esto implica una serie de procedimientos eficaces, teniendo en cuenta que un procedimiento es un conjunto de acciones que se ordenan en vistas a la resolución de una meta.
Aprender a resolver problemas implica buscar y apropiarse de estrategias adecuadas para dar respuestas a preguntas cotidianas y propias de cada ámbito específico (como filosóficas, matemáticas o físicas). En cada uno de estos ámbitos, la situación a la que cada individuo o grupo de individuos se enfrenta debe ser reconocida como problema para que pueda ser tratada como tal. Solo cuando una situación es vista como un problema que no puede resolverse de manera automática se está frente a un problema auténtico.
Sin embargo, poder hacer un procedimiento no es la única parte de la resolución de un problema. Es necesario que exista una actitud de quien se enfrenta al problema para poder sortear el obstáculo y resolverlo. De la combinación del hacer procedimental y la actitud resolutiva surge la capacidad de plantearse un problema: convertir la realidad en un problema lo suficientemente interesante como para estudiarlo y resolverlo.
Además de los procedimientos, la actitud y la capacidad de plantearse un problema, resolver un obstáculo requiere contar con los conceptos adecuados. Implica comprender la situación, discernir el sentido del obstáculo que se tiene delante y poder extraer de él un aprendizaje como resultado.
Puntos clave
- No todas las situaciones son verdaderos problemas para todos los sujetos. Esto varía según la actitud y el interés de cada uno.
- Resolver un problema implica contar con los procedimientos adecuados para sortear el obstáculo pretendido.
- Además de los procedimientos necesarios, resolver un obstáculo requiere de actitud, la capacidad de plantearse el problema y el uso correcto de los conceptos necesarios para comprender la situación.
- Un verdadero problema se diferencia de un ejercicio en que los ejercicios se pueden resolver con mecanismos automáticos.
Los problemas de la filosofía
Los problemas filosóficos son las preguntas que, como indica su etimología (problema), “lanzan” al filósofo hacia adelante. Esto significa que, la mayoría de las veces, los problemas filosóficos no tienen una solución fija, sino que su función es poner a la filosofía en movimiento, generar nuevas ideas y discusiones.
A pesar de cumplir esta función movilizante, los problemas filosóficos también responden a una estructura formal. Todos ellos tienen una serie de elementos fundamentales, muchas veces compartidos con las ciencias. Estos son:
- El investigador. El filósofo es quien se plantea los problemas cuya solución exige un esfuerzo mental divergente. A veces, no es solo un individuo quien plantea un problema, sino una corriente filosófica, una escuela de pensamiento o incluso una generación de pensadores.
- El objeto de estudio. Definir el objeto de estudio suele ser uno de los grandes problemas filosóficos. Las preguntas tradicionales de la filosofía responden a la fórmula griega “¿qué es X?”, donde X se reemplaza por aquello que se quiere saber.
- La hipótesis. Con el paso del tiempo, las investigaciones filosóficas adquirieron mayor rigor formal. A partir de la escolástica, la necesidad de plantear una hipótesis a resolver se volvió habitual en la filosofía. Una hipótesis es una explicación provisoria a un problema que se quiere solucionar.
- Las conclusiones. La mayoría de los trabajos filosóficos buscan dar respuestas a sus inquietudes iniciales. Muchas veces sucede que las obras filosóficas constituyen sistemas de pensamiento, donde se intenta dar respuesta a todas las preguntas posibles. Sin embargo, al ser preguntas tan amplias, siempre aparece un espacio por donde seguir pensando.
La mayoría de los problemas filosóficos no se resolvieron. Los intentos por comprender la realidad, al mundo y al ser humano dan cada vez más frutos, pero cada respuesta dada abre una nueva serie de preguntas y contrapreguntas. Así, se suele decir que las preguntas filosóficas son las mismas desde hace más de dos mil años, cuando se formularon por primera vez en Grecia.
Algunas de las principales preguntas filosóficas son: ¿Qué es la verdad? ¿Qué significa morir? ¿Qué relación hay entre el lenguaje y el mundo? ¿Por qué hay ser y no nada? ¿Cuál es el origen del universo? ¿y su final? ¿Cuál es la relación entre el alma y el cuerpo? ¿Qué es la libertad? ¿Qué es la belleza? ¿En qué consiste un acto de justicia?
En la actualidad, algunas preguntas filosóficas parecen tener respuesta desde el discurso científico. Esto es cierto solo en un sentido, que es el científico fáctico, el de los hechos. Este sentido se apoya en experimentos y hechos verificables.
El sentido filosófico es distinto. Las preguntas de la filosofía apuntan al significado de las cosas, a la comprensión de su esencia y de la esencia del mundo. Plantear una pregunta filosófica implica atravesar un problema desde una forma de curiosidad distinta, basada en el asombro, no en la necesidad de dar una solución. La filosofía, como ciencia de la pregunta, no busca dar una respuesta final, sino encontrar, cada vez, una forma más adecuada de formular la pregunta.
Referencias
- Hessen, J., Gaos, J., & Romero, F. (1981). Teoría del conocimiento. Espasa-Calpe.
- Sanguineti, J. J. (2005). El conocimiento humano: una perspectiva filosófica (Vol. 10). Palabra.
- Zuluaga, E. G. (1993). Teoría del conocimiento. Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, (92), 160-184.
- Pozo, J. I., Pérez, M. D., Domínguez, J., Gómez, M. A., & Postigo, Y. (1994). La solución de problemas. Madrid: Santillana.
- Blanco, C. (2015). Grandes problemas filosóficos. Editorial Síntesis.
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