Te explicamos qué significa la frase "pienso, luego existo" que formuló el filósofo René Descartes. Además, las críticas que recibió, sus objeciones y más.

¿Qué significa “pienso, luego existo”?
“Pienso luego existo” es una afirmación realizada por el filósofo francés René Descartes (1596-1650) como respuesta al escepticismo generado por la duda metódica.
El “cogito cartesiano”, como se conoce a esta frase (por su formulación en latín cogito ergo sum) es el punto de partida de toda la filosofía cartesiana, es decir, la filosofía de Descartes. A su vez, representa también un quiebre en la filosofía occidental, que da inicio a la filosofía moderna europea.
El cogito cartesiano, también llamado ego cogito, aparece en varias de las obras de Descartes. Entre ellas están Principios de la filosofía (1644), Discurso del método (1637) y Meditaciones Metafísicas (1641). En todas las obras el ego cogito aparece como la primera certeza evidente que da respuesta a la duda metódica (o hiperbólica, es decir, exagerada), que es el método que Descartes ejerce para poder alcanzar la verdad.
Ya sea a favor o en contra, toda la filosofía posterior a Descartes ha tenido que pararse sobre el ego cogito. Incluso al momento de su formulación y publicación, el “pienso luego existo” fue sometido a crítica y prueba por sus contemporáneos. Estas objeciones fueron recogidas por el mismo Descartes, quien las publicó al final de la primera reedición de Meditaciones Metafísicas junto a las posibles respuestas a cada una de estas objeciones.
Pienso, luego existo. Mientras que se puede existir sin pensar, no se puede pensar sin existir. Por eso es que decimos que la existencia es el fundamento ontológico (de ser) del pensamiento. Por otro lado, el pensamiento es el fundamento gnoseológico (de conocer) de la existencia, ya que la revela: solo en el momento en que estoy pensando se me revela que existo y, entonces, puedo afirmar que pienso.
- Ver además: René Descartes
Contexto de la frase “pienso, luego existo”
René Descartes fue un filósofo y matemático francés que nació en 1596 y murió en 1650. Es considerado el padre de la filosofía moderna, así como el fundador del racionalismo europeo. De todas sus contribuciones a la filosofía, las más importantes son la duda cartesiana y el cogito ergo sum, el “pienso luego existo”.
Uno de los objetivos filosóficos que Descartes persiguió durante sus investigaciones fue la posibilidad de dar con una verdad que fuera considerada como una “primera” verdad. Descartes buscaba un fundamento certero y evidente por sí mismo, que no dependiera de ninguna otra cosa para dar inicio al pensamiento.
De esta inquietud se desprendió la idea del método como un ejercicio dado a través de la duda hiperbólica, exagerada. Este método consistió en no aceptar como verdadero nada que no fuera claro y evidente por sí mismo: todo aquello de lo que se pudiera dudar, al menos en parte, no podía ser considerado como verdadero y cierto.
La función de la duda hiperbólica —en el contexto del pensamiento cartesiano, y especialmente cómo se da en las Meditaciones Metafísicas— es despejar todo aquel conocimiento que no sea cierto, verdadero, y del cual se pueda dudar.
En la primera meditación, por ejemplo, Descartes pone en duda el conocimiento que se origina por medio de los sentidos y también el que se origina por medio de la razón, como las matemáticas y la lógica.
El ego cogito surge en este contexto, justamente, como la respuesta al escepticismo y el desamparo generados por medio de la duda. En la segunda meditación, Descartes se encuentra con que todas sus opiniones han sido puestas en duda y con ellas todo conocimiento con el que contaba hasta entonces. La frase “pienso luego existo” aparece como la primera verdad sobre la que va a construir todo conocimiento futuro y, de esa manera, recuperar lo perdido en la primera meditación.
A través de esta primera verdad evidente, clara y distinta, Descartes tiene una base sobre la cual reconstruir el conocimiento. El “pienso luego existo” se transforma, así, en la primera certeza: quien está pensando, para poder pensar, debe existir, y por lo tanto, existe.
Significado de la frase “pienso luego existo”
El ego cogito aparece en la segunda meditación como solución al problema que trajo la duda cartesiana. Consiste en una certeza inmediata.
Para Descartes los criterios para dar con la verdad son la claridad y la distinción. Llama clara a la idea que se presenta a un “espíritu atento” (así dice él mismo) y llama distinta a la idea que es precisa y diferente a las demás.
El “pienso luego existo” no es un razonamiento en el que el acto de pensar es una premisa y el existir su conclusión. Tal como explica Descartes, debe tomárselo como una primera verdad en su conjunto. De allí que sea presentado, siempre, como cogito ergo sum: pienso, luego existo. Si fuera un razonamiento, aun cuando fuera uno abreviado, no podría ser una primera verdad, ya que dependería de otras verdades anteriores.
Para Descartes, el pensar es el hecho mismo de la autoconciencia. Es la constatación inmediata e intuitiva del hecho mismo de existir. Descartes llega a esta conclusión al darse cuenta de que, si está dudando, debe existir necesariamente, ya que no podría dudar si no existiera.
Vale aclarar que, en el contexto de las Meditaciones Metafísicas, gracias a la duda se puede pasar al pensar y afirmar que se piensa y, pensando, se existe. Lo único indudable es el hecho de estar dudando, porque toda acción (como pensar) supone un sujeto que la realiza.
Al pensar, el pensamiento es de quien lo ejerce como acción, por lo que el “yo” ya está presente. Cada vez que se piensa se está presente como conciencia en ese pensamiento. La dificultad está en aclarar qué hay detrás de ese “yo” que se manifiesta en el acto de pensar, pero Descartes no da una respuesta a eso.
El carácter temporal del ego cogito
En la segunda meditación, al afirmar que existe, Descartes se pregunta durante cuánto tiempo lo hace. La respuesta es todo el tiempo que dure su pensar, ya que podría suceder que, si dejara de pensar, también dejara de existir.
Sin embargo, la temporalidad aparece en el ego cogito para marcar que, justamente, no hay tiempo entre el pensar y el existir. Esto significa que se dan en simultáneo, porque si no, no habría inmediatez. Pensar y existir se dan a la par, como conjunto, en el tiempo. Durante todo el tiempo que esta autoconciencia dura, no hay una operación mediada, que implique pasos temporales, entre percibir el pensamiento y percibir la existencia. Ambas se dan por igual.
La otra pregunta que se plantea Descartes es: ¿qué soy? Esto le resulta problemático, ya que pasa del estar siendo al qué es como si ambas cosas fueran evidentes cuando no lo son.
Ofrece algunas posibles respuestas como: ser un cuerpo, ser un hombre y ser un animal racional, pero todas son descartadas. Descartes se queda con la idea de que es una “sustancia pensante” una cosa que piensa, un espíritu, un entendimiento o una razón. El problema está en que esto no es evidente, y al afirmarlo, lo que Descartes hace es precipitarse, que es algo que todo el tiempo trata de evitar.
Más allá de sus dificultades, lo que afirma Descartes al descubrir y exponer el “pienso luego existo”, es que, además, es una cosa que pieza, o, en latín, sum res cogitans. Si bien esto también termina por ser puesto en duda, en principio es lo que afirma que puede saber de sí mismo. A partir de allí comienza a construir un camino para recuperar el conocimiento del mundo y, por extensión, al mundo en su totalidad.
Críticas y objeciones al “pienso luego existo”
El “pienso luego existo”, cogito cartesiano o ego cogito, ha sido objeto de diversas críticas y objeciones. En general, todos los comentarios se pueden agrupar en cuatro grupos interpretativos:
- La interpretación lógico-formal. Se basa en el argumento que afirma que el cogito es un silogismo (la premisa mayor garantiza la verdad de la conclusión) abreviado, y que resulta en un círculo vicioso.
Descartes responde a esta objeción al afirmar que cuando se está frente al cogito ergo sum se lo percibe como una noción primaria que no es sacada de ningún silogismo.
- La interpretación psicológica. Se basa en el argumento que afirma que el cogito es la constatación de un hecho psicológico cuya posibilidad se da solo mediante la introspección. Esto significa que la autoconciencia es el simple darse cuenta de un proceso psíquico y no de la existencia.
Descartes responde a esta objeción diciendo que no habría concordancia entre un hecho psicológico e individual y el impersonalismo del fundamento metafísico del método.
- La interpretación crítica. Se basa en la comparación de Descartes con Immanuel Kant. Sostiene que, como en Kant, el objeto del método es creado por el método mismo, y no al revés.
Descartes responde que el yo descubierto tiene más fuerza como certeza evidente que el método mismo, es decir, la impresión que supone el descubrir el ego cogito tiene un carácter tan fuerte que termina por avasallar al método empleado.
- La interpretación metafísica. Se basa en el argumento que afirma que Descartes es el fundador de la metafísica moderna. Esto se sostiene al decir que la intuición cartesiana es la intuición del pensamiento, por lo que funda una metafísica racionalista, basada en la razón y no en los sentidos.
Antecedentes de la frase “pienso luego existo”
Existen numerosos antecedentes al cogito ergo sum cartesiano. Ya Parménides sostuvo que “ser consciente y ser es lo mismo”. En general, no se puede afirmar o negar que Descartes conociera todas las fórmulas del cogito, pero se supone que al menos tenía una formación filosófica lo suficientemente fuerte como para haberlas leído una vez.
Un gran ejemplo se dio, en el siglo V d. C., con San Agustín, quien afirmó: “Si me equivoco, existo” (si fallor, sum). A esta fórmula se la conoce como el cogito agustiniano. Incluso Gómez Pereira, que fue un filósofo español del siglo XVI d. C., mucho más cercano a Descartes (aunque no por ello conocido), dio con una fórmula similar.
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Referencias
- Descartes, R. (2004). Discurso del método. Ediciones Colihue SRL.
- Descartes, R. (1904). Meditaciones metafísicas (Vol. 22). Dirección y Administración.
- Muñoz, S. V. (1950). El cogito cartesiano. Revista de Filosofía, 1(4), pág. 532-534.
- Gómez, A. A. (1968). El sentido del" cogito" cartesiano, según Heidegger. Revista de Filosofía, 27(104), 91.
- Rojas Cuautle, A. M. (2011). Constitución epistemológica del cogito cartesiano. Andamios, 8(16), 241-260.
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