Civilización bizantina

Te explicamos qué fue la civilización bizantina y cómo se originó. Además, cuáles son sus características principales.

Civilización bizantina
La civilización bizantina integró el legado romano con la cultura griega y el cristianismo.

¿Qué fue la civilización bizantina?

La civilización bizantina fue la cultura que se desarrolló en el Imperio romano de Oriente, entre 395 y 1453 d. C. Ante la caída del Imperio romano de Occidente en 476 d. C., la civilización bizantina se constituyó como la heredera de la tradición cultural romana durante la Edad Media.

Durante más de un milenio, el Imperio romano de Oriente (también llamado por los historiadores “Imperio bizantino”) se mantuvo unido y produjo una tradición política y cultural propia que lo diferenció del Imperio romano antiguo. La cultura bizantina fue influenciada además por la tradición griega y otras tradiciones culturales de Medio Oriente.

Entre sus principales características se encuentran el uso del griego como idioma oficial, la creación de una Iglesia Ortodoxa como una rama cristiana independiente de la tradición occidental y el enaltecimiento del poder del emperador.

En el aspecto arquitectónico y artístico, la ciudad de Bizancio se constituyó como una capital cultural en toda la región. Se destacó por adaptar las construcciones romanas y otorgarles nuevos usos y un estilo decorativo propio. La catedral de Hagia Sophia es una de las expresiones arquitectónicas características de la arquitectura bizantina.

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Características de la civilización bizantina

  • Construyó un imperio que ocupó Anatolia, Grecia y territorios en las penínsulas itálica e ibérica, entre 395 y 1453 d. C.
  • Se constituyó como la heredera del Imperio romano durante toda la Edad Media.
  • Desarrolló una rica cultura marcada por el legado romano, la tradición griega y el cristianismo.
  • Tuvo una historia marcada por períodos de auge y declive del poder imperial combinados con el acecho constante de las fronteras.
  • Creó la Iglesia ortodoxa como una rama independiente dentro del cristianismo.

Ubicación geográfica de la civilización bizantina

La ciudad de Bizancio, eje de la civilización bizantina, se ubicó en la parte occidental del estrecho del Bósforo. Actualmente se la conoce con el nombre de Estambul y es la capital de Turquía.

El Imperio bizantino abarcó, durante gran parte de su historia, los territorios de los actuales países de Turquía y Grecia. En algunos periodos llegó a incluir partes de la península itálica, el sur de la península ibérica y parte de Egipto.

Historia de la civilización bizantina

Civilización bizantina
En los siglos X y XI, los monasterios comenzaron a constituirse como importantes feudos.

Entre los siglos V y X d. C., la civilización bizantina atravesó transformaciones políticas, económicas y culturales que llevaron a diferenciarla del antiguo Imperio romano y la convirtieron en una civilización distinta, con una tradición e identidad propia.

  • Siglos V y VI d. C. Este periodo marcó el esplendor del Imperio romano de Oriente (en contraposición a la desintegración del Imperio romano de Occidente con capital en Roma, a partir del 476 d. C.). El reinado de Justiniano I (527-565 d. C.), máxima expresión de este periodo, estuvo marcado por la solidez de las instituciones públicas, la expansión territorial, la prosperidad económica y la diversidad cultural. Sin embargo, luego de su reinado, quedó clara la dificultad de mantener la unidad política con occidente.
  • Siglo VII d. C. La vida bizantina estuvo marcada por una crisis que afectó profundamente las estructuras del imperio. Los pueblos islámicos ocuparon las provincias orientales del imperio y se reavivó la necesidad de inversión militar. La autoridad estatal central se debilitó y comenzó un grave proceso de empobrecimiento del campesinado, que empeoró con las mayores necesidades de recaudación impositiva. La dinastía imperial iniciada con el gobierno de Heráclito (610-641 d. C.) disminuyó sus contactos con el oeste y se preocupó, en vez, por las invasiones que atacaron su frontera oriental. La dinastía heracliana buscó mantener tres elementos primordiales de las políticas justinianas: el derecho público, la riqueza y preponderancia de la ciudad de Bizancio como capital y un modelo de gobierno imperial autócrata y sacralizado.
  • Siglos VIII y IX d. C. Al final del período de crisis, el Imperio de Bizancio se hallaba profundamente modificado: con dimensiones más reducidas, una estructura militar fortalecida, una administración gubernamental coherente, el desarrollo del mundo rural en detrimento del urbano y el griego como idioma y tradición cultural predominante. Además, Bizancio vivió un proceso de reestructuración religiosa. En la disputa por el uso y el poder de las imágenes entre los iconoclastas e iconódulos se vislumbraron los vínculos profundos que unían a los poderes políticos y religiosos.
  • Siglo X d. C. Hacia fines del siglo anterior, se impuso la dinastía macedónica. Bajo su mando, Bizancio vivió lo que se conoce como “segunda edad de oro bizantina”: una etapa de consolidación política y social interna y de apogeo cultural. Se fortaleció la autoridad imperial, se reavivaron los centros urbanos y aparecieron los grandes monasterios cristianos, que se constituyeron como poderosos feudos. Además, se reorientaron los lazos diplomáticos con las culturas búlgaras y eslavas del norte del imperio.
  • Siglos XI y XII d. C. En este periodo Bizancio tuvo un crecimiento demográfico en el mundo rural, que permitió un aumento de la producción y una mejoría leve pero constante de la economía y los intercambios comerciales. Además, estuvo marcado por la alianza política y militar con los poderes de Occidente, con el fin de recuperar territorios perdidos de Anatolia. Esto dio origen a las cruzadas, campañas de conquista occidental en territorios orientales. Por otro lado, las aristocracias locales se beneficiaron de los contactos con Occidente a través de los mercaderes latinos de Venecia y Génova, y disfrutaron de un enriquecimiento que les permitió reposicionarse ante el Estado imperial e imponerse como señores sobre el campesinado.
  • Siglo XIII d. C. Los poderes occidentales buscaron imponerse sobre Bizancio, y en 1204 tomaron Constantinopla. Durante más de medio siglo, se dio lo que se conoce como Partitio romaniae (“Partición del imperio romano”): los territorios imperiales quedaron divididos entre diferentes poderes. En 1261, Miguel VIII Paleólogo reconquistó la capital y reunificó parte del imperio, aunque quedó profundamente debilitado.
  • Siglos XIV y XV d. C. Esta última etapa estuvo marcada por los intentos de restauración del poder imperial. Sin embargo, las fronteras se vieron continuamente asediadas por otomanos y serbios, y el comercio gravemente afectado por la predominancia de Venecia y Génova. Por otro lado, el poder estatal sufría con la baja en la recaudación de impuestos. Los poderes religiosos y los grandes terratenientes obtuvieron un mayor control de las tierras y diferentes privilegios feudales. Finalmente, el poder imperial debilitado no pudo hacer frente a la invasión otomana y en 1453 d. C. perdió su capital, Constantinopla.

Sociedad de la civilización bizantina

Dada su localización privilegiada, Bizancio era un punto de convergencia cultural y étnica, caracterizado por una población sumamente variada. Los bizantinos se identificaban al mismo tiempo con su tradición griega helénica, su ciudadanía romana y su religión cristiana.

En las ciudades habitaban las clases altas locales, que estaban ligadas al poder imperial, al comercio y a la posesión de tierras. Además, estaban pobladas por todas aquellas personas que no se dedicaban a la producción rural: artesanos especializados, comerciantes, mercaderes, personal de oficio, etc.

La mayoría de la población vivía en el ámbito rural. La desigualdad económica entre los campesinos se fue acrecentando a lo largo de la historia bizantina. Los terratenientes de clase alta, que estaban vinculados con los poderes locales de las ciudades y la corte imperial, lograron obtener privilegios y evitar el pago de impuestos. El grueso de las contribuciones recaía en el resto de los campesinos, que trabajaban en pequeñas parcelas propias, arrendaban parcelas de otros propietarios o trabajaban a cambio del pago de una jornada.

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Cultura bizantina

Civilización bizantina
La cultura bizantina estuvo influenciada por la creación de la Iglesia Ortodoxa.

La cultura bizantina estuvo marcada por la herencia de tres tradiciones culturales: la romana, la griega y la cristiana.

La tradición romana se expresó en la organización de las instituciones y en la relevancia de lo público, de aquello que pertenece a toda la ciudadanía y que refiere a la unidad estatal que permite la convivencia de diferentes pueblos y culturas dentro del imperio.

Desde la desintegración del Imperio romano de Occidente y la creación de diferentes reinos germánicos en Europa, el Imperio bizantino se distanció de la tradición latina. La cultura griega, parte de su imperio, se impuso como tradición imperante. El griego se convirtió en el idioma oficial, aparte de ser el más utilizado por la población dentro del imperio. El legado intelectual y filosófico griego se siguió desarrollando bajo el amparo de Bizancio.

Otro aspecto fundamental de la cultura bizantina fue el cristianismo. La mayoría de la población bizantina era cristiana. Los obispos eran parte del entramado institucional del poder imperial. El Patriarca de Constantinopla (uno de los cinco obispos ecuménicos de la organización de la Iglesia cristiana de la época) era elegido directamente por el emperador bizantino.

Estos legados culturales se combinaron y dieron origen a una identidad bizantina propia, que se expresó con diferentes estilos artísticos, arquitectónicos y literarios.

Religión de la civilización bizantina

La religión imperante en el Imperio bizantino fue el cristianismo. El patriarca de Constantinopla era uno de los cinco obispos ecuménicos de la organización primitiva de la iglesia cristiana, llamada Pentarquía (junto con los patriarcas de Roma, Antioquía, Jerusalén y Alejandría).

Ante la caída del Imperio romano de Occidente, el patriarca de Constantinopla se impuso como referente principal del cristianismo. Sin embargo, durante varios siglos la preponderancia de un obispo sobre el resto fue eje de disputas de poder.

Hacia el siglo XI, se dio lo que se conoce como “el gran cisma” del cristianismo: las iglesias de Oriente y Occidente quedaron oficialmente excluidas como instituciones separadas. La iglesia oriental tomó el nombre de Iglesia Ortodoxa. Los fieles bizantinos consideraban que su práctica religiosa se acercaba más a la doctrina cristiana original. Con el tiempo, la tradición cristiana ortodoxa fue tomando rasgos de las culturas eslavas y se fue diferenciando, cada vez más, de la tradición cristiana occidental.

Economía de la civilización bizantina

Imperio bizantino
La economía imperial dependió de la recaudación de impuestos al campesinado.

La economía de la civilización bizantina atravesó diferentes etapas de crecimiento y deterioro. Estos avances y retrocesos estuvieron vinculados al contexto político, social y, especialmente, militar.

La economía imperial se basaba en la recaudación impositiva, el comercio y el cuidado de la producción agrícola. La mayoría de la recaudación impositiva se destinaba al mantenimiento del ejército.

En el aspecto comercial, Bizancio ocupaba un lugar fundamental en la redes mercantiles de la época ya que unía Occidente con Medio y Lejano Oriente. Desarrolló rutas que conectaban el norte de África y el sur de Europa con India y China. Los principales productos que se comerciaban eran el trigo (que servía como base alimenticia para la mayoría de la población) y bienes de lujo (como especias, sedas y joyas).

Organización política de la civilización bizantina

El sistema político bizantino se organizó en torno a la figura del basileus, que en griego significaba “rey”. La sucesión de basileus fue conflictiva a lo largo de la historia bizantina, ya que debía legitimarse entre diferentes poderes de la sociedad: la aristocracia, el ejército y los representantes del pueblo.

Además, a medida que fue creciendo el poder de la iglesia cristiana, el basileus obtuvo un carácter sagrado. Se vestía de púrpura y los extranjeros debían arrodillarse ante él para demostrar su respeto. Los poderes del emperador se extendían sobre los diferentes aspectos que influían en la sociedad bizantina: la administración estatal, el ejército, la economía y la religión.

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Referencias

  • Chrysos, E. (2004). El imperio bizantino 565-1025 (Vol. 21). Icaria Editorial.
  • Treadgold, W. (2001). Breve historia de Bizancio. Ediciones Paidós Ibérica
  • Maier, F. (1987). Bizancio. Siglo XXI
  • Patlagean, E., Ducellier, A., Asdracha, C., Mantran, R. (2003). Historia de Bizancio. Editorial Crítica.

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Kiss, Teresa (24 de octubre de 2024). Civilización bizantina. Enciclopedia Humanidades. Recuperado el 5 de noviembre de 2024 de https://humanidades.com/civilizacion-bizantina/.

Sobre el autor

Autor: Teresa Kiss

Profesorado de Enseñanza Media y Superior en Historia (Universidad de Buenos Aires)

Fecha de actualización: 24 de octubre de 2024
Fecha de publicación: 28 de agosto de 2018

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