Te explicamos qué es la lectura, cuál fue su origen y qué tipos de lectura hay. Además, cuáles son sus principales características.
¿Qué es la lectura?
La lectura es la técnica y el proceso a través de los cuales se comprende un mensaje por escrito. Para eso, se debe reconocer y decodificar una serie de signos lingüísticos, generalmente letras y palabras, inscritos en algún tipo de soporte físico.
Al contrario de lo que parece a simple vista, la lectura implica un proceso complejo, que se da en base a tres niveles diferentes:
- El reconocimiento de la pronunciación de las palabras escritas.
- La comprensión del significado de cada una de las palabras escritas.
- La comprensión global del significado planteado en el texto completo.
Por lo general, la lectura se realiza a través de la vista, pero existen también formas especiales de lectura (como el método braille) que se valen de otros sentidos para captar la información transmitida.
Por otro lado, la lectura y la escritura constituyen dos caras de una misma moneda y son actividades fundamentales en la formación de la cultura desde tiempos antiguos. A través de ellas, es posible registrar las realidades objetiva y subjetiva, y luego recuperarlas en otro lugar y momento.
A la práctica de la lectura, además, se le atribuyen numerosos beneficios individuales, tanto para el aprendizaje y el desarrollo de la sensibilidad, como para la comunicación y la adaptabilidad social y cultural.
- Ver además: Textos expositivos
Origen de la lectura
El origen de la lectura es incierto, pero lógicamente va de la mano de la invención de la escritura, ya que la una no puede existir sin la otra. En ese sentido, los textos más antiguos que se conocen provienen de la antigua Mesopotamia (alrededor del 4000 a. C.), en forma de tabletas de arcillas grabadas con escritura cuneiforme.
A lo largo de la historia, hubo numerosos sistemas de lecto-escritura, como los jeroglíficos egipcios, los ideogramas chinos y diferentes alfabetos. Cada uno de ellos permitió la composición de mensajes, oraciones, textos literarios y decretos imperiales. Sin embargo, la lectura no siempre fue una herramienta a la que tuviera acceso el total de la población. En muchos casos, se reservaba solo para los sacerdotes o para la nobleza.
Tipos de lectura
La lectura es una actividad central en la cultura y la civilización, que puede ser comprendida y estudiada desde distintos puntos de vista. Así, es posible establecer su clasificación a partir de distintos criterios, como son: su acompañamiento o no por la voz del lector, el énfasis que este hace en el proceso y el lenguaje utilizado para transmitir el mensaje.
Según su acompañamiento o no por la voz del lector
En principio, es posible clasificar la lectura dependiendo de si va o no acompañada por la voz del lector. Así, se puede distinguir entre:
- Lectura oral o en voz alta. Es la forma más antigua de leer, en la que se pronuncia a viva voz cada palabra del texto.
- Lectura silente o silenciosa. Es la forma que no requiere de la intervención de la voz, sino que ocurre en completo silencio.
Según el énfasis que hace el lector
Por otro lado, es posible diferenciar varias formas de lectura dependiendo del énfasis que el lector haga en el proceso. Desde este punto de vista, se puede distinguir entre:
- Lectura involuntaria o automática. Es la que tiene lugar de un modo no intencionado, o sea, cuando se lee un mensaje sin hacer énfasis alguno en ello.
- Lectura rápida o superficial. Es la que tiene lugar cuando no se le presta plena atención a todo el mensaje, sino solo a sus partes principales o más resaltantes. De este modo, el lector se hace una idea vaga o aproximada de lo que dice el texto.
- Lectura comprensiva. Es la que tiene lugar cuando se presta plena atención a todo el texto y se hace un esfuerzo consciente por descifrar su contenido. Este es el tipo de lectura que mayores frutos rinde al lector, pero también el que más esfuerzo y tiempo requiere.
Según el lenguaje utilizado
También es posible clasificar la lectura a partir del lenguaje utilizado. Según este criterio, se puede distinguir entre:
- Lectura verbal. Es la que reconoce el lenguaje verbal, o sea, la lectura tradicional que identifica las palabras de un idioma.
- Lectura musical. Es la que reconoce el lenguaje propio de la notación musical, que registra los sonidos específicos que deben realizarse, en orden y secuencia, para reproducir una obra musical.
- Lectura científica. Es la que reconoce las fórmulas y ecuaciones matemáticas, físicas o químicas, que constituyen el lenguaje especializado y técnico de las ciencias y la academia.
- Lectura braille. Es la que reconoce el sistema braille, un método de reemplazo de la escritura ordinaria verbal, diseñado para invidentes. Para ello, se emplea el tacto en lugar de la vista.
Características de la lectura
En términos generales, la lectura tiene las siguientes características:
Ocurre en ausencia del escritor
La lectura no solo implica el acceso a una información que no se tenía, sino también la recuperación de experiencias y pensamientos que alguien tuvo en el pasado, pues entre la producción del texto y su lectura puede pasar mucho tiempo. Es lo que ocurre con los clásicos literarios, por ejemplo, que han sido escritos hace siglos y aún se leen en la actualidad.
Esto significa que la lectura es no presencial, es decir que puede darse en ausencia del emisor del mensaje. Por eso es tan importante que lo escrito refleje correctamente el pensamiento del emisor, pues no siempre estará allí cuando su mensaje sea leído para explicar qué es lo que quiso decir.
Requiere siempre de un texto
Para que haya lectura, debe haber primero un texto, es decir, un conjunto lineal y secuencial de signos escritos. Estos signos, además, deben ser interpretables por el lector, para que el mensaje contenido en ellos pueda ser recuperado.
Los textos pueden ser de muy distinta naturaleza y pueden consistir en signos, símbolos, imágenes o íconos, como en el caso de los jeroglíficos. Estos signos pueden ser más o menos abstractos, y pueden representar visualmente o conceptualmente a su referente (como los ideogramas) o bien representar los sonidos del habla necesarios para pronunciarlo (como las letras del alfabeto).
El texto y el lector deben compartir un código
Los textos escritos están siempre codificados a través de una lengua o idioma que tanto el escritor como el lector deben conocer para poder entenderse. De otro modo, es posible que el lector reconozca los signos como piezas del lenguaje, pero sea incapaz de descifrar el mensaje que contienen.
Visto así, la diferencia entre un texto y un garabato muchas veces depende de la formación del lector. Y por eso es tan importante la labor de los traductores, ya que permiten salvar las distancias lingüísticas y culturales que dificultan la comprensión de un texto producido en un idioma diferente al propio.
Ocurre de manera secuencial y direccionada
La lectura depende del texto escrito y también de sus reglas y su organización. Por ejemplo, los textos tienen un inicio y un final, y se los debe leer en ese orden estricto para entender su mensaje. Este orden, además, se impone también dentro de la página, ya que en algunas culturas se lee de izquierda a derecha, mientras que en otras se hace de derecha a izquierda o de arriba hacia abajo.
Por otro lado, la lectura avanza siempre una palabra o signo a la vez, acumulando sus significados para recomponer el sentido global. De la secuencia específica de palabras depende, entonces, la correcta interpretación del mensaje: no es posible saltarse palabras, ni se puede volver a las que se dejó atrás, ni reorganizarlas al antojo de quien lee. La lectura, como el tiempo, marcha en una sola dirección.
Tiene lugar a una velocidad determinada
La velocidad de lectura de un texto depende de muchos factores, entre ellos, la capacidad lingüística e intelectual del lector, pero también el grado de complejidad del texto y las condiciones del entorno en el que se está leyendo. Leer aprisa, entonces, no necesariamente implica leer mejor.
Tradicionalmente, se considera que la velocidad promedio de una lectura depende de los fines con los que se lee. Es decir:
- Para memorizar lo leído, se suele leer más lentamente, a un ritmo de menos de cien palabras por minuto.
- Para estudiar un tema, suele leer a un ritmo estándar o promedio, que oscila entre las cien y las doscientas palabras por minuto.
- Por ocio o para relajarse, la lectura suele ser más liviana, por lo que puede oscilar entre las doscientas y las cuatrocientas palabras por minuto.
- Para una lectura veloz, propia de ciertos métodos y técnicas especiales, se suele leer en promedio a un ritmo de setecientas palabras por minuto.
Importancia de la lectura
Desde tiempos inmemoriales, la lectura ha permitido al ser humano recuperar sus saberes y experiencias incluso mucho después de finalizada la vida de quien las registró. Por lo tanto, es la principal forma de acceder al caudal de información que la humanidad ha acumulado desde la invención de la escritura hace varios miles de años.
Precisamente por eso, la lectura es la piedra angular de la formación del conocimiento y parte integral del aparato educativo humano contemporáneo. Según la Unesco (2010), se estima que un porcentaje cercano al 85% de la población adulta mundial está alfabetizada (es decir, sabe leer y escribir), lo cual significa que, a través de la lectura, es posible también conectarse con el resto de la especie.
Por otro lado, al hábito de la lectura se le atribuyen numerosos beneficios para el individuo. Entre ellos, la expansión del vocabulario, la adquisición de nuevos conocimientos, una mayor adaptabilidad social y cultural, y una mejor capacidad para comprender lo leído y formular pensamiento crítico.
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Referencias
- Peredo Merlo, M. A. (2002). De lectura, lectores, textos y contextos. Un enfoque sociocognoscitivo. Universidad de Guadalajara.
- Pereira, M. (2000). Lectura, escritura, imagen y construcción de subjetividad. Lectura, escritura, imagen, pp. 34-44. Noveduc Libros.
- Ramírez Leyva, E. M. (Comp.). (2005). Seminario Lectura: pasado, presente y futuro. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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