Te explicamos quién fue Gustavo Adolfo Bécquer, en qué consistió su obra literaria y por qué supuso un antes y un después en la tradición poética española.
¿Quién fue Gustavo Adolfo Bécquer?
Gustavo Adolfo Bécquer fue un poeta y escritor español, considerado como uno de los primeros poetas modernos de la tradición española. Su obra más importante, publicada de manera póstuma, fue el libro Rimas y leyendas, donde se reúnen sus textos de poesía y narrativa.
La obra de Bécquer constituye, al igual que la de Garcilaso de la Vega (1503-1536), un punto crucial en la tradición literaria en español, pues marcó un antes y un después al romper con la retórica romántica de la época y abrazar una estética más contemporánea.
Bécquer, sin embargo, no gozó en vida del debido reconocimiento a su obra, probablemente porque, en muchos sentidos, fue un hombre estética y políticamente adelantado a su época.
- Ver además: Romanticismo literario
Infancia y juventud de Gustavo Adolfo Bécquer
Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida nació el 17 de febrero de 1836 en Sevilla, en la región española de Andalucía. Sus padres fueron Joaquina Bastida Vargas y el pintor José Domínguez Insausti, quien firmaba ya sus obras con el seudónimo “Bécquer”, tomado de la familia de su padre. Gustavo Adolfo fue el quinto de los ocho hijos que tuvo la pareja.
La familia tenía un buen estándar de vida. Sin embargo, cuando Bécquer tenía cinco años, su padre falleció prematuramente, dejando a la familia sin sustento. La madrina de Gustavo Adolfo, la francesa Manuela Monnehay, los ayudó económicamente a partir de entonces.
El joven Bécquer comenzó sus estudios en el Colegio de San Francisco de Paula, en 1841, y con diez años ingresó al Colegio Naval de San Telmo, donde estudiaba uno de sus hermanos. Allí conoció a quien fue su gran amigo y compañero de aventuras literarias, el futuro cuentista Narciso Campillo (c. 1835-1900), con quien compuso a esas edades tempranas una pieza dramática llamada Los conjurados, que llegó a ser representada en las festividades del colegio, así como una novela inconclusa llamada El bujarrón en el desierto.
En 1847, murió también la madre de Gustavo Adolfo y, pocos meses después, cerró por decreto real el colegio en donde estudiaba. Gustavo y su hermano Valeriano, entonces, fueron a dar a la casa de María Monnehay, una mujer ilustre y dotada de una importante biblioteca.
En ese hogar Gustavo Adolfo y su hermano pudieron entregarse a la lectura de los clásicos. Y en 1848 fueron adoptados por Joaquín Domínguez Bécquer, otro pariente suyo, quien era además un pintor de éxito. Bajo su tutela, los jóvenes ingresaron a la Escuela de Bellas Artes.
Gustavo Adolfo abandonó la academia en 1850, aunque continuó frecuentando el taller artístico de Joaquín, su tutor. Se le daba más el dibujo que la pintura, pero su vocación estaba más bien en las letras. Aún se conservan algunos poemas, dibujos y versiones teatrales que Gustavo Adolfo compuso en su adolescencia, empleando las hojas sin usar del libro de cuentas de su padre. Asimismo, llevó un diario en el que relató sus primeras aventuras amorosas, algunas de las cuales lo inspiraron a componer algunos poemas tempranos.
La partida de Bécquer a Madrid
Becquer comenzó a publicar sus primeras obras literarias en Sevilla, en las revistas La Aurora y El porvenir, en un tiempo en el que era, además, un gran aficionado a la ópera italiana. Y en 1853, gracias a la influencia de uno de sus profesores, logró publicar también en la revista El trono y la nobleza de Madrid, fundada por el editor Manuel Ovilo y Otero (1826-1885).
Convencido de que su futuro literario estaba en Madrid, Gustavo Adolfo se reunió con sus amigos Narciso Campillo y Julio Nombela (1836-1919) y se dedicaron a escribir poemas para publicar en la capital. Finalmente, en 1854, los tres abandonaron Sevilla.
Madrid no cumplió con las expectativas iniciales de Bécquer. La encontró sucia, fea, poco a la altura de lo que se había imaginado, y en contraste su ciudad se le antojó como el “edén perdido”. Además, durante esos primeros años en la capital, se distanció de su amigo Campillo, quien llegó a acusarlo de iletrado y falto de cultura.
Sin embargo, las cartas de recomendación que Bécquer traía de Sevilla le abrieron las puertas de la élite conservadora y la prensa local. Así, pasó de escribir por encargo a redactar para la revista La España musical y literaria, junto a su amigo Luís García de Luna (1834-1867). Esta publicación duró apenas un año debido a problemas económicos.
Junto con García de Luna, además, escribió la comedia La novia y el pantalón, estrenada en el Teatro de variedades de Madrid, bajo el seudónimo “Adolfo García”. Más adelante lo volvieron a hacer con La venta encantada, inspirada en un capítulo de El Quijote.
En 1856, similarmente, Bécquer y el arqueólogo Juan de la Puerta Vizcaíno emprendieron la redacción del libro Historia de los templos de España, publicado por entregas en un formato de lujo. Esto les abrió las puertas de la corte de Isabel II, donde fueron recibidos para ofrecerles a los reyes la financiación del proyecto. La obra, además, contó con el apoyo de 38 obispos y con la colaboración de 12 historiadores y 52 periodistas y escritores.
La elaboración de este libro condujo a Bécquer a visitar Toledo y otras ciudades cercanas, en las que admiró el pasado glorioso que evocaban los templos españoles medievales. La primera entrega de Historia de los templos de España apareció en 1857, con un prólogo escrito por el mismo Bécquer. La obra, además, contó con numerosos dibujos de su autoría.
Ese mismo año el poeta conoció, junto a su amigo Nombela, las obras del poeta Heinrich Heine (1797-1856) traducidas recientemente del alemán, las cuales tuvieron una profunda influencia en sus ideas estéticas.
Las primeras leyendas de Bécquer
A partir de la publicación de Historia de los templos de España, Becquer comenzó a tener presencia en la sociedad letrada española. Se le menciona, por ejemplo, en artículos de prensa de la época, participando en recepciones en el Teatro Real.
Sin embargo, en 1858 el exitoso proyecto editorial se detuvo, pues Bécquer cayó gravemente enfermo. Es posible que se tratase de la primera manifestación de la tuberculosis que ya padecía. Otras fuentes sugieren que podría haberse tratado de sífilis.
Viéndolo tan enfermo, su amigo y colega Ramón Rodríguez Correa (1835-1894) decidió publicar algunos textos de Bécquer en el diario madrileño La Crónica, donde él mismo trabajaba, para ayudarlo a conseguir algo de dinero. Y buscando entre sus escritos dio con la primera de sus famosas leyendas, El caudillo de las manos rojas, que apareció por entregas en junio de 1858.
Esta fue la primera de las veintiocho narraciones de Bécquer, escritas a lo largo de los años venideros e inspiradas en las tradiciones locales de Toledo, Soria, Cataluña, Navarra, Aragón y otras regiones españolas que visitó en distintos momentos de su vida. Estos relatos incursionan en un imaginario medieval, tienen una atmósfera onírica y están habitados por personajes fantásticos, como ninfas o ánimas.
Becquer recuperó su salud hacia mediados de año y en septiembre de 1858 se reanudó la publicación de Historia de los templos de España. Esta obra por entregas se continuó ofreciendo a los lectores durante el año siguiente, hasta que en 1860 las desavenencias con la imprenta y la falta de financiación acabaron por interrumpirla. Bécquer, entonces, obtuvo un puesto como crítico literario en el diario La época.
La musa de Bécquer
En algún momento entre 1858 y 1860, Bécquer conoció a la que, de acuerdo a la tradición, constituyó su musa y su gran enamorada: la joven Julia Espín. Mucho se ha escrito respecto a esta relación, pero no existe una versión definitiva de la historia.
Se sabe que el poeta y la joven se llegaron a frecuentar, pues ella conservó un álbum con dibujos y escritos realizados por Bécquer; pero algunos biógrafos de Bécquer afirman que se trató de un amor no correspondido por la joven, que acabó convirtiéndose en cantante de ópera a sus 28 años y casándose con otro en 1874.
Bécquer tuvo otra enamorada, entre 1859 y 1860, a la que tildó en su diario de “dama de rumbo y manejo” proveniente de Valladolid, y que algunos biógrafos identificaron con Elisa Guillén. Hoy se sabe que dicho nombre no era real, pero sí que la amante le rompió el corazón al poeta. No existe consenso respecto a cuál de las dos mujeres, si es que fueron solo dos, fue a quien Bécquer se refirió en muchos de los poemas que más tarde integraron sus Rimas.
A lo largo de 1860, por otro lado, Bécquer y García de Luna realizaron diferentes obras y adaptaciones teatrales, y después constituyeron, junto con otros autores, una sociedad que administró el Teatro del Circo. Allí se presentaron diferentes piezas y zarzuelas, de cuyas entradas los escritores recibían un pago del 10 %.
A finales de año, además, Bécquer se sumó a los colaboradores del recién fundado diario El contemporáneo. Allí publicó entre 1860 y 1861 sus Cartas literarias a una mujer, en las que asimilaba la esencia de la poesía y el cuerpo de la mujer amada. En ellas afirmaba, por ejemplo, que “...la poesía es el sentimiento y el sentimiento es mujer” (20 de diciembre de 1860) o que “Poesía son, por último, todos esos fenómenos inexplicables que modifican el alma de la mujer cuando despierta al sentimiento y a la pasión” (8 de enero de 1861).
En 1861, Bécquer contrajo matrimonio con Casta Esteban Navarro, la hija de un cirujano sangrador, con quien tuvo luego tres hijos. La pareja se casó en Madrid y durante los años siguientes viajó a distintas localidades de España, de las que Bécquer obtuvo material para continuar sus Leyendas.
Sin embargo, alrededor de 1868 la pareja comenzó a tener fuertes disputas, algunas de ellas debido a los cortejos de un antiguo enamorado de Casta, con quien Bécquer se batió en duelo en la plaza del pueblo. Otras, en cambio, tenían que ver con la pésima relación entre Casta y el hermano de Bécquer, Valeriano.
Durante el verano de 1868 la pareja se separó en medio de grandes escándalos, que le granjearon a Bécquer la enemistad de la familia y los amigos de su esposa. Estando ya separados, tuvieron a su tercer hijo, Emilio Eusebio, y tras la muerte de Valeriano Bécquer en 1870, volvieron a reconciliarse.
Los años fértiles y la Revolución de 1868
El grueso de la obra literaria de Bécquer se produjo a partir de 1860 y giró en torno a la poesía y los relatos, muchos de ellos publicados en El contemporáneo, tales como “El muerto al hoyo”, “El rayo de luna”, “El aderezo de esmeraldas”, “El miserere” o “El Cristo de la Calavera”. En estos textos se evidencia su amor por Sevilla y por la cultura popular andaluza.
En 1863, se sumaron a esta racha productiva las zarzuelas, de mucho éxito en el teatro y emprendidas generalmente en compañía de algún amigo, como Rodríguez Correa o García de Luna, y posteriormente algunas colaboraciones con su hermano Valeriano, quien llegó a Madrid de Sevilla y lo encontró a Bécquer tan debilitado, que decidió llevarlo de viaje a la zona del Moncayo.
Ambos se recluyeron en el Monasterio de la Veruela, donde Valeriano se dedicó a dibujar y Gustavo Adolfo a escribir. Durante su estancia en el monasterio Bécquer publicó en El contemporáneo sus célebres Cartas desde mi celda, una serie de textos en los que mezcla autobiografía, memoria, fantasía y ensoñación. En ellas retrató frecuentemente las costumbres populares de la época, aunque a partir de 1864 su escritura en prensa comenzó a tornarse más política.
Bécquer formó parte de los sectores conservadores de la cultura, a diferencia de muchos de sus amigos que militaron en las filas liberales. Cuando en 1864 fue nombrado director de El contemporáneo, había fraguado una amistad con el periodista y diputado Luis González Bravo (1811-1871), perteneciente al Partido Moderado y a la Comunión Católico Monárquica, quien fue además su mecenas durante años. Gracias a ello fue nombrado también como censor de novelas.
Posteriormente, Bécquer renunció a El contemporáneo y se sumó a El tiempo, un diario recién fundado y que recibió acusaciones de ser financiado por el gobierno del Partido Moderado. Tras la caída del gobierno en 1865 y el comienzo del gobierno de los liberales, Bécquer perdió su empleo y se encontró en medio de la disputa política que condujo en 1868 a la Revolución de Septiembre.
Se conoce como Revolución de 1868, Revolución de Septiembre o La Septembrina, a la sublevación cívico-militar que tuvo lugar en España, entre el 19 y el 28 de septiembre de 1868, y produjo el derrocamiento de la reina Isabel II (1830-1904) y dio inicio al primer intento de un gobierno democrático en España, el llamado Sexenio Democrático (1868-1874).
Antes de que la Revolución estallara, Bécquer se había dedicado a la creación de una sociedad de auxilios mutuos para escritores, y a publicar sus leyendas en el diario El español. Pero el nuevo régimen político interrumpió sus planes y lo dejó sin empleo fijo, por lo que Bécquer huyó junto a su hermano a Toledo.
Entre 1868 y 1870, Bécquer escribió la mayoría de sus Rimas, bajo el título de Libro de los gorriones. Esta obra, tan representativa de su genio literario fue publicada en 1871, tras su muerte, en una edición intervenida por sus amigos.
Enfermedad y muerte de Bécquer
En 1870, la salud de Bécquer estaba muy deteriorada. Sufría de tuberculosis y requería de frecuentes retiros para descansar. Eso no impidió que asumiera nuevos proyectos, como la dirección del diario La ilustración de Madrid y de El entreacto, una revista semanal sobre ópera y teatro.
Ese mismo año, su hermano Valeriano falleció, víctima de una severa hepatitis. Este fue un duro golpe para Bécquer. Reconciliado con su esposa Casta, volvieron a casarse y se mudaron a Madrid, donde cayó en cama los primeros días de diciembre. El 22 del mismo mes, Bécquer falleció en su hogar en compañía de su mujer y sus amigos.
Bécquer fue enterrado al día siguiente y, para ayudar a su familia, Ramón Rodríguez Correa, Augusto Ferrán y Narciso Campillo se dedicaron a reunir los poemas y leyendas que Bécquer había publicado en distintos diarios a lo largo de su vida, para publicarlos en un mismo libro. Así surgió Rimas y leyendas, inicialmente titulado Obra, un libro en que se ofrecen los escritos de Bécquer organizados a modo de cancionero.
La obra de Bécquer se publicó en dos tomos en julio de 1871, con prólogo de su amigo Rodríguez Correa, y desde entonces se considera una obra clave de la literatura española del posromanticismo. Su legado poético es fundamental para comprender el inicio de la poesía contemporánea en español.
Las obras de Gustavo Adolfo Bécquer son, en su mayoría, compilaciones de lo que publicó en prensa. Sus títulos más destacados son:
- Cartas literarias a una mujer (1860-1861)
- Desde mi celda (1864)
- Rimas y leyendas (1871, póstumo)
Menos conocidas son sus obras teatrales, a las que dedicó, sin embargo, buena parte de su vida.
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Referencias
- Montesinos, R. (1977). Bécquer: biografía e imágen. Fund. José Manuel Lara.
- Morillo, J. (2015). “Gustavo Adolfo Bécquer, un poeta romántico a la cabeza de las letras contemporáneas”. ABC Cultura. https://www.abc.es/
- Sádaba, S. (s. f.). “Biografía de Gustavo Adolfo Bécquer”. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/
- Tobella, J. E. (2014). “Gustavo Adolfo Bécquer en la prensa de la época” en Díaz Monrové & Romero Gómez (dirs.), Todo Mortal: Estudios en torno a la figura de Bécquer, pp. 45-78.
- The Encyclopaedia Britannica. (2023). Gustavo Adolfo Bécquer (Spanish author). https://www.britannica.com/
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