Buen profesor

Te explicamos qué es un buen profesor y cuáles son sus características y objetivos. Además, cómo debe ser su actitud frente a los alumnos.

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Un buen profesor facilita el aprendizaje y motiva a sus alumnos.

¿Qué es un buen profesor?

Un buen profesor es aquel que facilita el aprendizaje de sus alumnos, los motiva a perseguir una formación y a la vez sirve como una figura de apoyo en sus procesos vitales. Esto último resulta especialmente importante en etapas formativas clave, como la infancia y la adolescencia.

Si bien la tarea de enseñar requiere del dominio del tema a impartir y de herramientas pedagógicas especializadas, llevarla a cabo del mejor modo posible también involucra aspectos sociales y emocionales. Así, por ejemplo, la actitud ante el alumno, la capacidad de adaptarse a diversas situaciones y una buena comunicación son aspectos fundamentales de una buena labor docente.

Características de un buen profesor

Un buen profesor cumple con todas o muchas de las siguientes características:

Actitud positiva

Una de las principales funciones del docente es motivar a sus alumnos hacia el esfuerzo y el aprendizaje. Para lograrlo, deberá mostrar entusiasmo por sus labores y por los contenidos que imparte: un docente apasionado formará alumnos atentos y entusiasmados con el aprendizaje. La motivación que transmita a sus alumnos fomentará su curiosidad y hará de las horas de enseñanza una experiencia grata, que se aleje de la obligación y asuma en su lugar el compromiso.

Paciencia y empatía

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Un profesor empático sabe ponerse en el lugar de los alumnos.

No todos los alumnos aprenden del mismo modo ni con la misma rapidez, ni sienten interés por los mismos temas. Por eso, un buen docente debe tener en cuenta qué contenidos pueden despertar el interés de los alumnos y cuáles requieren de mayor insistencia.

Así, el docente debe desarrollar la empatía para ponerse en el lugar de los alumnos y comprender cuáles son sus dificultades o impedimentos. A la vez, tiene que tener la paciencia necesaria para insistir o variar el enfoque, de modo tal de alcanzar los objetivos propuestos sin dejar a ningún alumno en el camino.

Autoridad

La autoridad de un docente no tiene que ver directamente con la función que ocupa, sino que depende del respeto que inspira en sus alumnos. No se trata de un cargo jerárquico, una especie de jefatura del aula, sino más bien de un rol vinculado con el respeto mutuo y la responsabilidad.

Sin embargo, a menudo el docente necesitará afianzar su autoridad o ejercer un rol más protagónico. En esos casos, deberá construir un complicado equilibrio entre rigurosidad y flexibilidad, y entre autoestima y humildad, pero sobre todo deberá poner en práctica la comunicación.

Flexibilidad y apertura

Los métodos de enseñanza cambian con el tiempo y las necesidades del alumnado. Un buen docente debe saber elegir el método más conveniente para su grupo, a partir de las capacidades de aprendizaje que tengan sus alumnos, de las relaciones sociales entre ellos y de la afinidad que puedan sentir con la asignatura. Nunca debe empeñarse en un único camino, sino que debe mostrarse flexible, abierto al cambio e, inclusive, a las críticas que puedan provenir de los estudiantes.

Formación amplia y permanente

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Un buen profesor debe mantenerse actualizado.

Un buen profesor debe tener un conocimiento amplio y profundo de los contenidos que enseña. Para eso, no basta la formación previa de la que dispone, sino que debe mantenerse actualizado a través de investigación.

Esto aplica tanto a los contenidos asociados a su materia, como a los métodos y dinámicas de enseñanza. La formación permanente, además, le permitirá transmitir a sus alumnos la curiosidad y el interés por el aprendizaje, así como conservar una perspectiva fresca del hecho educativo. Un buen profesor sigue siendo, a su manera, un estudiante.

Transparencia y equidad en la evaluación

Todo docente debe evaluar el aprendizaje de los alumnos, lo cual a su vez significa evaluar indirectamente su propia capacidad de enseñanza. Esta evaluación debe ser lo más objetiva y equitativa posible, evitando las arbitrariedades y los sinsentidos que puedan disminuir la confianza de los alumnos.

Así, es importante que el profesor transmita a sus alumnos cómo será la evaluación: cuáles serán los criterios aplicados y qué se espera de ellos. La evaluación, además, será doblemente útil si los alumnos reciben también una explicación de los errores cometidos. Para eso, es conveniente resolver los exámenes en clase una vez asignadas las notas.

Planificación

Un buen profesor debe tener su curso planificado, es decir, organizado de acuerdo al tiempo disponible y las metas a lograr. Esto significa que deberá diseñar diferentes actividades, tipos de información y posibilidades de intercambio con los alumnos, de manera que sus clases no sean monótonas y repetitivas, sino que aprovechen el tiempo y los recursos disponibles. Además, una buena planificación permitirá a los alumnos comprender el ritmo del curso y mantenerse al día.

Interacción con la comunidad

Un buen profesor no solo tiene contacto con los alumnos, sino también con sus padres, familiares, otros docentes y directivos que conforman la comunidad educativa. Esto se debe a que la enseñanza ocurre en un entorno de importancia: la escuela o el instituto, en el cual diferentes dinámicas sociales, pedagógicas y administrativas pueden influirse entre sí y retroalimentarse.

La relación con todo el personal docente y directivo de la institución educativa le permitirá al profesor planificar actividades conjuntas, resolver problemas y coordinar esfuerzos. Por su parte, la relación con el contexto familiar y social de los alumnos le permitirá comprender y atajar las dificultades con las que cada uno de ellos se encuentra por fuera del aula de clases.

Responsabilidad

buen profesor
Un buen profesor debe predicar con el ejemplo.

Un buen docente no solo es responsable de impartir un contenido y potenciar el aprendizaje, sino que también constituye un modelo a seguir para sus alumnos. En ese sentido, debe predicar con el ejemplo, siendo a la vez eficiente y responsable con su oficio, y respetuoso y considerado con los alumnos a su cargo.

Valorar la diversidad

Un buen docente debe saber apreciar y valorar la diversidad de su alumnado. Esto no solo se refiere a los aspectos étnicos y de clase social, sino también a los de género, orientación sexual e intereses particulares. Todos los alumnos deben sentir que el docente está a su alcance y que se trata de una figura amigable, cercana y comprensiva, a la que pueden recurrir si necesitan ayuda.

Fomentar la participación

Maestra dando clases
Fomentar la participación y valorar los aportes impulsan la iniciativa de los alumnos.

Dado que uno de los objetivos de la enseñanza es entrenar a los alumnos en diversas formas de razonamiento, un buen profesor debe abstenerse de imponer su punto de vista como el único posible. Por el contrario, debe fomentar la participación y valorar los aportes de los alumnos, guiándolos hacia el saber y la comprensión crítica y racional de la existencia.

Un buen profesor favorecerá la capacidad de sus alumnos de desarrollar pensamientos propios, seguir sus propios instintos y mostrarse curiosos y creativos.

Sigue con:

Referencias

  • Adams, S. (1970). Cómo ser buen maestro. Una introducción a la pedagogía. Centro Regional de Ayuda Técnica.
  • Albaladejo, J. J. (2000). Ayúdate a ser un buen profesor. Editorial Club Universitario.

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Equipo editorial, Etecé (1 de julio de 2024). Buen profesor. Enciclopedia Humanidades. Recuperado el 4 de octubre de 2024 de https://humanidades.com/buen-profesor/.

Sobre el autor

Fecha de actualización: 1 de julio de 2024
Fecha de publicación: 23 de septiembre de 2018

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