Sor Juana Inés de la Cruz

Te explicamos quién fue sor Juan Inés de la Cruz, cuáles fueron sus contribuciones literarias al barroco español y por qué se la considera una precursora del feminismo.

Sor Juana Inés de la Cruz
Sor Juana Inés de la Cruz es una de las figuras más importantes de las letras novohispanas del siglo XVII.

¿Quién fue sor Juana Inés de la Cruz?

Sor Juana Inés de la Cruz fue una religiosa católica nacida en el actual territorio de México durante la época colonial, es decir, en el Virreinato de Nueva España. Fue una importante poeta, dramaturga y pensadora, integrante americana de la literatura del Siglo de Oro español y una de las figuras literarias más prominentes de la América de la época.

Antes de convertirse en una monja jerónima, Juana Inés perteneció a la corte virreinal y demostró desde temprana edad un apasionado interés por la lectura y un talento singular para la escritura. Diferentes virreyes le brindaron su mecenazgo y publicaron sus obras, pero se sospecha que hacia el final de su vida fue obligada a renunciar a la escritura, por considerar esta actividad impropia de una monja.

La figura de sor Juana no solo es importante en el contexto literario, sino también en el plano social y filosófico, pues su interés por el saber literario, espiritual e incluso científico desafió los estándares culturales de la época, que limitaban el rol de la mujer a lo estrictamente mundano. Por eso se la considera como una precursora del feminismo.

Nacimiento de sor Juana Inés de la Cruz

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació en San Miguel de Nepantla, en el actual territorio de México, un 12 de noviembre de mediados del siglo XVII. Existe debate en torno al año exacto de su nacimiento, ya que el primero de sus biógrafos, Diego Calleja (c. 1639-1725), le atribuye en su obra Vida de sor Juana el año de 1651, pero un acta de bautismo a su nombre descubierta en el siglo XX afirma que nació en 1648.

En todo caso, se sabe que Juana Inés fue hija de Pedro de Asuaje y Vargas e Isabel Ramírez de Santillana, que fue concebida por fuera del matrimonio y que nació en la hacienda de labor “La Celda”, donde su familia materna tenía plantaciones de trigo y maíz. Su infancia transcurrió entre las poblaciones de Amecameca, Yecapixtla, Panoaya y Nepantla.

Desde sus primeros años, demostró un enorme interés por las letras. Según cuenta en su Respuesta a sor Filotea, aprendió a leer y a escribir muy de niña, colándose en las lecciones de su hermana mayor, y luego se dedicó a la biblioteca del abuelo materno, donde descubrió los clásicos de la antigüedad griega y romana, la gramática española y las vidas de los santos cristianos.

Su devoción por el aprendizaje era tal que solía cortarse un mechón de cabello (“cuatro o seis dedos”) y plantearse el reto de aprender un tema específico antes de que volviera a crecer, o de lo contrario lo cortaba de nuevo, pues “no me parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias” (1998, p. 216).

A los ocho años de edad, Juana Inés compuso una loa al Santísimo Sacramento que la hizo merecedora de un libro de premio. En esa época, además, escuchó decir que en la Ciudad de México existían escuelas y algo llamado Universidad, o sea, lugares a los que se iba para aprender, y le insistió a su madre para que la enviase con unos familiares a la capital virreinal, para así poder entregar su vida al aprendizaje. Su madre, inicialmente, se negó: el estudio no era cosa de señoritas.

El destino de Juana Inés era, según lo entendía su madre, el de las mujeres de bien de la época: casarse con un buen marido y dedicar el resto de su vida a producir y atender una familia. Pero la niña no quería saber nada con el matrimonio, ni contemplaba asunto alguno que pudiera entorpecer su visión de un futuro de estudio y aprendizaje.

Sin embargo, cuando alrededor de 1656, ya entrada Juana Inés en la adolescencia, falleció su abuelo materno, su madre accedió a enviarla a vivir con su hermana María y su esposo, Juan de Mata, a la ciudad capital. Allí residió los siguientes ocho años, durante los cuales comenzó formalmente su carrera literaria y religiosa.

De la corte virreinal al convento

Con apenas dieciséis años de edad, Juana Inés sorprendía a sus allegados con su conocimiento y sus reflexiones, así como con su talento en la composición literaria. Esto último acabó llamando la atención del virrey Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar (1622-1715), notoriamente propenso al humanismo y al progresismo, dada su época.

La joven ingresó a la corte virreinal, donde fue examinada por un cónclave de cuarenta sabios novohispanos, quienes, tras tomarle examen, dieron fe de su inteligencia y sus capacidades. Protegida por la virreina Leonor de Carreto (1616-1673), la primera de sus mecenas en la aristocracia novohispana, Juana Inés tomó parte en reuniones y tertulias, donde escuchó las ideas de historiadores, teólogos y egresados de la Real y Pontificia Universidad de México, cuyas puertas, sin embargo, estaban vedadas para ella.

Esto le permitió a “la muy querida de la virreina”, como entonces se conoció a Juana Inés, incursionar en la lógica, la física, la aritmética, la geometría, el arte y otros muchos saberes, además del latín obligatorio para la época. A cambio, Juana Inés compuso sus primeros sonetos cortesanos celebrando a los virreyes.

Estando en la corte conoció, además, a don Antonio Núñez de Miranda (1618-1695), religioso jesuita, quien fue su confesor y quien pronto la condujo hacia la vida religiosa, en vista de que Juana Inés expresaba un desinterés total hacia el matrimonio y la vida que, en ese entonces, se esperaba de una mujer. Así, en 1667, la joven poeta optó por convertirse en monja.

Existen teorías respecto al ingreso de Juana a la religión, que lo suponen como fruto de un fuerte despecho amoroso. Esto es poco probable, sin embargo, ya que ella nunca demostró interés alguno por el mundo amoroso, sino solo por los estudios. Su elección de la vida monacal respondió, muy probablemente, a que era el único camino disponible para que una mujer cultivara libremente su intelecto.

El primer intento de ordenamiento religioso de Juana Inés tuvo lugar con las carmelitas descalzas, cuya rigidez extrema era contraria a sus aspiraciones de cultivarse intelectual y espiritualmente. De modo que al final se decidió por el Convento de Santa Paula de la Órden de San Jerónimo, donde dispondría de una celda de dos pisos, sirvientes y un clima más relajado y propicio para las artes y el estudio. Allí pasó el resto de su vida, con el nombre religioso de sor Juana Inés de la Cruz.

En su Respuesta a sor Filotea, sor Juana explica su decisión de hacerse religiosa en los siguientes términos:

“Entréme religiosa, porque aunque conocía que tenía el estado de cosas [...], muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir [...]. [Mis deseos] eran de querer vivir sola; de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros” (1998, pp. 216 y 217).

La vida religiosa de sor Juana

Sor Juana Inés de la Cruz
A pesar de haber asumido el hábito jeronimiano en 1667, sor Juana siguió escribiendo para la corte virreinal.

Sor Juana inició su vida monástica bajo el amparo de la Iglesia y de la corte, instituciones de las cuales recibía pagos regulares a cambio de villancicos (cantados en las catedrales de México, Puebla y Oaxaca), loas y otras composiciones similares. Además, enseñaba arte y teatro a las jovencitas de la escuela del convento, y hacía labores de archivista y contadora de la institución.

En su celda monacal disponía de espacio y tiempo para leer y escribir, recibía visitas (la virreina, de hecho, jamás dejó de frecuentar a sor Juana) y celebraba tertulias. Con el paso de los años, sor Juana acumuló una de las bibliotecas más importantes de la Nueva España y una amplia colección de instrumentos musicales y objetos científicos.

Convertida, entonces, en la poeta no oficial de la corte, contó con el favoritismo de los virreyes, quienes le permitieron una enorme libertad, mantuvieron su nexo con el mundo fuera del claustro y publicaron sus poemas. Una situación favorable que continuó hasta 1673, cuando los virreyes fueron sustituidos y, en el trayecto a Veracruz, falleció su protectora, Leonor de Carreto. Sor Juana le dedicó diferentes elegías, entre ellas “De la beldad de Laura enamorados”.

El fray Payo Enríquez de Rivera (1622-1684) asumió temporalmente las riendas virreinales, hasta la llegada de Tomás de la Cerda y Aragón (1638-1692), marqués de La Laguna, en 1680. A sor Juana, conocida ya por su talento literario, se le encargó la confección de un arco triunfal para celebrar la llegada del nuevo virrey.

La obra resultante fue su famoso Neptuno alegórico, texto con el que conquistó no solo la admiración del virrey, sino también de la nueva virreina, María Luisa de Manrique de Lara y Gonzaga (1649-1721), quien se convirtió en su nueva mecenas y llegó a ser una de sus más cercanas amistades.

La relación de sor Juana con la corte le valió la reprobación de su confesor, Antonio Núñez de Miranda, quien le reclamaba dedicar tanto tiempo y esfuerzo a los asuntos mundanos, y no a la búsqueda de Dios. Pero las influencias de sor Juana eran tantas que pudo rechazar al jesuita como confesor y continuar con sus oficios.

El gobierno virreinal del marqués de La Laguna y su esposa María Luisa duró desde 1680 hasta 1686, y fue el lapso de mayor producción de obras de sor Juana. En apenas seis años escribió numerosos autos sacramentales, como El divino Narciso, El cetro de José y El mártir del Sacramento, y algunas comedias, como Los empeños de una casa y Amor es más laberinto.

Tras la llegada del nuevo virrey, Melchor Portocarrero (1636-1705), tercer conde de Monclova, las antiguas autoridades virreinales conservaron su amistad por sor Juana y se llevaron a España muchas de sus obras, donde fueron impresas y distribuidas. Así se dio a conocer en 1689 Inundación Castálida, libro en que figuraban numerosos poemas, loas y poemas épicos como Neptuno alegórico.

En esos tiempos, se le conoció como la “décima musa” o “el fénix de América”.

La Carta Atenagórica y la Respuesta a sor Filotea

Carta Atenagórica - Sor Juana Inés de la Cruz
La Carta Atenagórica fue una publicación no autorizada de sor Juana sobre un sermón de António Vieira. Su aparición motivó su famosa Respuesta a sor Filotea de la Cruz en 1691.

Alrededor de 1690, sor Juana se vio envuelta en una polémica que marcaría el final de sus días como escritora. Ya en su obra se podía apreciar su mirada particular sobre el orden colonial, que había criticado sutilmente en algunos de sus textos teatrales, pero el escándalo provino de su réplica a un sermón de Mandato que el conocido predicador portugués António Vieira (1608-1697), perteneciente a la Compañía de Jesús, había pronunciado cuarenta años atrás en Lisboa.

Esta respuesta de sor Juana, que tituló Crisis de un sermón, estaba dirigida a un destinatario sin nombre, pero se intuye que era su antiguo confesor, Núñez de Miranda, y contenía cuestionamientos lógicos e interpretativos sobre las afirmaciones de Vieira en torno a las finezas de Cristo. Allí sostiene, además, que los dogmas y las doctrinas son fruto de la interpretación, y que la interpretación nunca es infalible.

Esta carta, sin embargo, no había sido dispuesta para su publicación por sor Juana. Por lo tanto, su aparición en 1690 bajo el título de Carta Atenagórica no fue obra suya, sino del obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz (1637-1699), un ferviente admirador de la obra de sor Juana.

El obispo acompañó el texto con una carta propia, firmada con el seudónimo de “sor Filotea de la Cruz”, donde le hacía distintos reclamos e invitaba a la autora a abandonar las “letras humanas” y dedicarse a las divinas, además de advertir la falta de obediencia que podrían demostrar las mujeres ya educadas.

La Carta Atenagórica atrajo hacia sor Juana la atención del arzobispo de México, Francisco de Aguiar y Seijas (1632-1698), quien era abierto admirador de Vieiras y conocido por su censura de las artes y sus posturas cercanas a la misoginia. El texto, de hecho, llegó incluso a los ojos de la Santa Inquisición.

Así, el 1° de marzo de 1691 sor Juana publicó su célebre Respuesta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz, donde expone y analiza su propia trayectoria intelectual y defiende los derechos de la mujer a la educación, citando la obra de distintas pensadoras ilustres de la historia. Esta carta, además, fue el cierre de una serie de correspondencias que sostuvieron sor Juana y “sor Filotea”, es decir, el obispo Manuel Fernández de Santa Cruz.

La Respuesta a sor Filotea es quizá uno de los textos más conocidos de sor Juana, dado su valor autobiográfico y memorioso, que se combina con la reflexión filosófica y la poesía. En el texto, además, sor Juana justifica su devoción por las letras como un don proveniente de Dios, y arremete contra los que buscan controlar el discurso religioso y la lectura de las santas escrituras:

Y esto es tan justo que no sólo a las mujeres, que por tan ineptas están tenidas, sino a los hombres, que con sólo serlo piensan que son sabios, se había de prohibir la interpretación de las Sagradas Letras, en no siendo muy doctos y virtuosos y de ingenios dóciles y bien inclinados [...]; porque hay muchos que estudian para ignorar, especialmente los que son de ánimos arrogantes, inquietos y soberbios, amigos de novedades en la Ley (que es quien las rehúsa); y así hasta que por decir lo que nadie ha dicho dicen una herejía, no están contentos. De éstos dice el Espíritu Santo: In malevolam animam non introibit sapientia. A éstos, más daño les hace el saber que les hiciera el ignorar (1998, pp. 235 y 236).

En su biografía de sor Juana, el escritor mexicano Octavio Paz (1914-1998) propone que el revuelo causado por la publicación de la Carta Atenagórica se debe a la disputa política en torno al arzobispado de México, vacante tras la salida del virrey Fray Payo Enríquez de Rivera. En dicha disputa se enfrentaron el obispo Fernández de Santa Cruz y  Francisco de Aguiar y Seijas, y este último fue elegido para el cargo. De este modo, la publicación de las reflexiones de sor Juana sirvieron al obispo de Puebla para arremeter contra las posturas de su contrincante, quien era a su vez jesuíta y admirador confeso del portugués António Vieira.

Esta interpretación, sin embargo, no cuenta con el aval de otros estudiosos de la vida de sor Juana, como los historiadores Alejandro Soriano Vallés y Alberto Pérez-Amador Adam.

Los últimos años de sor Juana

A partir de 1693, la producción literaria de sor Juana cesó por completo. La autora se enfrentaba a una situación precaria y solitaria, desprovista de sus antiguos mecenas y protectores, dentro y fuera de la institución eclesiástica, y se dedicó mayoritariamente a las labores religiosas de cara a la comunidad. Aquella era una época de conflictos en la capital virreinal, con hambre, motines y epidemias.

Al año siguiente, sor Juana se reconcilió con su antiguo confesor y renovó sus votos religiosos, firmando el libro del convento con la frase “Yo, la peor del mundo”. Hay quienes interpretan esto como evidencia de que había sido forzada al silencio por las autoridades religiosas, obligada a entregar sus libros y a dedicarse a las labores propias de una monja.

De hecho, uno de sus pocos amigos de la época, el padre José de Lombeyda, contó en su testamento que ella misma le pidió que vendiera sus libros y entregara el dinero al arzobispo Francisco de Aguiar, para que fuera repartido entre los pobres.

En 1695, una epidemia de tifus se desató en la capital novohispana e hizo estragos en el convento de Santa Paula. El 17 de febrero falleció Núñez de Miranda, el confesor de sor Juana, y ella cayó enferma también poco tiempo después.

Sor Juana falleció el 17 de abril de 1695, a las cuatro de la mañana. Dejó 180 volúmenes con sus obras escogidas, que fueron entregados a su familia, y fue sepultada ese mismo día. En su tumba se inscribió la siguiente oración: “En este recinto que es el coro bajo y entierro de las monjas de San Jerónimo fue sepultada sor Juana Inés de la Cruz el 17 de abril de 1695”.

El legado de sor Juana Inés de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz
Sor Juana dejó una vasta obra literaria. Aquí se muestra la estatua en su honor en la Ciudad de México frente al convento de San Jerónimo.

La obra de sor Juana Inés de la Cruz es increíblemente vasta y diversa; abarca varios géneros poéticos y dramatúrgicos propios del barroco tardío, como el poema lírico, el auto sacramental, la comedia, la prosa e incluso la poesía amorosa. Su nombre forma parte del Siglo de Oro español, junto con autores del prestigio de Lope de Vega (1562-1635), a quien emuló en varias de sus piezas, y constituye también una referencia central de la literatura novohispana, junto con Bernardo de Balbuena (1562-1627), Juan Ruiz de Alarcón (1581-1639) y Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700).

Por otro lado, su obra y su vida se consideran a menudo como un importante antecedente del feminismo y de la lucha por la reivindicación de la mujer en la sociedad. Esto se refleja claramente en poemas como “Hombres necios que acusáis” (1997, p. 109):

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Asimismo, en su poesía se conjugan a menudo el español y el náhuatl de su infancia, lo cual hace de ella un perfecto ejemplo del intenso mestizaje que tuvo lugar en América Latina durante la época colonial. Su manejo del lenguaje ha sido comparado con el de Francisco de Quevedo (1580-1645) y Luis de Góngora (1561-1627), y se considera la mayor exponente de la historia del género del auto sacramental, por encima incluso de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

Las principales y más conocidas obras de sor Juana Inés de la Cruz son:

Poesía:

  • Primero sueño (1692), considerado su poema más importante y, según ella, el único que realmente escribió por gusto y no por encargo. Es una larga obra lírica de 975 versos en los que se reflexiona sobre el potencial intelectual del ser humano.
  • Hombres necios que acusáis (1689), una redondilla de las más célebres de sor Juana, en donde se queja del clima misógino de la época.

Dramaturgia:

  • Los empeños de una casa (1683), comedia de enredos sobre dos parejas enamoradas que no logran estar juntas todavía. Se considera la obra cumbre de las letras novohispanas del momento.
  • El divino Narciso (1689), el más conocido y alabado de los autos sacramentales de sor Juana, en el que participan personajes mitológicos, alegóricos y en menor medida bíblicos.
  • El mártir del Sacramento (1692), auto sacramental de tipo costumbrista, al estilo de los entremeses del siglo XVI, sobre el martirio de San Hermenegildo (564-585).
  • El cetro de José (1692), auto sacramental que ubica en el pasado precolombino de América los motivos para relatar una historia bíblica y mitológica.

Ensayo:

  • Carta Atenagórica (1690), donde cuestiona y refuta el sermón de António Vieira sobre las finezas de Cristo. Está escrito en forma epistolar.
  • Respuesta a sor Filotea (1691), especie de autobiografía crítica sobre su vida intelectual, donde cuestiona la falta de acceso a la educación de la mujer de la época. Está escrito en forma epistolar.

Referencias

  • De la Cruz, J. (1997). Obras completas. Porrúa.
  • De la Cruz, J. (1998). Primero sueño y otros textos. Losada.
  • Glanz, M. (1995). Sor Juana Inés de la Cruz: ¿Hagiografía o autobiografía?. Grijalbo.
  • Merrim, S. (2023). Sor Juana Inés de la Cruz (Mexican poet and scholar). En Encyclopaedia Britannica. https://www.britannica.com/
  • Ministerio de Cultura de Argentina. (2020). Sor Juana Inés de la Cruz, poetisa y feminista de la primera hora. https://www.cultura.gob.ar/
  • Paz, Octavio. (2018). Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Fondo de Cultura Económica.

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Farías, Gilberto (24 de febrero de 2024). Sor Juana Inés de la Cruz. Enciclopedia Humanidades. Recuperado el 4 de diciembre de 2024 de https://humanidades.com/sor-juana-ines-de-la-cruz/.

Sobre el autor

Autor: Gilberto Farías

Licenciado en Letras (Universidad Central de Venezuela)

Fecha de actualización: 24 de febrero de 2024
Fecha de publicación: 9 de octubre de 2023

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