Santa Teresa de Jesús

Te explicamos quién fue Santa Teresa de Jesús, también conocida como Santa Teresa de Ávila; cuáles fueron sus principales obras y por qué se la canonizó en el siglo XVII.

Santa Teresa de Jesús es la patrona de los escritores de España.

¿Quién fue Santa Teresa de Jesús?

Santa Teresa de Jesús, cuyo nombre secular era Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, fue una monja carmelita, autora de una obra mística de suma importancia para la literatura católica y española. Fue además la fundadora, junto a San Juan de la Cruz (1542-1591), de la Orden de los Carmelitas Descalzos en el siglo XVI.

Canonizada en el siglo XVII por el papa Gregorio XV (1554-1623), Santa Teresa constituye uno de los íconos centrales de la tradición mística española y es considerada una de las principales pensadoras de la vida espiritual del catolicismo. Por ese motivo, fue la primera mujer en ser proclamada doctora de la Iglesia católica por el papa Pablo VI (1897-1978) en 1970.

Su obra literaria consiste en una autobiografía, Vida de la Madre Teresa de Jesús (1568), y un conjunto de libros de reflexiones teológicas, consejos religiosos y poemas místicos. Muchos de los textos originales de su obra, así como de su correspondencia con otras religiosas españolas e hispanoamericanas, se conservan hoy como reliquias.

Ver además: Cristianismo

Nacimiento y juventud de Santa Teresa

Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada nació en España el 28 de marzo de 1515, aunque no se tiene certeza de dónde. Tradicionalmente se acepta como su lugar de nacimiento la población de Ávila, en Castilla y León, pero también es posible que naciera en Gotarrendura, unos 20 kilómetros hacia el norte.

Sus padres fueron el hidalgo y agricultor Alonso Sánchez de Cepeda y su segunda esposa, Beatriz de Ahumada. Teresa fue la tercera de sus diez hijos y heredó su nombre de su abuela materna. Al ser mujer, no recibió educación básica ni aprendió latín, pero aun así demostró una gran devoción por los libros y se entregó siempre que pudo a la lectura de novelas de caballería y de romanceros, en la biblioteca paterna.

Tras la muerte de su madre en 1528, la familia de Teresa enfrentó problemas económicos. Casi todos sus hermanos varones se dedicaron a los oficios militares en América y África, y varios de ellos murieron combatiendo a los aborígenes. Por su parte, Teresa ingresó al Convento de Nuestra Señora de Gracia, donde aprendió labores de costura y formación religiosa. 

Allí estuvo dieciocho meses, hasta que regresó a su casa presa de una dolencia sobre la cual no se conoce demasiado. Algunas fuentes suponen que padecía de epilepsia. En todo caso, durante los siguientes años, Teresa se dedicó a los oficios del hogar y a seguir leyendo: las Epístolas de San Jerónimo le resultaron de particular influencia.

A los 20 años de edad, Teresa se postuló finalmente como novicia al Convento de la Encarnación, un convento de clausura de carmelitas fundado en Ávila en 1512. Su noviciado comenzó el 2 de noviembre de 1536 y, un año después, oficiaba ya como monja.

¿Quiénes son los carmelitas?
Se conoce tradicionalmente como “carmelitas” a los religiosos pertenecientes a la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, una orden religiosa católica fundada alrededor del siglo XII por un conjunto de eremitas. Inspirados en el profeta bíblico Elías, estos religiosos se retiraron de la vida cotidiana para vivir en el monte Carmelo, una cordillera en Israel cerca del mar Mediterráneo. Los carmelitas se caracterizan por sus túnicas color castaño y su entrega a la vida contemplativa y al estudio de las sagradas escrituras

Los primeros años de Santa Teresa en el convento

Santa Teresa comenzó su noviciado el 2 de noviembre de 1536.

La salud de Teresa empeoró durante los primeros años de vida en el convento. Sus afecciones se describen de un modo distinto dependiendo de la fuente consultada, pero de acuerdo con la tradición, se desgastó tanto que estuvo varios años incapacitada. Por eso, tuvo que aprender a rezar mentalmente, en un estado similar al meditativo. 

Hubo varios intentos por curar a Teresa de sus dolencias, ya con médicos y curanderos, o a través de la oración. Todo fue en vano. A mediados de 1539, sufrió un ataque de apoplejía (que en sus memorias la santa llamó “parajismo”) y fue dada por muerta. Su tumba fue excavada y su cuerpo amortajado, pero durante el velorio Teresa recuperó la conciencia

De acuerdo con su propia solicitud, fue devuelta al convento, donde permaneció en cama hasta 1542, aproximadamente, cuando pudo retomar una vida normal y volver a sus antiguos aposentos. Este episodio de salud marcó la vida de Teresa, quien afirmaba haberse recuperado por intermediación de San José

Las leyes del convento no eran tan rigurosas y a las monjas les estaba permitido el acceso al mundo laico. Por esa razón, al año siguiente, Teresa pudo dedicarse durante meses a atender a su padre en su lecho de muerte. Al regresar al convento, tomó una habitación más grande, donde pudo recibir a algunos familiares, así como continuar con sus lecturas de las Confesiones de San Agustín de Hipona (354-430). 

En 1555, Teresa recibió la visita del primero de sus confesores, el jesuíta Diego de Cetina, quien unos meses después fue reemplazado por Juan de Prádanos y, ya en 1559, por el maestro de novicios de los jesuitas, Baltasar Álvarez. Por instrucción de sus confesores, Teresa redactó su autobiografía y otros de sus textos literarios, como su Camino de perfección (1583).

El éxtasis de Santa Teresa

Las visiones religiosas de Santa Teresa son un tópico central en su biografía.

Hacia fines de la década de 1550, Teresa comenzó a tener visiones y experiencias sobrenaturales. Mucho se ha escrito respecto de estas visiones. Ella misma las describió como percibir a Jesucristo a su lado mientras rezaba u otras veces como ver a una criatura semejante a un sapo avanzar en su dirección. 

Finalmente, en 1558, Teresa tuvo su primera visión del infierno. Según lo comprendió, Dios le mostraba el lugar que tenía destinado en el infierno para que emprendiera un camino espiritual más estricto. En su autobiografía, Teresa describió esta experiencia de la siguiente manera:

“Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo y oscuro y angosto. El suelo me pareció de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él. Al cabo estaba una concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, adonde me vi meter en mucho estrecho. [...] Porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y todo ahoga. No hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser esto, que con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo se ve” (De Jesús, 2020, cap. 32).

A partir de entonces, la religiosa decidió ser más exigente en cuanto a su vida espiritual, pues consideraba que los carmelitas habían relajado sus estrictas normas iniciales. 
En otra ocasión, Teresa experimentó la transverberación, esto es, el éxtasis religioso profundo y sobrecogedor, que ella describió así:

“Veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal [...] no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. [...] Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios” (De Jesús, 2020, cap. 29).

¿Qué es la transverberación?
En el misticismo católico, se conoce como “transverberación" a una experiencia religiosa en la cual la persona experimenta una intensa comunión con lo divino. Sus síntomas se manifiestan en el cuerpo en forma de dolores, sensaciones de ardor interior (a menudo descritas como: “El corazón es traspasado por fuego sobrenatural”) o incluso la aparición de los estigmas de Jesucristo en manos y pies.

Las visiones de Teresa y su experiencia mística del amor de Dios son un punto central en su biografía. Han inspirado numerosas representaciones artísticas y revisiones y reflexiones teológicas. Así también, en 1726, el papa Benedicto XIII (1649-1730) decretó el día 25 de agosto como la fiesta de la Transverberación del Corazón de Santa Teresa en el calendario cristiano católico.

A partir de entonces, Teresa no solo abrazó con fervor su religiosidad, sino que entendió que la suya era una unión íntima y sagrada con Dios, a quien comenzó a referirse como su “esposo”. Estas experiencias quedaron plasmadas principalmente en su autobiografía, El libro de la vida, que comenzó a escribir alrededor de 1560.

La fundación de la Orden de las Carmelitas Descalzas

A partir de 1558, Teresa comenzó a considerar la necesidad de que los carmelitas volvieran a sus estrictos preceptos originales de ascetismo y austeridad. A su modo de ver, las monjas debían retirarse aún más de la vida cotidiana para entregarse a la meditación mística sin ser distraídas ni tentadas por los asuntos mundanos.

A lo largo de los años siguientes, Teresa y otras monjas que compartían su parecer comenzaron a reunirse y a proponer una reforma de la orden. Teresa no solo llevó esta propuesta a su confesor de la época, sino también al reformador franciscano Pedro de Alcántara (1499-1562) y al jesuíta Francisco de Borja (1510-1572), quienes la alentaron a pedir audiencia con el director provincial de los carmelitas.

Luego de varias reuniones con importantes figuras de la iglesia, la propuesta finalmente llegó a los oídos del papa Pío VI (1499-1565). En 1562, Teresa de Jesús recibió la aprobación papal para su reforma, y ese mismo año se fundó el Convento de San José, en la ciudad de Ávila, el primero de la nueva Orden de las Carmelitas. 

Teresa insistió en la importancia del voto de pobreza para su orden, cuyo ingreso de dinero provendría de sus propias labores y de las limosnas que recibieran. En el convento, las monjas dormían en camastros de paja y hacían una sola comida fuerte al día. Se dedicaban a la costura y el bordado, a la meditación religiosa y a la lectura de los libros escogidos por la propia Teresa, que a partir de 1563 fue designada priora de la nueva orden. Desde ese momento, su nombre religioso ya no fue Teresa de Ávila, sino Teresa de Jesús.

Teresa renunció a los zapatos y comenzó a utilizar alpargatas de cáñamo, un gesto que sus compañeras pronto emularon. A partir de entonces, pasaron a ser llamadas “carmelitas descalzas”. Además, a través de la asistencia del fray carmelita Antonio de Jesús (1510-1601), la nueva orden conoció la Regla de San Alberto, la norma fundacional de la sociedad de los carmelitas mendicantes, y las monjas se apegaron estrictamente a ella.

El establecimiento definitivo de la orden tuvo lugar en 1567, con la visita del presbítero Juan Bautista de Rossi (1698-1764), superior general de los carmelitas, quien autorizó a Teresa de Jesús a fundar otros conventos de carmelitas descalzas bajo su autoridad. Ese mismo año, Teresa conoció a Juan de Yepes, el futuro San Juan de la Cruz, quien al año siguiente inició la reforma en la variante masculina de la orden.

Santa Teresa y San Juan de la Cruz son los dos principales poetas místicos de la lengua española y fueron los fundadores de la Orden de los Carmelitas Descalzos (en sus variantes femenina y masculina, respectivamente). Su relación fue siempre estrecha y cordial, y se profesaron una mutua admiración a lo largo de los años.

Durante el resto de su vida, Teresa fundó otros 16 conventos a lo largo de España: en Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Pastrana (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas de Segura (1575), Sevilla (1575), Caravaca de la Cruz (1576), Villanueva de la Jara (1580), Palencia (1580), Soria (1581), Granada (1582) y Burgos (1582).

El enfrentamiento de los carmelitas

Santa Teresa y San Juan de la Cruz fueron los reformadores de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo.

En 1575, mientras Teresa de Jesús inauguraba un convento de su orden en Sevilla, se produjo un enfrentamiento entre las dos órdenes de los carmelitas: los “descalzos” y los “calzados”. Los primeros se regían por la regla primitiva de la orden; los segundos lo hacían por la regla moderada. Este conflicto se produjo tras el capítulo general de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo que tuvo lugar en Piacenza, Italia. 

Los carmelitas calzados se propusieron disolver los conventos de la orden reformada. Para eso, emprendieron una intensa campaña de difamación en contra de Teresa de Jesús y de su director espiritual, Jerónimo de la Madre de Dios (1545-1614), quien era el primer provincial de los carmelitas descalzos.

En 1577, el conflicto escaló aún más y San Juan de la Cruz fue apresado y encarcelado en el convento carmelita de Toledo. Al año siguiente, los descalzos se reunieron en su primer capítulo general en Almodóvar del Campo. Sus decisiones, sin embargo, fueron anuladas por el nuncio Filippo Sega (1537-1596), un opositor a la reforma de los carmelitas. Además, este revocó su autoridad a Jerónimo de la Madre de Dios y ordenó que los descalzos se sometieran a la autoridad de los calzados.

Ese mismo año, Teresa de Jesús tuvo que acudir por protección al propio rey Felipe II de España (1527-1598), quien intercedió a su favor. En 1579, el rey solicitó al Vaticano la creación de una jurisdicción aparte para los carmelitas descalzos, de modo que cada facción fuera independiente. La respuesta afirmativa llegó en 1580. La reforma carmelita podía continuar. Sin embargo, para ese entonces, la salud de Teresa ya estaba muy debilitada.

Muerte y canonización de Santa Teresa de Jesús

Santa Teresa falleció en 1582 y fue canonizada en 1622.

Entre 1580 y 1582, Teresa de Jesús continuó sus labores como fundadora de conventos, aunque cada vez con mayores dificultades, al punto de necesitar el acompañamiento continuo de una enfermera para supervisar su salud. A pesar de ello, a comienzos de 1582, aceptó la invitación a fundar un convento carmelita en Lisboa, y partió en el que fue su último viaje.

En septiembre de 1582, luego de muchas tribulaciones, Teresa llegó a Alba de Tormes en un estado delicado de salud. El 29 de ese mes quedó postrada en la cama y el 3 de octubre recibió la extremaunción. Finalmente, el 4 de octubre de 1582, a la edad de 67 años, Teresa de Jesús falleció. Su cuerpo, envuelto en una túnica lujosa, obsequio de los duques de Alba, fue expuesto en un ataúd de madera en la capilla del Convento de la Anunciación, para luego ser enterrado el 15 de octubre.

En 1583, su cuerpo fue exhumado para que su amigo y confesor, Jerónimo de la Madre de Dios, pudiera verlo, y fue hallado intacto en la sepultura. El provincial de la orden le cortó al cuerpo la mano izquierda y el dedo meñique, los depositó en cofres separados y entregó la mano a modo de reliquia a la Orden de las Carmelitas Descalzas, quedándose el meñique para sí. 

Dos años después, el cuerpo de la santa fue trasladado al Convento de San José, en Ávila, donde fue depositado en un arca. Sus pertenencias se guardaron también a modo de reliquia, y con el pasar de los siglos otros fragmentos de su cuerpo se esparcieron a lo largo de distintos lugares religiosos de España. 

En 1614, Santa Teresa de Jesús fue beatificada por el papa Pablo V (1552-1621), y el 12 de marzo de 1622 fue canonizada por el papa Gregorio XV (1554-1623). Para ese entonces, la santa ya era tan popular que fue celebrada en España, Francia y las colonias de la América Hispana. 

Obra literaria y legado de Santa Teresa de Jesús

La obra literaria de Santa Teresa de Jesús ocupa un lugar de singular importancia en la tradición literaria hispana y en la católica. Ha sido traducida a numerosas lenguas y se continúa editando en la actualidad en las principales colecciones de clásicos y de poesía mística europea.

Casi toda la obra de Santa Teresa es póstuma. Entre sus numerosos escritos, que abarcan reflexiones, cartas y poemas, destacan cuatro obras principales:

  • Vida de la Madre Teresa de Jesús. También conocida como El libro de la vida, fue escrita alrededor de 1560, cuando los confesores le sugirieron a la santa que documentara sus experiencias religiosas y reflexionara sobre la naturaleza de sus revelaciones divinas. Publicada por primera vez en 1588, comprende cuarenta capítulos en los que Santa Teresa reflexiona sobre su vida y su unión mística con Dios.
  • Camino de perfección. Fue escrita entre 1564 y 1567, años en los que Santa Teresa fue priora del Monasterio de San José, en Ávila. Se trata de un conjunto de reflexiones teológicas. La primera parte, y la más extensa, comprende una serie de consejos para la vida contemplativa, mientras que la segunda parte analiza las palabras de la oración del padrenuestro. Fue publicada por primera vez en 1583.
  • Las moradas o El castillo interior. Este libro sobre espiritualidad le fue encomendado a Santa Teresa por Jerónimo de la Madre de Dios en Toledo, en 1577. En él, la santa ofrece una visión de su alma comparándola con un castillo dividido en siete mansiones, cada una de las cuales representa una etapa en su proceso de unión con Dios. Fue publicado por primera vez en 1588.
  • Fundaciones. En esta obra, Santa Teresa detalla el conjunto de conventos que fundó a lo largo de su vida. La redacción le fue encargada en 1573 por su confesor Jerónimo de Ripalda (1535-1618), pero continuó escribiéndola hasta el año de su muerte. En ella, la santa detalla sus viajes por Castilla y Andalucía, cuenta sobre su vida en el convento y sobre la fundación de la Orden de las Carmelitas Descalzas.

Estas y sus otras obras fueron escritas en un contexto de predominio de la religión sobre las artes, y además con plena conciencia de que serían revisadas por un censor eclesiástico. Santa Teresa de Jesús supo expresar sus vivencias religiosas en un lenguaje poético, pero a la vez cuidadoso de las exigencias de la época.

Santa Teresa fue la primera doctora honoris causa de la Universidad de Salamanca, nombrada el 4 de marzo de 1922; y el 27 de septiembre de 1970, el papa Pablo VI la proclamó como la primera mujer doctora de la Iglesia católica. Hoy en día, se la venera en buena parte del mundo hispano, donde existen muchas ciudades y pueblos que llevan su nombre. 

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Referencias

  • De Jesús, S. T. (2020). El libro de la vida. Greenbooks Editore.
  • Carmelitas Descalzos. Curia General del Carmelo Teresiano. (s. f.). Santa Teresa de Jesús. https://www.carmelitaniscalzi.com/ 
  • Pérez, J. (2007). Teresa de Ávila y la España de su tiempo. EDAF.
  • The Encyclopaedia Britannica. (2023). St. Teresa of Ávila. Spanish mystic. https://www.britannica.com/ 

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Farías, Gilberto (26 de marzo de 2024). Santa Teresa de Jesús. Enciclopedia Humanidades. Recuperado el 5 de noviembre de 2024 de https://humanidades.com/santa-teresa-de-jesus/.

Sobre el autor

Autor: Gilberto Farías

Licenciado en Letras (Universidad Central de Venezuela)

Fecha de actualización: 26 de marzo de 2024
Fecha de publicación: 26 de marzo de 2024

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