Te contamos quién fue Epicuro y cuáles fueron sus aportes a la filosofía. Además, su relación con el empirismo y el racionalismo.
¿Quién fue Epicuro?
Epicuro (341-271 a. C.) fue un filósofo griego, padre del epicureísmo y uno de los más importantes pensadores del período helenístico de la filosofía antigua. Pensador hedonista, durante su estancia en Atenas fundó el Jardín, una escuela filosófica en las afueras de la ciudad que permitía el ingreso a hombres, mujeres y esclavos por igual.
El pensamiento de Epicuro ha sido recuperado por distintas tradiciones filosóficas a lo largo de la historia. Sus enseñanzas se centraron principalmente en la ética, entendida como la búsqueda de la felicidad. Para Epicuro, lo más importante era la persecución del placer, que consistía en la ausencia del dolor físico y del sufrimiento espiritual.
Sus enseñanzas se conocen a través del poeta latino Lucrecio, las cartas recogidas por Diógenes Laercio, y los textos rescatados por Sexto Empírico, Séneca y Cicerón. Con la llegada del cristianismo, el epicureísmo entró en crisis, pero fue recuperado durante y después de la Ilustración gracias a pensadores como John Locke (1632-1704), Karl Marx (1818-1883) y Michel Onfray (1959-).
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Vida de Epicuro
Epicuro nació en Samos, en el año 341 a. C. Era el segundo de cuatro hijos. Su madre, Queréstrata, era adivina.
De origen humilde, Epicuro ayudaba a su padre en la enseñanza y recitaba ensalmos. A los doce años entró en contacto con la filosofía de Praxífanes, seguidor de Aristóteles, en Teos. También se interesó por las enseñanzas de Demócrito y, posiblemente, el escepticismo, a través de Nausífanes. Estudió las obras de Platón y Aristóteles, y mostró simpatía hacia los seguidores de Sócrates, especialmente los cínicos y cirenaicos. Del pensamiento socrático aprendió la no intervención en política, de los cirenaicos, el placer como centro de la vida, y de los cínicos, la satisfacción con poco y la observancia de la naturaleza como guía de las pasiones.
En el año 323 a. C., Epicuro visitó Atenas con el propósito de cumplir con los exámenes cívicos requeridos para obtener la plena ciudadanía. Tras su paso por Atenas, Epicuro se trasladó a la ciudad de Colofón, ubicada en Asia Menor, y una década después se estableció en Mitilene, la ciudad principal de la isla de Lesbos. En la cercana isla de Teos, residía Nausífanes, discípulo del filósofo atomista Demócrito, mientras que en Mitilene se encontraba una escuela de filosofía fundada por Aristóteles en sus viajes a Lesbos. Algunas fuentes sostienen que Epicuro estableció su primera escuela filosófica en Mitilene.
Después de su estancia en Mitilene, Epicuro pasó varios años en la ciudad de Lámpsaco, conocida por su riqueza y diversidad cultural, y también por ser el lugar donde falleció Anaxágoras, filósofo al que Sócrates afirmaba haber seguido en su juventud. Así, entre los dieciocho y los treinta y cinco años, Epicuro residió en ciudades con una marcada y diversa tradición filosófica.
Finalmente, en el año 306 a. C., Epicuro se estableció de manera definitiva en Atenas. Durante ese período, la ciudad se convirtió en un centro intelectual donde coexistieron diversas escuelas filosóficas en disputa, algunas de las cuales se consideraban herederas de la Academia platónica y del Liceo aristotélico, mientras que otras surgieron en años posteriores a los tiempos de Platón y Aristóteles.
En Atenas, Epicuro compró una casa con jardín, donde vivía con sus discípulos y llevaba una dieta frugal y austera. Allí acudían a estudiar filosofía hombres y mujeres por igual. Incluso se comenta que acudían esclavos, hecho que iba en contra de las costumbres de la época. A esta casa se la llamó el Jardín, y era el espacio donde Epicuro vivía y compartía sus experiencias y conocimientos.
Epicuro pasó sus últimos años en el Jardín, donde escribió numerosas cartas y tratados filosóficos, como la "Carta a Meneceo" y los "Principios fundamentales". En sus escritos, Epicuro abordó temas como la naturaleza del placer, la importancia de la amistad, la necesidad de evitar el miedo a los dioses y la muerte, y la ética como guía para una vida feliz.
En cuanto a los acontecimientos específicos de los últimos años de vida de Epicuro, la información histórica es limitada y fragmentada. Se sabe que Epicuro sufrió de mala salud durante gran parte de su vida, pero continuó enseñando y escribiendo hasta el final. Falleció en el año 270 a. C., a los 72 años.
Pensamiento de Epicuro
Epicuro es conocido por ser el fundador del pensamiento que lleva su nombre, el epicureísmo. Su filosofía puede clasificarse como hedonista y atomista. Entre sus influencias se observa a Demócrito, Aristipo, Pirrón, Aristóteles y los cínicos.
El epicureísmo se caracteriza por ser un pensamiento ético. Como tal, se preocupa por el placer, no solo de modo individual, sino el de los demás: busca la felicidad. El pensamiento hedonista de Epicuro busca alejar la afección (pathos) del alma y sostiene que el fin último del hombre es vivir en placer continuo.
A pesar de las críticas de sus enemigos, quienes acusaban a Epicuro de promulgar una doctrina digna de puercos, el filósofo hedonista siempre procuró buscar el placer en el sentido de la ausencia del sufrimiento del cuerpo y de la turbación del alma. De este modo, cuando instaba a sus amigos a buscar el placer, no se refería al placer inmoderado, como eran los placeres del cuerpo, sino al que brindara bienestar, como los placeres del alma, alejándolos de todo mal.
La felicidad según Epicuro
Epicuro abordó el concepto de la felicidad como eudaimonía, vida plena. Como hedonista, Epicuro afirmaba que el placer (hedoné) es el único bien al que se debe aspirar. Según Epicuro, las cosas son consideradas buenas si generan placer y malas si causan dolor o displacer, entendido como la ausencia de placer sin necesariamente ser algo doloroso. Así, la eudaimonía se experimenta de manera continua, sin dolor ni angustia.
El pensamiento epicúreo proporciona un remedio contra el sufrimiento del cuerpo y del alma. Su objetivo principal consiste en ofrecer pautas sencillas para dirigir el pensamiento y la acción hacia la felicidad como fin en sí misma. Esta no solo es algo que se puede alcanzar, sino que también se mantiene de forma permanente y representa un estado deseado al que aspirar constantemente.
El jardín de Epicuro
En Atenas, Epicuro compró una pequeña casa que contaba con un jardín. Allí vivía con sus discípulos. Personas libres y esclavas de distintas partes visitaban a Epicuro y sus seguidores para estudiar filosofía, sin importar rango, procedencia o género. La propiedad era conocida como el “Jardín”, y en ella se practicaba filosofía sin pretensiones intelectuales sino como un estilo de vida.
El objetivo del Jardín era buscar la vida cotidiana y serena mediante la convivencia y la reflexión según ciertas normas y principios. Sin embargo, no había allí reglas que impidiesen la entrada a aquellos sin formación o conocimientos previos, ya que Epicuro no creía que nadie era más sabio que los demás. Así, en el Jardín no había nociones como “maestro” o “discípulo”, por más que a él se lo considerara el maestro.
La escuela era más bien un huerto, un espacio rural alejado de la ciudad. Se distanciaba de los planteos intelectuales de la Academia platónica y del Liceo aristotélico, apoyándose en el ideal de una vida oculta y moderada. La escuela epicúrea estaba estructurada en una jerarquía interna, que incluía a los filósofos, los escolarcas, los profesores, los imitadores y los alumnos en proceso de preparación. La difusión de las enseñanzas epicúreas se llevaba a cabo mediante diferentes formatos, como cartas, poemas e inscripciones, con el objetivo de hacerlas accesibles a una amplia audiencia alfabetizada en latín y griego.
Recepción de la obra de Epicuro
Epicuro y su filosofía han experimentado diversas recepciones a lo largo de la historia de la filosofía. Durante la antigüedad, fueron objeto de críticas y malentendidos por parte de otros filósofos, como los estoicos y los platónicos, que tendían a caricaturizar la filosofía epicúrea, reduciéndola a una búsqueda hedonista del placer, lo que llevó a que fuera ampliamente desacreditada en muchos círculos académicos.
Sin embargo, con el paso del tiempo hubo una reevaluación de las ideas de Epicuro y un creciente reconocimiento de su importancia. En la Era Moderna, especialmente a partir del Renacimiento, los estudiosos comenzaron a apreciar la sofisticación y profundidad del pensamiento epicúreo. Se reconocieron sus contribuciones en campos como la ética, la teoría del conocimiento y la física. Se valoró su énfasis en la búsqueda de la tranquilidad y la ataraxia a través de la moderación y la amistad, así como su enfoque en la importancia de la observación y la experiencia en la comprensión del mundo.
Hoy en día, el pensamiento de Epicuro sigue siendo objeto de estudio y debate en la filosofía académica. Se le reconoce como uno de los principales exponentes del hedonismo ético y su influencia se extiende más allá de la filosofía, llegando incluso a campos como la psicología y la terapia cognitiva. Aunque algunas de sus ideas continúan siendo objeto de crítica y reinterpretación, el legado de Epicuro ha dejado una marca duradera en la historia de la filosofía y sigue siendo relevante para las discusiones contemporáneas sobre la naturaleza de la felicidad y el buen vivir.
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Referencias
- Bieda, E. (2016). Epicuro (Vol. 1). Editorial Galerna.
- Rodríguez Donis, M. (1994). Epicuro y su escuela. Fragmentos de Filosofía, 4, 91-136.
- Oyarzún, P. (1999). Epicuro: carta a Meneceo. Onomázein, (4), 403-425.
- Mas Torres, S. (2018). Epicuro, epicúreos y el epicureísmo en Roma.
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