Rey David

Te explicamos quién fue David, el personaje bíblico, cuáles fueron sus hazañas y cómo llegó a ser rey de Israel.

La vida y las hazañas de David se cuentan en el Antiguo Testamento bíblico.

¿Quién fue el rey David?

David fue un profeta del judaísmo y uno de los grandes reyes de Israel, cuya vida se describe en el Antiguo Testamento de la Biblia. Se trata de uno de los principales personajes de la tradición hebrea y un importante símbolo del sionismo moderno, a quien se atribuye la composición del Libro de los salmos y la expansión del reino unificado de Israel.

Como ocurre con otros personajes bíblicos, la vida de David se conoce por las narraciones religiosas en las que se cuentan sus hazañas, su ascenso al trono de Israel, sus esposas y su muerte: Los libros de Samuel, los Libros de crónicas y el Primer libro de reyes. David es un personaje de gran importancia tanto para la mitología del judaísmo como para la cristiana y la islámica.

El relato bíblico de David ha inspirado, a lo largo de los siglos, las creaciones de muchos artistas y compositores, entre los cuales destacan Michelangelo Buonarroti (1475-1564) y su famosa escultura David de 1504, o los pintores Caravaggio (1571-1610) y Rembrandt (1606-1669) con sus respectivos cuadros sobre la victoria de David frente al gigante Goliat. 

La infancia de David 

David nació en Belén, ciudad perteneciente al antiguo reino unificado de Israel, en algún momento cercano al 1040 a. C. Según el Libro de Samuel, era descendiente de la tribu hebrea de Judá y el menor de los ocho hijos de Jesé o Isaí, por lo que se dedicó desde joven al pastoreo, como era la costumbre para los hijos menores en la cultura judía de la época.

De acuerdo al relato bíblico, Israel era gobernada en ese entonces por el rey Saúl, quien había perdido el favor divino durante el combate contra los amalecitas. Por eso Dios envió al profeta Samuel para que recorriera Israel en busca del sucesor al trono. Guiado por la voluntad divina, el profeta llegó entonces a la casa de Isaí, donde conoció a siete de sus ocho hijos, sin que ninguno le resultara el adecuado. 

Samuel le preguntó a Isaí si no faltaba alguno de sus hijos, y fue entonces conducido hasta David, que en ese instante guardaba las ovejas. Tan pronto el profeta posó en el joven la mirada, supo que se trataba del elegido de Dios y lo reclamó para que ingresara a la corte del rey Saúl, sin revelarle a nadie su identidad, pues temía que el rey tomara alguna represalia contra su sucesor.

David se desempeñó inicialmente como músico y paje del rey. Su talento con el arpa era inigualable, por lo que contaba con el favoritismo de Saúl, en cuyo ejército, además, militaban tres de sus hermanos mayores. 

David y Goliat

Según la tradición, David venció al gigante filisteo Goliat de una pedrada en la cabeza.

En ese entonces, Israel estaba en guerra con los filisteos, un pueblo vecino de Judea, en cuyo ejército combatía un gigante fuertemente armado de nombre Goliat. El gigante había hecho un desafío al ejército israelita, diciendo que lucharía en solitario contra el mejor de sus soldados. 

David llegó al campamento militar transportando víveres para sus hermanos y, viendo que nadie estaba dispuesto a aceptar el reto de Goliat, se ofreció como voluntario. A pesar de las burlas del gigante, para quien era ridículo que un pastorcillo le hiciera frente, David se plantó armado únicamente con su honda. Recogió tres piedras del suelo y anunció que “Toda la Tierra sabrá que hay Dios en Israel” antes de arrojar la primera. El proyectil impactó al gigante en la frente y lo hizo desplomarse, instante que David aprovechó para cortarle a Goliat la cabeza con su propia espada

A partir de entonces, David fue considerado un héroe para el pueblo israelita, y el rey Saúl lo colocó a la cabeza de una alianza militar. Además, el joven ganó el amor de su hija, Mical. Pero esto, al mismo tiempo, despertó los celos del monarca, que sintió amenazada su dinastía y decidió deshacerse de David. Pero su hijo mayor, Jonatán, puso a David en sobre aviso.

La derrota de Goliat a manos del joven David es un importante motivo en la tradición hebrea y en el arte occidental, comparable con los relatos épicos de la Grecia Antigua. Este relato ha inspirado numerosas obras de arte y se suele interpretar como una metáfora del triunfo de la sagacidad y la confianza por sobre la fuerza bruta.

El destierro y el retorno de David

Cuando el complot del rey Saúl para asesinar a David se hizo evidente, el joven tuvo que huir, en compañía de sus guerreros más leales. Inicialmente escapó al sur de Judea, donde llevó la vida de un renegado, con un precio puesto por su cabeza. Y poco después fue acogido por su antiguo enemigo, el rey filisteo Agis, en la ciudad de Gat.

David vivió en el exilio mientras la guerra entre filisteos e israelitas emprendía un nuevo capítulo: la batalla del monte Gilboa. En dicho combate, el rey Saúl y su heredero Jonatán cayeron frente al enemigo, dejando vacante el trono de Israel.

Entonces David condujo sus tropas de vuelta a Israel y a la ciudad de Hebrón, donde quiso ser proclamado rey de Judea. Pero las tribus norteñas de Israel no estuvieron de acuerdo y nombraron como sucesor a Isboset, otro de los hijos de Saúl. Una guerra civil se desató entonces entre ambas facciones de Israel

Dos de los caudillos seguidores de Isboset decidieron emboscar y matar a su rey, para recibir de David alguna recompensa cuando fuera coronado. En vez de eso, fueron apresados y ejecutados por asesinato, y con ese gesto, David se ganó el respeto de los ancianos de Israel, que accedieron a tenerlo como rey y poner fin a la guerra.

Decidido a unificar las distintas facciones de Israel, David condujo sus ejércitos a la ciudad de Jebús, en la región intermedia de Canaán. Conquistó la fortaleza de la ciudad, que era gobernada por los jebuseos, y proclamó esta ciudad como la nueva capital del reino de Israel, de modo que no estuviera ni en el territorio norteño ni en el de Judea. Esta ciudad fue rebautizada como la Ciudad de David y, posteriormente, como Jerusalén

El reinado de David

El reinado de David duró cuarenta años y se caracterizó por la expansión de sus fronteras y la derrota de sus enemigos. David reinó desde Jerusalén, ciudad en donde tomó como esposa a Mical, hija de Saúl.

Cuando los filisteos supieron de la coronación de David, marcharon hacia Jerusalén, donde David les hizo frente en el valle de Refaim. En una serie sucesiva de batallas, derrotó a las tropas filisteas y se anexionó la región costera que era su hogar. Y, conforme su influencia militar creció en la región, sometió a vasallaje a otros reinos vecinos, como Soba, Aram, Edom y Moab, y construyó así un imperio que se extendió desde Egipto y el Mediterráneo hasta el actual Líbano y los desiertos de Arabia.

Acto seguido, decidió transportar un importante símbolo religioso del judaísmo, el Arca de la Alianza, desde Balá de Judea hacia Jerusalén, para convertir la ciudad en el centro religioso de Israel. Tras hacerlo, grandes fiestas se celebraron en Jerusalén, durante las cuales Mical y David tuvieron importantes desavenencias. En consecuencia, la pareja no tuvo descendencia. 

En cambio, David engendró con sus diferentes concubinas, provenientes de sus reinos vasallos, a numerosos hijos: Amnón, Absalón, Tamar, Daniel, Adonías, Sefatías, Itream, Ibjar, Elisama, Elifelet, Noga, Nefeg, Simá, Jafía, Eliadá, Samúa, Sobab, Natán y Salomón, su sucesor. 

También tomó por esposa a Betsabé, mujer de un soldado hitita que luchaba junto a las tropas israelitas durante el sitio de Rabbah. Para ello, le pidió al comandante hitita que ubicara al soldado en el frente de batalla, donde corriera mayores riesgos. Así falleció Urías, el esposo de Betsabé, y el rey David pudo sumarla a su harén.
En castigo por estas acciones, el profeta Natán le vaticinó grandes sufrimientos a la descendencia de David, así como la muerte de su primer hijo con Betsabé, quien falleció a los siete días de nacido.

Pues bien, así dice el Señor: “Yo haré que el desastre que mereces surja de tu propia familia, y ante tus propios ojos tomaré a tus mujeres y se las daré a otro, el cual se acostará con ellas en pleno día. Lo que tú hiciste a escondidas, yo lo haré a plena luz, a la vista de todo Israel”.

—¡He pecado contra el Señor! —reconoció David ante Natán.

—El Señor ha perdonado ya tu pecado y no morirás —contestó Natán—. Sin embargo, tu hijo sí morirá, pues con tus acciones has mostrado desprecio al Señor.

Tomado de 2 Samuel 12:11-14 (Nueva Versión Internacional)

Estas desgracias constituyen lo que se conoce en la literatura bíblica como el ciclo de la casa de David.

La rebelión de los hijos de David

Absalón fue el segundo hijo del rey David, quien se alzó en armas contra su padre.

De acuerdo a las profecías de Natán, entre los hijos de David se produjo enemistad y sufrimiento. Todo comenzó cuando Amnón, el primogénito, se enamoró de su media hermana Tamar, hermana de Absalón, y tras recibir el rechazo de esta, decidió violarla. En venganza, Absalón le ofreció un banquete a Amnón, durante el cual sus siervos procedieron a asesinarlo.

Absalón huyó de Jerusalén y vivió durante dos años bajo la protección de su abuelo materno, el rey arameo Talmai. Eventualmente fue perdonado por David y regresó a la capital del imperio, donde se anunció a sí mismo como heredero al trono, dado que el primogénito había fallecido. Y al hacerlo, entró en conflicto con quienes veían en Salomón, hijo de Betsabé, al legítimo sucesor de David.

Aprovechando la ausencia momentánea de su padre, Absalón organizó una rebelión y se proclamó a sí mismo rey de Israel. Su movimiento fue confrontado por las fuerzas leales a David y pronto Absalón tuvo que darse a la fuga. Pero, durante el escape, sus largos y hermosos cabellos se enredaron en las ramas de un árbol y lo detuvieron el tiempo suficiente para que fuera alcanzado por sus perseguidores y muerto a flechazos. Durante su regreso a Jerusalén, David supo de la muerte de Absalón y lloró amargamente.

La de Absalón no fue la única rebelión de los hijos de David. Más adelante su hijo más joven, Adonías, trató también de hacerse con el trono, pero fue detenido por Salomón, quien tras la muerte de su padre se convirtió en rey de Israel.

Muerte y legado del rey David

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El rey David ha inspirado numerosas obras de arte a lo largo de la historia.

David falleció a los 70 años aproximadamente, luego de nombrar a Salomón como su sucesor en el trono y de gobernar Israel durante cuarenta años consecutivos. El cuerpo del rey fue sepultado en Jerusalén, ciudad donde aún se conserva su tumba, en el monte Sión.

La figura y el relato de David son fundamentales en el imaginario bíblico y son compartidos por el judaísmo, el cristianismo y el islam. Sus descendientes, según los textos bíblicos, no solo incluyen a Salomón, otro importante monarca del antiguo Israel, sino a importantes profetas y personalidades posteriores, como Jesús de Nazaret o el talmudista Maimónides.

Sin embargo, la figura de David ha sido objeto de revisión en tiempos modernos. Algunos estudiosos afirman que su tradicional consideración como un rey justo y sabio es infundada, y que realmente se trató de un tirano despiadado. Otros, en cambio, afirman que el dominio regional del reino de David en ese entonces constituye una exageración bíblica.

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Referencias

  • Coert Rylaarsdam, J. (2023). David (king of Israel). The Encyclopaedia Britannica. https://www.britannica.com/
  • Museo Interactivo Judío de Chile. (s. f.). El Rey David. https://mij.cl/recursos/ 
  • Pagán, S. (2015). El rey David: Una biografía no autorizada. Editorial CLIE. 
  • Serra, A. (2018). “La vida, la lucha, las hazañas, los amores y el reinado del poderoso rey David”. Infobae. https://www.infobae.com/ 

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Farías, Gilberto (2 de enero de 2024). Rey David. Enciclopedia Humanidades. Recuperado el 4 de octubre de 2024 de https://humanidades.com/el-rey-david/.

Sobre el autor

Autor: Gilberto Farías

Licenciado en Letras (Universidad Central de Venezuela)

Fecha de actualización: 2 de enero de 2024
Fecha de publicación: 2 de enero de 2024

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