Características de un buen orador

Te explicamos qué es un buen orador y cuáles son sus principales características. Además, algunas técnicas para perfeccionar la oratoria.

Buen orador
Un buen orador es quien despierta y sostiene el interés de su audiencia.

¿Qué es un orador?

Un orador es una persona que habla frente a un público, es decir, que ejerce la oratoria, un arte muy antiguo que consiste en hablar con elocuencia. Las personas pueden hacer el papel de oradores en situaciones muy distintas, como exposiciones académicas y profesionales, durante ceremonias religiosas o eventos familiares, entre otras.

El objetivo de todo orador es captar el interés de su público para poder transmitir eficazmente un mensaje, ya sea contar una historia, plantear un problema, compartir un hallazgo o simplemente informar respecto a un tema. El orador siempre buscará provocar algún efecto en su audiencia: convencerla de una postura, conmoverla afectivamente o, simplemente, entretenerla por un rato.

Tradicionalmente, se ha considerado la oratoria como un género literario, o sea, como una forma de hacer arte con la palabra. Sin embargo, a diferencia de otras formas de arte verbal como la poesía, la oratoria tiene el propósito fundamental de convencer, de persuadir a la audiencia de un punto de vista. Con este sentido la estudiaron los antiguos retóricos griegos Tisias y Córax de Siracusa, ambos del siglo V a. C.

Características de un buen orador

Como cualquier otro arte, la oratoria requiere de cierto talento, práctica y perseverancia. Sin embargo, hay varias características que en general comparten todos los buenos oradores. Ellas son:

Confianza en sí mismo

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La confianza en sí mismo es clave a la hora de dirigirse a las multitudes.

La confianza en sí mismo es clave para cualquier orador. Esto se debe a que, a la hora de enfrentar a una multitud, una persona segura de sí misma inspirará más respeto y captará con mayor facilidad la atención del grupo. En cambio, a una persona insegura, que duda de lo que quiere decir, le costará convencer a los demás de que vale la pena escucharla. Si ella desconfía de sí misma, ¿por qué no habrían de hacerlo los demás?

Para transmitir confianza, un orador debe hablar con un buen tono de voz, sin demostrar vergüenza, y debe manejar un lenguaje corporal abierto: erguido, con los hombros hacia atrás, sin replegarse sobre sí mismo. Su presencia no debe ser estática, sino que debe moverse para dirigirse a distintos sectores del público y para demostrar su entusiasmo y transmitirlo a la audiencia.

Este tipo de posturas se comunican con la audiencia a un nivel instintivo y refuerzan en el orador la idea de que sabe lo que dice. De hecho, es tan poderosa la imagen que proyecta una figura segura de sí misma, que muchas otras fallas o debilidades en su discurso pueden ser disimuladas e incluso perdonadas por la audiencia.

Preparación

Un buen orador debe dominar muy bien el tema sobre el cual hablará. Sin una buena preparación, es difícil que sus argumentos sean convincentes y que pueda anticiparse a las preguntas que puedan surgir. Además, su conocimiento sobre el tema le permitirá sostener un discurso fluido y consistente, que se gane la confianza de la audiencia.

La preparación del orador incluye también aspectos pragmáticos. Por ejemplo, la puntualidad, el conocimiento del recinto donde se hablará y del público al cual se hará frente, el conjunto de elementos tecnológicos disponibles (micrófono, proyector, entre otros) y, por último, su propia apariencia: su vestimenta, su actitud frente al público y otros asuntos similares.

Dicción y vocabulario

Buen orador
Un buen orador emplea un lenguaje acorde a su audiencia.

La manera de hablar es otro factor clave para una buena oratoria. Las palabras se deben pronunciar de forma clara y correcta, con una modulación distintiva de cada consonante y vocal, para garantizar que sean comprendidas por la totalidad de la audiencia.

De la misma manera, el vocabulario deberá adaptarse tanto a la temática tratada como al público. Un público especializado que concurre a una conferencia sobre un tema académico podrá lidiar sin problemas con cultismos y tecnicismos, mientras que una audiencia popular preferirá escuchar términos más sencillos. En este caso, si fuera necesario utilizar una palabra técnica o un concepto especializado, conviene emplear el término luego de haber explicado su significado.

Ritmo y dinamismo

La exposición de un buen orador debe ser dinámica, pero no arrolladora. Esto significa que debe conservar la atención del público en todo momento. Para eso, puede emplear diferentes recursos, como digresiones, el apoyo de herramientas visuales o audiovisuales, o simplemente la variación de su lugar sobre el escenario.

Al mismo tiempo, es importante hacer las pausas necesarias al hablar y reforzar en la audiencia las distintas etapas del discurso, en caso de que sea muy largo. Así también, se pueden utilizar elipsis y otros recursos literarios para crear expectativas.

Control de la gestualidad

Buen orador
La gestualidad y el lenguaje corporal pueden traicionar el mensaje verbal del orador.

La gestualidad, tanto del rostro como del cuerpo, es un elemento de la comunicación que a menudo escapa del manejo consciente. En ese sentido, puede traicionar el mensaje que se dice. Por ejemplo, un gesto de ironía al referirse a terceros puede revelar antipatías ocultas que no se desea transmitir en el mensaje.

Así, el buen orador deberá utilizar la gestualidad de manera consciente y controlada, de modo de enfatizar sus mensajes verbales, favorecer la empatía del público y mantener el dinamismo de la exposición. Para ello, conviene conservar un gesto abierto, amable, que invite a la interacción, pero que no resulte falso, ensayado o hipócrita. De manera similar, se debe conservar el contacto visual con los participantes de la audiencia, ya que así se promueve la atención y se valida la participación de los demás.

Escucha activa y adaptabilidad

Buen orador
Un buen orador debe ser capaz de interactuar con la audiencia.

Si bien el orador debe mostrarse convencido y firme en sus posiciones, también debe saber escuchar las opiniones, las preguntas y los comentarios de la audiencia, y respetar a aquellos que disienten de sus opiniones. Esto significa que el buen orador debe poder escuchar: no solo aguardar a que el interlocutor calle para retomar la palabra, sino prestarle atención y captar lo que dice o pregunta, para emplearlo luego en su discurso.

Por otro lado, las respuestas del orador deben ser amables, firmes y convincentes. Es preferible un comentario honesto incluso cuando se desconoce la respuesta. La duda o el comentario deben ser incorporados de manera positiva al discurso. Por ejemplo, si se le hace una pregunta al orador cuya respuesta ignora, siempre podrá decir que no lo sabe, pero que se puede aventurar a una hipótesis; o bien que la pregunta propicia una investigación para la cual habrá tiempo en el futuro.

Del modo que sea, el buen orador debe ser adaptable: evitar los reproches, el sarcasmo o la antipatía, y evitar también ponerse a la defensiva frente a las intervenciones de los otros.

Apasionamiento

Más allá de la corrección de sus formas, un buen orador debe transmitir un sentido de urgencia, de importancia o de relevancia respecto a lo que dice, es decir, transmitirle a la audiencia que su mensaje es sumamente relevante, sin importar cuál sea el tema tratado. Esto se consigue a través del apasionamiento, o sea, de la demostración de pasión y entrega por parte del orador, ya que su entusiasmo es capaz de contagiar a quienes lo escuchan.

Así como un discurso frío y poco empático será recibido con frialdad por parte de la audiencia, un discurso apasionado transmitirá su sentimiento a quienes lo presencien. A fin de cuentas, si el orador parece aburrirse con lo que dice, mucho más se aburrirán quienes lo escuchan.

Ahora bien, no hace falta gritar y perder los estribos para demostrar pasión. Basta con elegir adecuadamente las palabras y expresarlas con la debida emoción, de manera creíble y sincera. La pasión y el compromiso del orador se notan, no pueden impostarse. Por eso, un buen orador habla siempre de lo que sabe y le interesa.

Humor

Buen orador
El humor es una herramienta útil para conectar con la audiencia.

Incluso en las presentaciones más serias, el humor es una herramienta útil para el buen orador, ya que le permite conectarse emocionalmente con la audiencia. El humor suele ser una demostración de inteligencia y humildad, que tiende un puente entre el hablante y quienes lo escuchan. Un juego de palabras, una pequeña burla hacia sí mismo o un chiste contado en un lugar apropiado del discurso pueden surtir un efecto positivo y relajar el ambiente.

Sin embargo, se debe evitar la reiteración innecesaria del humor. El uso abusivo de los chistes, las anécdotas graciosas o las ironías puede surtir el efecto contrario al deseado y distraer a la audiencia, hacerla olvidar el punto central del discurso, o incluso irritarla y hacerla desconectar.

La clave para saber cuánto humor es suficiente dependerá del contexto del discurso y de las capacidades del orador.

Dominio del tiempo

Otro aspecto fundamental para un buen orador es saber cuándo terminar su discurso. Normalmente, es preferible un discurso breve y bueno, a uno largo y que agote a su audiencia, dado que la capacidad de atención humana tiene límites concretos. Si el orador se prolonga demasiado, el interés del público tenderá a decaer y la impaciencia se convertirá en un factor contraproducente.

Por otro lado, es importante respetar los límites de tiempo establecidos en caso de foros y conferencias, ya que extenderse demasiado implica restar tiempo a los demás y dejarles una audiencia agotada, menos receptiva. Esto constituye una descortesía para con el público y los demás oradores, y se suele interpretar como un gesto de narcisismo.

Algunas técnicas para perfeccionar la oratoria

Si bien la práctica es la mejor estrategia para una buena oratoria, existen técnicas y consejos que pueden venir muy bien a la hora de enfrentarse a una audiencia. Algunos de ellos son:

  • Conocer a la audiencia. No es lo mismo hablarle a un auditorio de estudiantes universitarios, que a una junta de condominio o a la concurrencia en un parque. Para preparar mejor una estrategia, es necesario tener en cuenta a quién va dirigido el discurso.
  • Practicar frente al espejo. Esta es una técnica clásica que permite al orador observar su gestualidad, su lenguaje corporal y otros detalles a los que conviene prestar atención.
  • Pulir el lenguaje. El modo en que se dicen las cosas es tan importante como las cosas dichas, por lo que conviene ensayar un lenguaje libre de giros coloquiales, malas palabras y otros vicios que lo puedan empobrecer.
  • Apoyarse en lo visual. Siempre que sea posible, es útil contar con láminas, proyecciones y otros materiales de soporte que faciliten la comprensión de la audiencia y que refuercen el mensaje.
  • Tener una botella con agua. Esta es otra técnica muy empleada por los oradores de oficio, pues les permite refrescar la garganta y tomarse unos segundos para ordenar las ideas mientras se toma un trago de agua.
  • Apuntar a la simpleza. Generalmente, las ideas más profundas y conmovedoras se transmiten de un modo sencillo. No hace falta complicar las cosas innecesariamente.

Sigue con:

Referencias

  • De Diego, J. (2019). Técnicas para hablar en público. Métodos eficaces para ser un buen orador. Guiomar.
  • Rubio, A. (2003). Cómo ser un buen orador. Cómo intervenir con éxito ante el público y los medios de comunicación. Planeta.

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Farías, Gilberto (19 de abril de 2024). Características de un buen orador. Enciclopedia Humanidades. Recuperado el 5 de noviembre de 2024 de https://humanidades.com/buen-orador/.

Sobre el autor

Autor: Gilberto Farías

Licenciado en Letras (Universidad Central de Venezuela)

Fecha de actualización: 19 de abril de 2024
Fecha de publicación: 22 de febrero de 2017

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