Te explicamos quién fue san Pablo, también conocido como Saúl o Pablo de Tarso, y por qué es una figura sumamente importante en la tradición y la historia del cristianismo.
¿Quién fue san Pablo?
Pablo de Tarso, también llamado Saúl de Tarso o simplemente san Pablo, fue un seguidor de las enseñanzas de Jesús de Nazaret y una de las figuras más importantes de la tradición cristiana, a pesar de no haber pertenecido al círculo inicial de los doce discípulos del profeta.
San Pablo fue el evangelizador de algunos de los mayores centros urbanos del Imperio romano (como Roma, Antioquía, Corinto y Éfeso) y también el autor de los primeros escritos canónicos cristianos, esenciales para el surgimiento del llamado cristianismo paulino, uno de los cuatro pilares teológicos del canon bíblico cristiano. De los 27 libros del Nuevo Testamento, 13 se le atribuyen a san Pablo.
De raíces judías, Pablo de Tarso era un admirador de la cultura helénica y además un ciudadano romano, razón por la cual no cambió su nombre al convertirse al cristianismo, sino que asumió su “apellido” romano: Paulus (que en latín significa “poco” o “pequeño”). Por esa razón se le nombra en las distintas versiones de la Biblia como Saulo o Saúl (su nombre hebreo, que significa “invocado” o “llamado”) o bien como Pablo o Paulo.
San Pablo fue además un mártir cristiano, ejecutado por los romanos tras dos años de cautiverio. Según la tradición, fue decapitado en Roma entre el 58 y el 67 d. C. Por ese motivo, se le suele representar portando una espada; o bien llevando un libro o una carta, en referencia a sus múltiples escritos teológicos.
- Ver además: Cristianismo
Los orígenes de Saulo de Tarso
San Pablo nació en la ciudad de Tarso, en la región de Cilicia (parte de la provincia romana de Siria), que es el nombre que daban los romanos a la costa sur del Asia Menor, en el actual territorio de Turquía. Su fecha exacta de nacimiento es incierta, pero se estima a comienzos del siglo I, entre los años 5 y 10 d. C.
En ese entonces, Tarso era una próspera ciudad portuaria, a orillas del río Cidno, en donde se hallaba la principal escuela de filosofía estoica del Imperio. Era, pues, un centro de cultura y erudición, en la cual se otorgaba la ciudadanía romana por nacimiento. De allí que, aun siendo hijo de judíos, Saulo fuera también romano. Existe, sin embargo, debate entre los especialistas respecto a la veracidad de este hecho.
La lengua de nacimiento de Saulo era el griego y pertenecía al grupo de los fariseos. Respecto a su educación existen diferentes versiones, algunas de las cuales afirman que se formó para ser rabino en Jerusalén, bajo la tutela de Gamaliel I (s. I a. C.), un reconocido doctor en leyes judías y miembro del Sanedrín o consejo de sabios.
A pesar de que no se tienen datos fidedignos respecto a la educación de Saulo, todo indica que en su persona convergieron diversas e importantes tradiciones culturales de la época: la hebrea, la griega y la romana. Se sabe, sin embargo, era un estricto seguidor de la ley mosaica.
Los fariseos fueron a la vez una escuela de pensamiento religioso y una facción política y social dentro del judaísmo. Precursores del judaísmo rabínico, su interpretación del Antiguo Testamento era la más aceptada por el pueblo judío, por lo que constituían un movimiento poderoso. Los fariseos fueron, además, importantes en el contexto del surgimiento del cristianismo, dada su feroz oposición a los cultos de Juan Bautista, primero, y luego de Jesús de Nazaret.
- Ver también: Judaísmo
La conversión de san Pablo
A diferencia de los doce apóstoles, que tuvieron trato directo con Jesús de Nazaret, no existe registro de que Saulo se haya encontrado con el Mesías mientras estudiaba en Jerusalén. De hecho, no hay mención alguna de ello en las cartas paulinas, escritas por Saulo tras la muerte de Jesús.
El primer contacto de Saulo con el cristianismo tuvo lugar, en cambio, después de muerto Jesucristo, a través del diácono Esteban. Este fue uno de los primeros mártires cristianos que abogó por la verdad del mensaje de Jesús de Nazaret y que fue ejecutado alrededor del año 34 d. C.
Saulo participó en el juicio a Esteban y en su posterior lapidación, de acuerdo al libro de Hechos de los apóstoles del Nuevo Testamento. Esto quiere decir que Saulo fue, inicialmente, un perseguidor del cristianismo temprano, obediente de las órdenes del Sanedrín.
Sin embargo, un año después del martirio de Esteban, Saulo tuvo una revelación cuando se dirigía a la ciudad de Damasco. En Hechos de los apóstoles se la describe como una luz venida del cielo que lo rodeó y le hizo caer a tierra, a la vez que una voz le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” a lo que el joven preguntó: “¿Quién eres?” y la voz respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” y luego: “Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer”.
El joven Saulo quedó enceguecido por tres días, durante los cuales apenas pudo comer y beber. Entonces vino a su encuentro un discípulo de Cristo, Ananías de Damasco, y curó su ceguera a través de la imposición de las manos. Saulo entonces se convirtió al cristianismo: fue bautizado por Ananías y asumió el nombre de Pablo.
Así describe el propio Saulo en su Epístola a los gálatas (1: 12-17) este tránsito de enemigo a seguidor de Jesús de Nazaret:
“Ustedes ya están enterados de mi conducta cuando pertenecía al judaísmo, de la furia con que perseguía a la iglesia de Dios, tratando de destruirla. En la práctica del judaísmo, yo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi celo exagerado por las tradiciones de mis antepasados. Sin embargo, Dios me había apartado desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia. Y, cuando él tuvo a bien revelarme a su Hijo para que yo lo predicara entre los no judíos, no consulté con nadie. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui de inmediato a Arabia, de donde luego regresé a Damasco”.
Tomado de Gálatas 1:13-17. Biblia Nueva Versión Internacional.
A su modo de ver, el Mesías lo había escogido para evangelizar a los gentiles, o sea, a los pueblos no judíos; por eso tras su conversión al cristianismo, Pablo comenzó su labor de evangelización en Damasco y después en Arabia. Allí fue perseguido por el rey de los nabateos, Aretas IV (s. I a. C.-s. I d. C.), y tuvo que escapar a Jerusalén, donde finalmente conoció a los apóstoles Pedro y Santiago.
Posteriormente volvió a Tarso, su tierra natal, y luego estuvo un año predicando en Antioquía.
Los viajes misioneros de san Pablo
Durante sus años de evangelización activa, Pablo de Tarso realizó tres grandes viajes misioneros a diversos lugares del Mediterráneo y del Asia Menor, a los que suele sumarse en ocasiones un cuarto viaje, durante el cual fue conducido como prisionero a Roma.
En cada ciudad visitada, el apóstol predicó el mensaje de Cristo y fundó comunidades cristianas, en contra incluso de sus antiguos aliados fariseos.
El primer viaje de san Pablo
El primero de los viajes misioneros ocurrió, de acuerdo a Hechos de los apóstoles, entre los años 47 y 48 d. C., es decir, cuando Pablo se aproximaba a los cuarenta años de edad. En compañía del también apóstol Bernabé (s. I d. C.) y de un sobrino de este último, se embarcaron en el puerto de Antioquía de Siria (Seleucia) con destino a Chipre, de donde era originario Bernabé, y allí predicaron en la ciudad de Salamina.
Luego cruzaron por tierra hacia la costa contraria de la isla, a la ciudad de Pafos, donde se embarcaron nuevamente con rumbo a Perge, en Asia Menor, pasando primero por la ciudad romana de Atilía. Prosiguieron Pablo y Bernabé rumbo a Antioquía de Pisidia, donde estuvieron un tiempo, para finalmente dirigirse a las ciudades de Iconio y Listra, en la región de Licaonia. En esta última ciudad fueron lapidados por los lugareños, por lo que huyeron a Derbe y luego emprendieron el retorno, deshaciendo el mismo trayecto hasta volver a Antioquía de Siria.
San Pablo fue una figura importante en la definición del cristianismo temprano, que al carecer de su profeta principal y hallarse en clandestinidad dentro del Imperio romano, era propenso a interpretaciones diferentes del mensaje divino. Estos asuntos a menudo se dirimieron en reuniones como el Concilio de Jerusalén, donde se debatió la necesidad de circuncidar a los gentiles convertidos al cristianismo, o el Incidente de Antioquía, en el que se enfrentaron las posiciones judaizantes del apóstol Santiago contra las más liberales de san Pablo. Ambos eventos fueron centrales en el alejamiento del cristianismo de sus raíces judías.
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El segundo viaje de san Pablo
El segundo viaje de Pablo se produjo en compañía del profeta Silas o Silvano, quien tenía como él orígenes judíos y ciudadanía romana. Juntos abandonaron Antioquía a través de los territorios de Siria y Cilicia, hasta alcanzar las ciudades de Derbe y Listra, al sur de la provincia romana de Galacia. Allí se les sumó el apóstol Timoteo y se dirigieron a través de Frigia al norte de la provincia, donde Pablo enfermó, impidiendo su llegada a su destino, Bitinia. En vez de ello partieron hacia Misia y Tróade, donde el apóstol Lucas se unió al grupo.
Acto seguido, Pablo dirigió sus pasos a Europa, y fundó en Macedonia la primera iglesia cristiana de Filipos, lo cual le causó la persecución y los azotes de las autoridades romanas. Aun así, continuó su marcha hacia Tesalónica, donde encontró una fuerte oposición de parte de las comunidades judías locales. Esto lo desanimó de continuar el recorrido hasta Roma.
En vez de eso, los misioneros escaparon a Berea y luego viajaron a Atenas, donde Pablo profirió un discurso sobre Cristo en la famosa “Colina de Ares”, al oeste de la Acrópolis. Luego marcharon a Corinto y a Cencreas, donde embarcaron rumbo a Éfeso, Cesarea y luego de vuelta a Antioquía. Durante este viaje, Pablo redactó su Epístola a los Tesalonicenses, el documento más antiguo de los que conforman el Nuevo Testamento.
El tercer viaje de san Pablo
El tercer y último viaje de Pablo ocurrió entre los años 54 y 57 d. C., aproximadamente, y fue el más sufrido, complejo y a la vez fecundo de sus viajes, durante el cual el apóstol escribió la mayor parte de su obra epistolar.
Inicialmente, Pablo y su grupo se desplazaron de Antioquía hasta Éfeso, pasando por el norte de Galacia y Frigia. Una vez llegado a la capital del Asia Menor, Pablo predicó infructuosamente en las sinagogas judías, y acabó dictando cátedra en la “escuela de Tirano”, donde tradicionalmente se enseñaba retórica. Este fue el primer indicio de catequesis de la historia cristiana.
Estando en Éfeso, Pablo escribió su Carta a las iglesias de Galacia y también sus Epístolas a los corintios, tratando de que estas primeras comunidades cristianas se mantuvieran unidas y no cayeran en disputas doctrinales. Pero la crisis se avecinaba, especialmente en Corinto, población a la que se dirigió entonces y donde recibió una feroz acogida. El apóstol regresó a Éfeso muy apesadumbrado y escribió allí su Carta de las lágrimas, durante los 2 o 3 años que permaneció en la ciudad.
De allí partió nuevamente a Corinto, donde permaneció unos pocos meses y escribió la carta que se considera su testamento, Epístola a los romanos, donde anuncia su intención de visitar Roma y luego marchar al occidente europeo.
Finalmente, Pablo emprendió el regreso por tierra a través de Macedonia, para evadir una conjura judía en su contra. En el puerto de Filipos se embarcó nuevamente hacia Tróade, pasó por Aso y Mitilene, por las islas de Quíos, Samos, y desembarcó en Mileto, donde pronunció un importante discurso ante los ancianos de la Iglesia de Éfeso, convocados allí. Luego navegó a las islas griegas de Cos, Rodas, Patara y Tiro, pasó por Tolemaida y desembarcó en Cesarea Marítima, desde donde emprendió la marcha terrestre hasta Jerusalén.
Arresto, encarcelamiento y martirio de san Pablo
El apóstol Pablo llegó a Jerusalén con más de 50 años de edad y con el dinero recogido durante la conversión de los pueblos gentiles. Tan pronto pisó la ciudad santa, recibió de su colega Santiago la recomendación de que actuara como un judío piadoso. Aunque Pablo accedió al consejo, causó revuelo entre los judíos asiáticos presentes, por conducir a un grupo de gentiles hacia las entrañas del templo.
Pablo entonces fue apresado y conducido hacia el Sanedrín, que lo derivó a las autoridades romanas. El emperador Nerón (37-68) había decretado la persecución de los cristianos, de modo que Pablo fue interrogado varias veces antes de ser conducido a Roma para enfrentar su castigo.
En este cuarto y último viaje, ahora en calidad de prisionero, Pablo partió junto a otros reclusos en un barco desde Cesarea Marítima, bordeando las costas de Chipre, Cilicia y Mira, hasta llegar a Sidón. Allí se le permitió visitar a algunos amigos, pues al ser ciudadano romano gozaba de un trato más favorable, y después abordó un barco alejandrino que lo condujo a Creta y luego a Malta, donde tuvo una estancia de tres meses. Predicó entre los lugareños y fue mordido por una serpiente, cosa que sus seguidores interpretaron como de mal augurio para el misionero. Finalmente, tras bordear las costas de Sicilia, Pablo llegó a Roma donde estuvo cautivo en su domicilio durante dos años.
Existen discrepancias respecto a qué sucedió durante ese tiempo. Algunas fuentes sugieren que hizo un viaje misionero a Hispania, específicamente a la localidad de Tarragona. Sin embargo, la tradición eclesiástica e historiográfica sostienen que Pablo fue apresado y ejecutado en Roma, al mismo tiempo que el apóstol Pedro. De hecho, los dos sufrieron martirio el mismo día del año 67 d. C. San Pablo fue sentenciado a decapitación por el verdugo, mientras que san Pedro, al ser extranjero, fue crucificado.
Sepultura y culto de san Pablo
Tras su ejecución, los restos de san Pablo fueron sepultados en la vía ostiensis (calle Ostiense) de Roma, y su culto se fue expandiendo por toda Europa, África y mucho después por América. Su tumba se encuentra hoy en día en la Basílica de San Pablo Extramuros, una de las cuatro mayores basílicas católicas y una de las cinco iglesias más antiguas de Roma.
La figura de san Pablo se convirtió con el pasar de los siglos en una de las más importantes del santoral católico. Sus escritos suscitaron admiración por numerosos emperadores romanos y se consideran aún como evidencia importante de la diversidad cultural que el cristianismo unificó bajo su doctrina, y de la cual san Pablo parecía estar plenamente consciente.
De la obra de Pablo, además, proviene la vertiente paulista cristiana, una de sus principales corrientes filosóficas y teológicas, opuesta en muchas cosas a la que engendraron Pedro y Santiago. De hecho, pensadores cristianos muy posteriores, como Martín Lutero (1483-1546) o Juan Calvino (1509-1564), fueron ávidos lectores de san Pablo, por lo que muchas de sus ideas influyeron en la Reforma protestante.
Además, las cartas de san Pablo constituyen la más antigua y más importante fuente de referencias históricas de la época.
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- Santa Rosa de Lima
Referencias
- Estrada, B. (2008). “¿Quién fue San Pablo y qué herencia dejó a la Iglesia?”. Opus Dei. https://opusdei.org/
- Manzarbeitia Valle, S. (2015). “San Pablo”. Revista Digital de Iconografía Medieval (vol. VII, n. 14), pp. 39-61.
- Narbona, R. (2020). “Pablo de Tarso: el apóstol incomprendido”. El Español. https://www.elespanol.com/
- Sanders, E. (2023). “St. Paul the Apostle (Christian Apostle)”. Encyclopaedia Britannica. https://www.britannica.com/
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