Francisco de Asís

Te explicamos quién fue san Francisco de Asís, cómo llegó a ser considerado santo y por qué es una de las grandes figuras de la cristiandad.

San Francisco de Asís fue el fundador de la orden franciscana y de las Hermanas Clarisas.

¿Quién fue Francisco de Asís?

Francisco de Asís, popularmente conocido como san Francisco de Asís, fue un religioso cristiano de origen italiano, considerado santo por la Iglesia católica y fundador de varias órdenes religiosas en tiempos medievales, entre ellas la orden franciscana que lleva su nombre.

Nacido en un hogar pudiente, Francisco de Asís vivió una vida austera y entregada a los evangelios. No solo fue el promotor de un modelo sacrificado de devoción cristiana, sino que también intentó por propia mano convertir al cristianismo a los musulmanes de Egipto y de Siria. Además, fue una figura tutelar para otros religiosos cristianos, como Antonio de Padua (1195-1231) o santa Clara de Asís (1194-1253), y autor de una serie de poemas, cantos y reflexiones.

Hoy en día, san Francisco es uno de los santos más populares del cristianismo, al que se atribuyen numerosos milagros. Canonizado en el siglo XIII por el papa Gregorio IX,se le rinde culto el 4 de octubre no solo en los países católicos, sino también en los anglicanos y los luteranos.

El nacimiento de san Francisco de Asís

Giovanni di Pietro Bernardone nació en algún momento del siglo XII, entre 1181 y 1182, en Asís, en la Umbría italiana. En ese entonces, la región pertenecía al Sacro Imperio Romano Germánico. Era el segundo hijo de Pietro Bernardone dei Moriconi, un adinerado comerciante de telas, y la noble provenzal Joanna Pica de Bourlemont. Su padre era un viajero frecuente, asiduo a las ferias francesas en donde vendía sus productos, y es posible que por ese motivo apodara a su hijo “francesco”, o sea, “el francesito”

La infancia y juventud de Giovanni fueron acomodadas. Su educación fue la regular de la época, que consistía sobre todo en aprender el latín, y pronto el joven demostró su inclinación por la cultura y la lengua francesas. Y aunque nunca habló muy bien la lengua provenzal u occitana, siempre fue devoto de los cantos de la región. 

Al joven Giovanni no le faltaba nada. Solía comer y beber bien, daba generosas limosnas y sentía una profunda avidez por la vida, lo cual pronto lo convirtió en un referente juvenil dentro del pueblo. Sentía, además, predilección por la vida de las armas, la vida caballeresca

La guerra y el llamado de la fe

El joven Francesco Bernardone fue a la guerra y fue tomado prisionero. Así lo recuerda esta estatua en Asís, Italia.

Aquellos eran años de conflicto para el pueblo de Asís, inmerso en las tensiones entre tres bandos: el de los aristócratas que apoyaban al emperador Federico II del Sacro Imperio Romano Germánico, los que apoyaban al papado de Roma, y las familias de la burguesía local, que aspiraban a fundar un Estado independiente de influencias extranjeras. La familia del joven Francesco apoyaba a este último bando.

Tras una revolución, los nobles de Asís que apoyaban la autoridad del papado de Roma fueron expulsados de la ciudad y, aliados con la ciudad vecina de Perugia, les declararon la guerra a sus antiguos coterráneos. Muchos jóvenes burgueses combatieron a los invasores en la batalla en el Puente de San Giovanni sobre el río Tíber, donde Francesco fue derrotado y capturado. Casi un año estuvo en el pueblo vecino, en condición de prisionero

Tras su liberación en 1203, Francesco se encontró igual de ávido de gloria que antes. Tenía 22 años cuando decidió seguir a un noble de Asís en apoyo a las tropas que se enfrentaban a las fuerzas imperiales en la batalla de Apulia. 

Pero estando en Spoleto, en camino hacia la guerra, una visión asaltó a Francesco y lo invitó a abandonar sus intenciones. Según la tradición, soñó con una habitación de su casa, repleta de armas y trajes militares, en lugar de las pilas de paños y telas que normalmente acumulaba su padre, y una voz le preguntó por qué se empeñaba en buscar al siervo en lugar de al Señor

Esta visión fue interpretada por el joven como un llamado a otro tipo de combates: los de la fe. A la mañana siguiente, Francesco abandonó el ejército y regresó a su pueblo natal. Allí se encerró a orar y a esperar a que Dios le manifestara su verdadero destino. 

La conversión de Francisco de Asís

A partir de su retorno a Asís, Francesco no volvió a ser el mismo. Dedicado a meditaciones solitarias, parecía más reflexivo que de costumbre, y poco a poco fue renunciando a los excesos a los que solía ser propenso.

Existen muchos relatos sobre la conversión religiosa de Francesco. El más importante, de acuerdo con el principal biógrafo del santo, el fraile franciscano Tomás de Celano (c. 1990-1260), cuenta que Francesco fue a la iglesia de san Damián, en las afueras de Asís, y ahí escuchó la voz de Dios dirigiéndose a él desde el altar. “Anda, Francesco, y repara mi iglesia, ya ves que está casi en ruinas”, le dijo. 

El joven, tomándose el mandato de manera literal, vendió el caballo y las mercaderías de su padre y regresó a la iglesia con el dinero necesario para remodelarla. El párroco, sin embargo, no quiso aceptarlo y Francesco, presa de la frustración, arrojó el dinero por la ventana. 

Al enterarse de las acciones de su hijo, su padre se montó en cólera y decidió escarmentar a Francesco, llevándolo ante las autoridades. Pero el joven argumentó que estaba sujeto a otras leyes, las de Dios. Francesco entonces fue conducido a la presencia del obispo de la región y, enfrentado a la exigencia de su padre de devolver el dinero perdido, el joven comenzó a quitarse las ropas hasta quedar completamente desnudo. 

“Hasta este día te he llamado Padre”, le contestó Francesco a su padre, “pero ahora sé que nuestro padre está en lo alto de los cielos”. Y una vez pronunciadas estas palabras, el obispo cubrió al joven con su manto y Francesco se marchó al monte Subasio, en las laderas de la montaña, renunciando a sus privilegios mundanos a cambio de una vida espiritual

Algún tiempo pasó sin que nadie supiera de Francesco. Un día reapareció en la iglesia de San Damián y se dedicó a restaurarla. Posteriormente, hizo lo mismo con numerosos templos y ruinas cristianas de la región, creyendo de ese modo cumplir con el mandato divino.  

Eventualmente, su camino lo condujo a la capilla de Santa María de los Ángeles, el 24 de febrero de 1208. Allí acudió a misa y escuchó la lectura del Evangelio según san Mateo (10:7, 9-11):

"Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento."

Tomado de: Biblia Reina-Valera, 1960

Aquellas palabras resonaron profundamente en el alma de Francesco y entendió que el mandato escuchado en San Damián no se refería al aspecto material de una iglesia, sino al espiritual de la Iglesia católica toda. 

Entonces se deshizo de su bastón, de sus zapatos y sus provisiones, se vistió tan solo con una túnica gruesa. Cuando volvió a la calle, dispuesto a predicar, ya no era Francesco Bernardone. Era Francisco de Asís.

La primera regla franciscana

Francisco de Asís redactó la regla franciscana y la presentó al papa. Antonio Carnicero representó dicha escena.

A pesar de no contar con la aprobación de la Iglesia, ni formación teológica de ningún tipo, Francisco se dedicó a predicar. La fuerza de sus convicciones era tal, que pronto consiguió unos pocos seguidores, a quienes se refirió como frailes (del provenzal fraire, o sea, “hermano”). A Francisco, por su parte, se le empezó a conocer como il poverello (en italiano, “el pobrecillo”).

Su mensaje, a diferencia de otras prédicas de la época, no hablaba de prohibiciones, sino que invitaba a los fieles a una vida más sencilla y generosa, comprometida con el amor al prójimo y la salvación del espíritu, en lugar de la acumulación de posesiones materiales. Los seguidores de Francisco atendían a los pobres y los leprosos, pedían limosna y llevaban a cabo faenas manuales sencillas. Sus primeros discípulos fueron doce, tal y como los apóstoles de Jesús de Nazaret.

En 1209, Francisco redactó diferentes documentos, tomando en préstamo pasajes del evangelio, para invitar a sus hermanos a seguir las enseñanzas de Jesucristo e imitar su estilo de vida. Ese compendio fue su propositum (“propósito”, en latín) o regula primitiva (“regla primitiva”), y servía de fundamento para la creación de su propia orden religiosa. 

Con la intención de lograr reconocimiento papal, san Francisco y sus hermanos fueron a Roma, para presentar al papa su regla y contar con su aprobación. Una vez en el Vaticano, el papa Inocencio III (1161-1216) recibió con dudas los escritos de Francisco, pero esa noche tuvo en sueños una visión: observó a Francisco sujetando el crucifijo en la archibasílica de San Juan de Letrán, en Roma. 
Así que al día siguiente mandó a llamar a Francisco y le anunció la aprobación oral de su primera orden religiosa. Los franciscanos tenían permiso papal para predicar el evangelio.

La regla franciscana o regla de san Francisco es en realidad un conjunto de documentos redactados por san Francisco de Asís en distintos momentos de su vida, con los que intentaba establecer los principios de su orden religiosa. Existieron tres reglas sucesivas:

  • Propositum o regula primitiva. Fue una recolección de pasajes del evangelio, con poco o ningún comentario teológico de su parte. Fue redactada en 1209.
  • Regula no tabulada. Fue redactada en el capítulo general de la orden en 1221. 
  • Regula tabulada. Fue el documento definitivo de la orden de san Francisco escrita por él y aprobada por el papa en 1223.

La porciúncula y la segunda orden franciscana

Santa Clara de Asís fue una fiel seguidoras de san Francisco y fundadora junto a él de las Hermanas Clarisas.

A partir del reconocimiento papal, la orden franciscana comenzó a operar formalmente. Se trató, inicialmente, de una orden menor dedicada a la prédica y desprovista de posesiones, pero sus números crecieron rápidamente a lo largo de Italia y, en los años posteriores, de Europa. 

Fue así que en 1212 el abad de san Benito de Monte Subasio les otorgó a los franciscanos la capilla de Santa María de los Ángeles, en Asís, conocida como la “porciúncula” (del latín portiuncula, es decir, “pequeña porción de tierra”), para que la usaran como sede de la orden. Se trataba de la misma capilla en donde Francisco había tenido en 1208 su gran revelación

Aquel pequeño templo, abandonado en medio del bosque, fue restaurado por los frailes franciscanos y convertido en el lugar central de sus actividades religiosas. Allí celebraron durante muchos años sus reuniones anuales y capítulos generales, y fue además el lugar en donde Francisco recibió a Clara de Asís (1194-1253) en 1212.

Nacida en el seno de una familia noble italiana, Chiara Scifi abandonó su vida acomodada tras escuchar la prédica de san Francisco de Asís, y se refugió en la porciúncula. La orden franciscana la acogió bajo condición de que renunciara a sus riquezas y las repartiera entre los pobres. 

Cuando su familia comenzó a reclamarla y Clarisa se negó a volver, Francisco decidió enviarla a la iglesia de San Ángel de Panzo, donde residían las monjas benedictinas. Allí se sumaron a Clara otras mujeres devotas, entre ellas sus hermanas Inés y Beatriz, y cuando se hizo evidente que el mensaje franciscano había calado también entre numerosas mujeres, Francisco decidió crear una orden exclusivamente femenina: las Hermanas Pobres, posteriormente conocidas como las Hermanas Pobres de Santa Clara o Clarisas. 

Impulsado por el éxito de su mensaje, Francisco decidió que había llegado el momento de extenderlo hacia otras latitudes. Ese mismo año busco, aunque sin éxito, viajar a Palestina y a España. 

En 1215 se produjo el IV Concilio de Letrán, convocado por el papa Inocencio III para abordar asuntos de la fe y la moral. En este concilio se decretó que toda nueva orden religiosa debía elegir entre las reglas monásticas de san Benito o de san Agustín. La única excepción fue la de la orden franciscana.

En ese mismo concilio los franciscanos ganaron un importante reconocimiento religioso y la orden de las Hermanas pobres fue aprobada formalmente, al principio bajo la regla benedictina, pero luego bajo la redactada por la propia Clara de Asís, quien por instrucción de Francisco fue nombrada abadesa de la iglesia de San Damián. En ese templo se asentaron las clarisas franciscanas durante siglos.

En ese concilio, además, Francisco conoció al futuro papa Gregorio IX, en ese entonces cardenal Hugolino de Segni (1170-1241).

El viaje de Francisco a Egipto

San Francisco visitó Egipto durante la Quinta Cruzada y fue recibido por el sultán al-Kamil Muhammad al-Malik.

A pesar de sus fracasos previos, Francisco no cesó en su empeño en llevar su mensaje más allá de Italia. En 1217 quiso emprender el viaje por Francia, pero el cardenal Hugolino le convenció de quedarse y dedicarse al primer capítulo general de su orden, celebrado en la porciúncula en el Pentecostés de ese año. Allí los frailes franciscanos se reunieron por primera vez para intercambiar experiencias y organizar el territorio a su cargo, estableciendo así 12 provincias.

Pero ese mismo año el papa Honorio III inició la Quinta Cruzada (1217-1221) en contra de la dinastía ayubí de Siria y Egipto, y Francisco sintió el llamado de evangelizar a los musulmanes. De modo que, en 1219, partió hacia el norte de África.

Eventualmente, Francisco fue capturado por soldados sarracenos y llevado ante el sultán al-Kamil Muhammad al-Malik (1180-1238). Según las crónicas de Buenaventura de Bagnoregio (1217-1274), el santo demostró tal empeño en convertir al cristianismo al monarca musulmán, que este quedó impresionado y le obsequió un cuerno de marfil que le serviría de salvoconducto por tierras musulmanas. Gracias a ello, tiempo después, el hermano del sultán, el monarca de Siria Al-Mu'azzam 'Isa Sharaf ad-Din (1176-1227) le concedió a Francisco permiso para visitar la Tierra Santa.

Francisco regresó de Oriente ese mismo año, ileso excepto por una enfermedad en los ojos que lo acompañaría por el resto de sus días.

No todos los misioneros franciscanos en tierras musulmanas corrieron la suerte de san Francisco. El 16 de enero de 1220 cinco frailes franciscanos fueron capturados y decapitados por los sarracenos en Marruecos, razón por la cual se les conoce como los Mártires de Marrakech. Estos cuatro misioneros, tenidos por santos por la Iglesia Católica, eran los sacerdotes Bernardo da Cavi, Ottone da Stroncone y Pietro da Sangemini, y los hermanos laicos Accursio da Aguzzo y Adiuto da Narni. Sus restos fueron devueltos a Portugal y en 1481 fueron canonizados por el papa Sixto IV.

El Capítulo de las Esteras

Las desavenencias entre los miembros de su orden obligaron a Francisco a regresar a tierras italianas. Las órdenes habían crecido inmensamente en los últimos años, pero carecían de guiatura más allá del propositum y del propio ejemplo sentado por Francisco. 

Francisco, de vuelta en Italia, pidió al Vaticano la designación de su amigo, el cardenal Hugolino de Segni, como autoridad a cargo de reformar la orden. Con su acompañamiento, Francisco convocó a un capítulo general de la orden en 1221.

Esta convención fue conocida como el Capítulo de las Esteras, porque los entre tres y cinco mil frailes franciscanos que asistieron al encuentro tuvieron que llevar sus propias esteras de paja en las que tenderse, dado que los asientos disponibles rápidamente se agotaron.

A la convocatoria también respondió el joven Antonio de Padua, en ese entonces recién incorporado a la orden franciscana. Los discursos de Francisco de Asís dejaron una huella profunda en él y permitieron el surgimiento de la amistad y mutua admiración entre los dos santos. 

Hubo varios cambios en la orden franciscana luego de este capítulo general. En primer lugar, Francisco anunció la segunda regla monástica, mucho más rigurosa y detallada que la primera. Esta regula non bullata (es decir, sin bula papal) enfatizó el compromiso de la orden con la pobreza, e introdujo una mayor estructura organizativa en temas como el noviciado y la disciplina. 

Francisco además nombró como su vicario a Pedro Catanii (ante cuya muerte en 1221 se eligió a Elías de Cortona como reemplazo) y cambió el nombre de la orden, conocida hasta entonces como “los penitentes de Asís”, al de Orden de los Hermanos Menores.

Culminado el capítulo general, Francisco continuó trabajando en la reorganización de la orden franciscana. Así, dos años después, presentó al papa Honorio III la regla monástica definitiva de su orden: la regola secunda (“segunda regla”, en latín), también conocida como regola bullata (“regla con bula”) debido a que recibió la sanción oficial del papado en noviembre de 1223, a través de la bula Solet annuere. 

Los estigmas de san Francisco y el último capítulo general

San Francisco tuvo otra visión religiosa en 1224 que fue representada por Anton van Dyck en su obra El flamenco.

La navidad de 1223 encontró a Francisco en la ciudad de Greccio, en la Umbría, donde organizó una recreación del nacimiento de Jesús de Nazaret. Se dice que allí se inventaron los belenes o nacimientos

En junio del año siguiente fue el último capítulo general en el cual participó. Allí se anunció su regula bullata y se hizo evidente la decepción que Francisco sentía respecto a su orden. Con este ánimo, decidió partir a un retiro espiritual en la montaña de La Verna, en Alvernia, en compañía de algunos de sus más cercanos seguidores. Allí se dedicaron a un ayuno de 40 días.

Una de aquellas mañanas, durante su jornada de rezos, Francisco recibió la visita de lo que las crónicas de Bonaventura describen como un serafín: una figura con seis alas, cuyos brazos extendidos y piernas juntas se hallaban clavadas en la cruz. La imagen le sonrió benévolamente y llenó su corazón de éxtasis religioso. Cuando la visión desapareció, Francisco descubrió en sus manos y pies los estigmas de Cristo, es decir, las heridas de la crucifixión. 

A partir de entonces, san Francisco escondió sus manos y pies en los pliegues de su túnica, para ocultarlos de la mirada de los demás. Se consideraba indigno de recibir las marcas de Jesucristo.

La muerte de san Francisco

Al regreso de su retiro en el monte La Verna, la salud de san Francisco comenzó a deteriorarse. Sus heridas no paraban de sangrar y estaba casi ciego. En 1225 pasó el verano reposando en la porciúncula, donde compuso el célebre Cántico de las criaturas (Laudes Creaturarum, en latín), también conocido como Cántico del hermano sol.

Se trata de un cántico religioso en dialecto umbro, que celebra la existencia de todas las criaturas y las fuerzas de la naturaleza. Esta pieza se considera una de las primeras grandes obras literarias de la lengua italiana.

Hubo luego algunos intentos por tratar médicamente a san Francisco, tanto en la ciudad de Remi como en Colombo y Siena. Finalmente decidió volver a la porciúncula, donde pasó sus últimos días. El 3 de octubre de 1226, a los 44 años de edad, el santo murió. Los estigmas en sus miembros fueron entonces revelados públicamente.

San Francisco fue sepultado inicialmente en la iglesia de San Giorgio, en Asís. Dos años después se inició su proceso de canonización, a manos del papa Gregorio IX. En 1230 su cuerpo fue exhumado y sepultado en la Basílica de Asís que lleva su nombre, donde reposan hasta el día de hoy.

Las “florecillas” de san Francisco

Entre los relatos que se cuentan sobre san Francisco, está su famosa prédica a las aves.

Son muchos los relatos, milagros y leyendas que se cuentan respecto de san Francisco. Muchos de ellos provienen de los fioretti (“florecillas”, en italiano) de san Francisco: un conjunto anónimo de supuestos hechos de san Francisco, aparecidos en la segunda mitad del siglo XIV. 

No se trata de una biografía, sino de una exaltación de su vida simple, sus virtudes y milagros, redactados de modo que sirvan para la educación moral del lector. En algunos, san Francisco les predica a los animales o se comunica con ellos, mientras que en otros se describe la aparición de sus estigmas.

El libro se compone de 53 capítulos y aparecen en él también otros compañeros (reales o ficticios) de san Francisco,. En su mayoría, estos relatos provienen de la tradición oral o de interpretaciones de las crónicas de Buenaventura.

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Referencias

  • Brady, I. y Cunningham, L. (2023). “St. Francis of Assisi (italian saint)”. The Encyclopaedia Britannica. https://www.britannica.com/ 
  • Le Goff, J. (2003). San Francisco de Asís. Trad. Eduardo Carrero Santamaría. Akal Ediciones.
  • Secretaría General del Sínodo de los Obispos. (s. f.). “Francisco de Asís”. http://secretariat.synod.va/ 
  • Vatican News. (s. f.). “S. Francisco de Asís, fundador de la orden franciscana, patrón de Italia”. https://www.vaticannews.va/

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Farías, Gilberto (30 de noviembre de 2023). Francisco de Asís. Enciclopedia Humanidades. Recuperado el 5 de noviembre de 2024 de https://humanidades.com/francisco-de-asis/.

Sobre el autor

Autor: Gilberto Farías

Licenciado en Letras (Universidad Central de Venezuela)

Fecha de actualización: 30 de noviembre de 2023
Fecha de publicación: 20 de octubre de 2023

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